¿De dónde viene, ministra, y cómo concibe la justicia?
Loretta Ortíz – Aunque sea reiterativo, diré que soy mujer, madre, abuela, abogada, académica, investigadora; una mujer preparada, competente, que llegó a ser ministra de la Suprema Corte —me siento muy afortunada— con una vocación por la justicia.
La mayoría de las personas cree que la justicia implica sólo la aplicación estricta de la ley; yo pienso que la justicia va más allá. Aquí en la Corte se puede ver cómo se hace justicia o no; estrictamente, en la Suprema Corte se garantiza la legalidad pero no la justicia. Por desgracia, aquí la mayoría de las veces las normas se aplican legalmente, pero en muchas ocasiones no se hace justicia, porque no se lleva cabo la labor interpretativa pro persona, pro derechos humanos y pro caso concreto, esto es, no se realiza una aplicación conforme a la equidad.
Esto es algo que he sostenido desde que expliqué lo que son los principios generales del derecho en mi libro sobre derecho internacional, en el que precisamente abordo la equidad. Pues la equidad permite la aplicación concreta y justa de la ley… a través de la aplicación de la ley conforme a la equidad, al contexto; porque si tienes conocimiento de la realidad, aplicas la interpretación pro interés superior del niño, pro perspectiva de género, pro no violencia contra la mujer, pro derechos fundamentales, pro persona. Todos estos principios de interpretación se pueden resumir en una aplicación justa de la ley, de la ley en general y de las todas normas aplicables, porque a veces sólo nos abocamos a la ley interna y no pensamos en las normas internacionales, en los tratados de derechos humanos, en las declaraciones de derechos humanos; en fin, en las distintas resoluciones de organismos internacionales muy importantes, obligatorias de la Organización Internacional del Trabajo. Entonces todo ese bagaje constituye un conjunto normativo que convierte esa aplicación legal en una aplicación justa.
¿Cómo concibe el panorama general de la justicia en México?
Loretta Ortíz – Yo creo que nos hace falta muchísimo para alcanzar los niveles adecuados de justicia. Y lo digo el principio de la garantía del derecho de acceso a la justicia: quienes pueden ejercer su derecho al acceso a la justicia son quienes pueden pagar a un abogado; si no, no es posible. Y no se trata sólo de los que pueden acceder a la Corte, pues no es nada sencillo venir y consultar a un ministra de la Corte. Yo digo que estamos en el Olimpo de los Dioses: yo soy Afrodita. Así lo he dicho en muchas charlas públicas: soy Afrodita y estoy en ese Olimpo.
Gracias a la reforma, ya los ministros serán más terrenales, porque, es cierto, lo que quieren las personas es que tengamos más contacto con ellas. No puede ser que no resolvamos si tenemos sentencias en nuestro haber que afectan a millones de personas. Por ejemplo, una sentencia en el caso de unas concubinas: en la Primera Sala sostenían, sin la aplicación del artículo primero constitucional, que únicamente las esposas tenían acceso a la pensión del seguro social porque se requería el acta de matrimonio. Además, no podemos discriminar por motivos de género, raza, condición social, derechos, a la comunidad LGBTTTIQ+; en muchas ocasiones, por ejemplo, no vemos reflejados, ni de casualidad, los derechos de las mujeres trans.
Con el acceso a la justicia ocurre exactamente lo mismo. No todos gozan del derecho a un abogado, sino sólo los que tienen dinero o contactos en el ámbito jurídico. Pensemos en un asunto en materia laboral donde, por un lado, una empresa tiene un despacho jurídico con más de 100 abogados y, por otro lado, un trabajador que gana el salario mínimo, o un poquito más. ¿Quién le va a pagar a éste un abogado? Nadie.
En México no se hace justicia, y no se hará hasta que todas las personas tengan garantizado este derecho en todas las materias.
¿Cómo combatir la corrupción dentro del Poder Judicial?
Loretta Ortíz – En el seno del Poder Judicial vamos a tener la forma de denunciar. Yo fui consejera en el Consejo de la Judicatura Federal. Conozco bien el tema. Ese santo, impoluto y perfecto Poder Judicial no existe. Fui secretaria, presidenta de la Comisión de Carrera, donde se abordan los nombramientos, las ratificaciones, las obras y las licencias, parte de las adscripciones, entre otros temas. También formé parte de la Comisión de Disciplina, donde fui secretaria; posteriormente fui secretaria de la Comisión de Vigilancia, encargada de hacer visitas.
A un magistrado le permitieron acosar a 10 mujeres durante 11 años. Gracias a algunos videos, de los que él no se enteró, nos percatamos de que ese magistrado toqueteaba diariamente a esas mujeres. Cuando le pregunté al respecto, ¿saben qué me contestó? Que eran usos y costumbres. ¡Lo hizo durante 11 años y no le pasó nada! ¿Por qué? Porque nadie dijo nada: aquí todos eran perfectos, santos; era un Poder Judicial impoluto, donde no había corrupción, ni tráfico de influencias, ni acoso sexual, ni violación de mujeres a las que no se les permitió denunciar para evitar problemas con sus esposos y sus familias y para que no perdieran su trabajo y su prestigio.
Esta situación ya va a cambiar porque va a haber un órgano superior —con poder jerárquico superior—, el Tribunal de Disciplina Judicial, que tendrá la función de señalar responsabilidades en contra de ministros, consejeros, magistrados y jueces a nivel federal y local.
Si a mí, que era consejera, me entregaban media página de información o sólo el nombre de la persona contra la que había una denuncia, lo que sucedía, entonces, era que pasaban los años y teníamos que ratificar a un juez en su cargo porque no se investigaba nada, y por “presunción de inocencia” teníamos que proteger al “pobrecito” magistrado. Obviamente hay que respetar el principio de presunción de inocencia, pero no hay que dejar de investigar, como ocurría antes. Con esta transición, la corrupción, así como otros problemas más graves, va a ser investigada por el Tribunal de Disciplina Judicial.