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Afganistán: el antes, el después y el ahora

Afganistán y Estados Unidos

La retirada de las tropas de Estados Unidos de Afganistán, tras cumplirse 20 años de presencia fallida en ese país del Medio Oriente, ha suscitado numerosos cuestionamientos a nivel local y global que no parecen tener una respuesta clara: ¿qué sucederá con las instituciones y la democracia en Afganistán?, ¿qué destino tendrán los refugiados y qué países y en qué condiciones les brindarán asilo?, ¿qué futuro les espera a las mujeres en el régimen talibán?


La situación actual de Afganistán es causada por múltiples factores. En primera instancia, los radicales o fundamentalistas que han tergiversado los preceptos del Corán. En segundo lugar, hay que considerar la influencia del grupo terrorista Al-Qaeda en la región. De igual forma, otro factor es la precariedad de las relaciones entre Kabul (capital) y las comunidades rurales. Por último, están los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, que fueron la declaración de guerra contra aquel país.

Antecedentes

Antes de definir a un talibán y adentrarnos en el tema se debe entender la raíz del problema. El Corán (libro sagrado del islam) menciona un concepto que ha ocasionado muerte, guerra, odio y separación: Yihad. Este término se refiere a una guerra santa. Los fundamentalistas basan todas sus atrocidades en una falsa Yihad, puesto que la predican bajo el lema de una guerra santa contra Occidente por amenazar los principios fundamentales del islam. No obstante, su verdadero significado es una guerra interna con uno mismo, donde el esfuerzo del día a día logrará combatir las tentaciones y las malas inclinaciones, es decir, buscar la purificación del alma.

Ahora bien, ¿qué implica ser talibán? Pertenecer a una milicia ultraconservadora y radical del islam. Los talibanes gobiernan bajo una ley religiosa llamada sharía, que toma en cuenta al Corán, la sunna del profeta (esto es, las enseñanzas y las obligaciones) y la jurisprudencia (el conocimiento, la comprensión y el entendimiento del islam). En esta ley se plasman las obligaciones y luego los derechos. Todos los musulmanes deben seguirla bajo el lema: “Guía al bien y evita el mal”.

Después del 11 de septiembre de 2001 sobrevino el caos, la especulación y el miedo. Luego de los atentados terroristas se buscó un culpable y el gobierno estadounidense, a través de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), responsabilizó al grupo terrorista Al-Qaeda de los peores ataques terroristas de la historia, cuyo representante era Osama Bin Laden. Por esta razón decidió declarar la guerra a Afganistán y a los combatientes islámicos radicales.

Según datos oficiales de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), desde 2009 han muerto o han resultado heridos más de 111,000 civiles en Afganistán.

Afganistán

Es un país amenazado por numerosos y complejos factores. Cuenta con una población donde 70 por ciento es rural, analfabeta y vive en condiciones sumamente precarias. El desarrollo estructural, institucional, económico, político y social se ha producido sobre todo en Kabul, lo que ha generado descontento e inestabilidad en el resto de la población desde la invasión soviética en 1978 hasta nuestros días. En consecuencia, las comunidades rurales han estado rezagadas y relegadas, lo que evidencia la desigualdad entre los capitalinos y el resto del país, y, en consecuencia, genera malas relaciones gubernamentales.

Desde la intervención estadounidense el reto principal —compartido por el Estado afgano— fue garantizar seguridad a todo el país, en específico a las zonas rurales sometidas por la milicia talibán. Desafortunadamente, esta misión nunca se consumó porque los talibanes conservaron injerencia en la zona, lo que se sumó a la situación geográfica de Afganistán, cuyos vecinos Irán y Pakistán, también países fundamentalistas del islam, continuaron los suministros armamentistas.

Desde un inicio, el gobierno norteamericano supo que esa guerra estaba perdida por falta de apoyo de la sociedad y de la comunidad internacional, con excepción de algunos países aliados de Estados Unidos, como España y Gran Bretaña (que años después pagaron caro la desafortunada decisión de sus gobernantes de apoyar esa causa, al sufrir ataques terroristas, en marzo de 2004 en Madrid, España, y en julio de 2005 en Londres, Inglaterra, respectivamente).

Numerosos medios de comunicación internacionales condenaron la rudeza de la respuesta del ejército estadounidense en contra de la sociedad civil: bombardeos a las principales ciudades, abusos por parte de los soldados norteamericanos en contra de la población, muerte de civiles inocentes, vulneración de la integridad de niñas y mujeres.

Con el paso de los años los crímenes de guerra no cesaron. Uno de los más graves fue el que evidenció el testimonio de varios soldados estadounidenses y puso al descubierto la corrupción y el silencio de las tropas norteamericanas: delitos perpetrados por la policía afgana en contra de niños varones que fueron abusados sexualmente (una costumbre conocida como bacha bazi o “jugar con los niños”). En 1996 se promulgó una ley que prohibía esta práctica; sin embargo, para las fuerzas armadas, los políticos y los empresarios representa “un símbolo de estatus, autoridad y opulencia” que no ha dejado de llevarse a cabo.

Osama Bin Laden

En 2011 Barack Obama informó al mundo acerca de la captura y muerte del líder de Al-Qaeda: Osama Bin Laden. ¿Hubiera sido un buen momento ése para retirar las tropas estadounidenses de Afganistán? Definitivamente. Después, en 2019, Donald Trump confirmó la muerte del hijo de Osama Bin Laden, heredero del grupo extremista. ¿Era oportuno retirarse en ese momento? ¡Sí! ¿Por qué? Porque ambos presidentes prometieron retirar sus tropas de la guerra más larga que ha enfrentado aquel país.

Durante los mandatos de George W. Bush, Barack Obama y Donald Trump se destinaron miles de millones de dólares a desarticular al grupo talibán en cuestión. Sin embargo, los esfuerzos durante estos 20 años fueron infructuosos y las interrogantes que enfrenta el país son numerosas: ¿realmente existe democracia en Afganistán? ¿Se fortalecieron las instituciones? ¿Qué pasará con los refugiados? ¿Quiénes les darán asilo? ¿Qué pasará con las mujeres de Kabul y de las comunidades rurales?

Queda claro que la intención de Estados Unidos no fue establecer una democracia en Afganistán sino erradicar el terrorismo. La influencia de las tropas occidentales en las instituciones gubernamentales afganas marcó la pauta de convivencia social con un nuevo modelo en el que hombres y mujeres tenían los mismos derechos profesionales, laborales y hasta aspiracionales. Sin embargo, la gran mayoría de la población siguió viviendo en la marginación.

Los roles de China y Rusia están por definirse, como mediadores en la negociación de paz o como sujetos de apoyo al régimen afgano para incrementar su zona de influencia en Medio Oriente.

El futuro

Países cuya política exterior se ha centrado en los derechos humanos —bajo el régimen del derecho internacional público— han ofrecido asilo a cientos de ciudadanos que, en su mayoría, viven en Kabul. No obstante, la crisis humanitaria se agrava conforme pasan las horas y se suma a las múltiples crisis que se viven en el mundo: Palestina, Siria, Yemen, República Democrática del Congo, Nigeria y Haití, por mencionar las de mayor complejidad. La comunidad internacional no posee recursos para salvar tantas vidas. Desde el año pasado, cada país enfrenta su propia crisis como consecuencia de la pandemia por Covid-19.

Tomando en consideración lo anterior, el mundo occidental debe respetar los usos y las costumbres del Medio Oriente. En ningún pasaje del Corán se estipula el uso obligatorio del burka por las mujeres. Más bien fue una imposición de los talibanes en 1996. Antes, las mujeres eran libres de elegir su vestimenta. Pero desde entonces ha sido una costumbre seguida por muchas mujeres de las zonas rurales, en el nombre de Alá. En Kabul las mujeres empezaron a usar el burka desde hace algunos días, como una medida preventiva para evitar los castigos infligidos por el grupo talibán.

Para concluir, cabe preguntar cuál fue el legado del gobierno estadounidense en Afganistán. Desafortunadamente, ninguno, como no haya sido muerte y destrucción. Como consecuencia, el panorama regional se vislumbra desalentador, de la mano de la inestabilidad y vulnerabilidad del Estado de derecho, que responderá a los intereses de los diferentes actores.


Bibliografía:

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