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Carissa Véliz: La privacidad y el poder en tiempos de internet

La era digital se caracteriza por el uso indiscriminado y sin escrúpulos de nuestros datos personales por parte de las instituciones y las empresas, lo que no sólo compromete nuestra capacidad de elección, sino los cimientos mismos de nuestra democracia. Así lo sostiene Carissa Véliz, filósofa hispanomexicana que se desempeña como profesora de filosofía y ética en la Universidad de Oxford y como investigadora en el Hertford College de esa misma universidad. Para la abogacía, no se trata de un asunto menor; es momento de fortalecer la regulación en materia de protección de datos personales.


Se habla mucho del derecho a la privacidad o a la intimidad, y más en tiempos de internet, donde prácticamente toda nuestra información y actividad en la red es monitoreada. Pero ¿qué debemos entender por “privacidad”?

Carissa Véliz – La privacidad es la llave que abre los aspectos de ti mismo que son más íntimos y personales, que te hacen más tú, y más vulnerable. Tu cuerpo desnudo. Tu historia sexual y tus fantasías. Tus enfermedades pasadas o presentes, y tus posibles enfermedades futuras. Tus miedos, pérdidas y fracasos. Lo peor que has hecho, dicho y pensado. Tus limitaciones, errores y traumas. El momento en el que te has sentido más avergonzado. Esa relación familiar que desearías no tener. Tu peor noche de borrachera.

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Pero esa información no es del todo privada, ya está en poder de mucha gente…

Carissa Véliz – Cuando le das esa llave, tu privacidad, a alguien que te quiere, puede acercarse a ti y usará lo que sepa de ti en tu beneficio. Parte de lo que significa ser cercano a alguien es compartir lo que te hace vulnerable; darle el poder de herirte, y confiar en que esa persona nunca se aprovechará de la posición privilegiada que le otorga la intimidad.

Sin embargo, no todos usan el acceso a tu vida personal a tu favor. Los estafadores pueden utilizar tu fecha de nacimiento para hacerse pasar por ti mientras cometen un delito; las empresas pueden usar tus gustos para atraparte en un mal negocio; tus enemigos pueden utilizar tus miedos más oscuros para amenazarte y extorsionarte.

Google y Facebook no están realmente en el negocio de los datos, sino en el negocio del poder a través de los datos. Más que un beneficio económico, los datos personales confieren poder a quienes los recogen y los analizan, y eso es lo que los hace tan codiciados.

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La mayor parte de la gente diría que no tiene nada que ocultar, nada que temer, de modo que no tienen problema en entregar esa “llave” que mencionas…

Carissa Véliz – Se equivocan. A menos que sean exhibicionistas con deseos masoquistas de sufrir robo de identidad, discriminación, desempleo o humillación pública, todos tenemos mucho que ocultar, mucho que temer, y el hecho de que no vayamos por ahí publicando nuestras contraseñas o regalando copias de las llaves de nuestra casa a extraños lo confirma.

Sin llegar a ese extremo, muchos podrían decir que en su vida no ocurre nada que sea del interés de los demás.

Carissa Véliz – Podrías pensar que tu privacidad está segura si te consideras un don nadie, sin nada especial o interesante que mostrar. Pero si no fueras tan importante, las empresas y los gobiernos no se esforzarían tanto en espiarte.

¿Qué objetivo persiguen?

Carissa Véliz – Quieren conocer más sobre ti para saber cómo distraerte mejor, aunque eso signifique alejarte del tiempo de calidad que pasas con tus seres queridos, o de las necesidades humanas básicas como el sueño. Tienes dinero, aunque no sea mucho, y las empresas quieren que lo gastes en sus productos. Los hackers están ansiosos por obtener información o imágenes sensibles para extorsionarte. Las compañías de seguros también quieren tu dinero, siempre y cuando no constituyas un riesgo demasiado alto, y necesitan tus datos para evaluarte. Las empresas desean saber todo acerca de la persona a quien contratan, especialmente si eres alguien que se preocupa por sus derechos laborales. Tienes una identidad y los delincuentes pueden usarla para cometer delitos en tu nombre. Tienes contactos personales: eres hija, vecino, maestro o abogada de otros, y a través de ti pueden llegar a otras personas. Por eso las aplicaciones te piden acceso a tus contactos.

Como puedes ver, eres una persona muy importante. Eres una fuente de poder.

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El término poder tiene muchas acepciones. ¿Cómo lo entiendes tú?

Carissa Véliz – El filósofo alemán Rainer Forst lo define como “la capacidad de A para motivar a B a pensar o a hacer algo que de otro modo B no habría pensado o hecho”. Los medios ejercen esta influencia a través de diversos mecanismos, que incluyen discursos motivadores, recomendaciones, descripciones ideológicas del mundo, seducción y amenazas creíbles. Forst también sostiene que la fuerza bruta o la violencia no constituyen un ejercicio de poder, pues las personas sometidas no “hacen” nada; más bien se les hace algo. Pero claramente la fuerza bruta sí es un ejemplo de poder. Es contraintuitivo pensar que alguien que nos está sometiendo por medio de la violencia carece de poder. Piensa en un ejército dominando a una población o en un matón estrangulándote. En este sentido, Max Weber entiende el poder como la capacidad de las personas y las instituciones para “llevar a cabo su propia voluntad a pesar de la resistencia”.

¿Entonces las personas y las instituciones nos hacen actuar y pensar en formas en que no actuaríamos ni pensaríamos si no fuera por su influencia?

Efectivamente. Si no lo hicieran, no podrían ejercer fuerza sobre nosotros.

¿Es posible resistirse de alguna forma a esta dominación?

Carissa Véliz – Para hacerlo necesitamos comprender cómo las instituciones acumulan, ejercen y transforman el poder en la era digital, lo que a su vez puede proporcionarnos herramientas e ideas para resistir el tipo de dominación que resulta de las violaciones de nuestro derecho a la privacidad.

El poder de las empresas tecnológicas está constituido, por un lado, por el control exclusivo de los datos y, por otro, por la capacidad de anticiparse a cada uno de nuestros movimientos, lo que a su vez les da la oportunidad de influir en nuestro comportamiento y vender esa influencia a otros.

El motor de búsqueda de Google, por ejemplo, es tan efectivo en parte porque su algoritmo tiene muchos más datos de los que aprender que cualquiera de sus competidores. Con la cantidad de datos a los que tiene acceso, Google puede saber qué te mantiene despierto por la noche, qué es lo que más deseas y qué planeas hacer mañana. La empresa susurra esta información a otros entrometidos que quieren mostrarte anuncios personalizados.

Pareciera que ya no hay mucho por hacer, especialmente si a lo largo de los años hemos ido dando acceso a nuestra privacidad a infinidad de compañías que hoy poseen nuestros datos personales.

Carissa Véliz – Podemos reclamar los datos que sustentan el abuso de nuestra privacidad y limitar la recolección de nuevos datos. Foucault argumentó que, incluso si el poder construye sujetos humanos, tenemos la posibilidad de resistir al poder y construirnos a nosotros mismos. El poder de las grandes tecnológicas parece muy sólido y así se siente. Pero el castillo de naipes está construido en parte sobre mentiras y robos. La economía de datos puede interrumpirse. Los poderes de la tecnología no son nada sin nuestros datos. Un pequeño esfuerzo de regulación, un poco de resistencia de los ciudadanos, unas pocas empresas que empiecen a ofrecer privacidad como una ventaja competitiva, y todo puede evaporarse.

Parece poco realista abstenerse del uso de la tecnología, especialmente cuando los términos y las condiciones de las empresas son inobjetables si se quiere hacer uso de los servicios que prestan, muchos de los cuales indudablemente facilitan nuestras tareas cotidianas…

Carissa Véliz – Hay mucho que se puede hacer al respecto: respetar la privacidad de los demás, no exponer a otros ciudadanos a través de internet, no fotografiar a personas sin su consentimiento, ni compartir imágenes de esas personas.

También podemos intentar limitar los datos que entregamos a instituciones que no tienen derecho a reclamarlos. Si una compañía de ropa te pide tu nombre para venderte sus productos, dales un nombre diferente, por ejemplo, Dr. Información Privada, para que reciban el mensaje. Ésa es la esencia del ofuscamiento, como señalan Finn Bruton y Helen Nissenbaum, expertos en medios de comunicación. Deja claro que no estás dando tu consentimiento libremente. No cedas a la economía de datos al menos sin cierta resistencia.

Igualmente, al descargar aplicaciones y comprar productos podemos elegir aquellos que sean mejores para la privacidad. En vez de Google Search, podemos usar DuckDuckGo; en vez de Gmail, ProtonMail; en vez de WhatsApp, Signal. Un buen sitio para buscar herramientas que protegen la privacidad es www.privacytools.io. Podemos solicitar a las empresas que borren nuestros datos; usar extensiones de privacidad en los navegadores; desactivar los servicios de Wi-Fi, Bluetooth y localización en el teléfono cuando no los necesitemos; utilizar las herramientas legales a nuestra disposición para pedir a las empresas los datos que tienen sobre nosotros, y solicitarles que los eliminen; escribir a nuestros representantes políticos compartiendo estas preocupaciones sobre la privacidad.

Hay que aprovechar las oportunidades que se presenten para informar a las empresas, a los gobiernos y a otras personas que nos preocupa la privacidad y que lo que están haciendo con nuestros datos no está bien.

Dejando de lado la perspectiva del tratamiento de los datos personales con fines mercadológicos y comerciales, me gustaría concluir preguntándote qué implicaciones tiene este tema en el ámbito político e institucional.

Carissa Véliz – La privacidad es necesaria para la democracia, para que la gente vote de acuerdo con sus creencias y sin presiones indebidas, para que los ciudadanos protesten anónimamente sin miedo a las repercusiones, para que los individuos tengan libertad de asociarse, decir lo que piensan y leer sobre lo que sienten curiosidad.

La privacidad es importante porque da poder a la gente. Si vamos a vivir en una democracia, el grueso del poder debe estar con la ciudadanía. Si la mayor parte del poder reside en las empresas tendremos una plutocracia. Si la mayor parte del poder reside en el Estado tendremos algún tipo de autoritarismo.

La democracia no es algo dado, sino algo por lo que tenemos que luchar todos los días. Y si dejamos de construir las condiciones en las que prospera, la democracia dejará de existir.


Privacidad es poder. Datos, vigilancia y libertad en la era digital —escrito originalmente en inglés por Carissa Véliz y recientemente editado en español por Debate—, fue elegido como uno de los mejores libros publicados durante 2020 por el reconocido semanario inglés The Economist.

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