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El proceso Paradine, el deseo en juicio

El proceso Paradine


Estamos en Londres, una noche de “no hace mucho tiempo”. Suenan las campanas del Big Ben y por las calles caminan las personas que regresan a sus hogares después de un día de trabajo.

En la mansión de los Paradine el mayordomo sirve la copa de coñac a la señora que toca el piano. En 15 minutos estará servida la cena. El mayordomo se retira sólo para regresar en minutos y anunciar al inspector Ambrose, acompañado de un oficial de la policía.

“Debo de reconocer que me sorprende mucho volver a verle… estaba segura de que no le quedaba nada por preguntarme”, afirma la señora Paradine.  

“Cierto, señora, y comprendo todo lo que ha pasado, pero me han enviado aquí para detenerla… Tengo que pronunciar las palabras oficiales: es mi deber advertirle que no está obligada a decir nada, pero todo cuanto diga en este momento podrá utilizarse como prueba durante el juicio. Se le acusa de que el día 6 de mayo de 1946 administró o consintió que se le administrara, al llamado Patrick Irving Paradine, una sustancia venenosa con la que fue asesinado”, advierte el inspector.

Comenzará así El proceso Paradine (The Paradine Case, 1947), el juicio de Maddalena Anna Paradine, presunta responsable de causar la muerte de su marido, un acaudalado militar retirado, invidente. En México se exhibió con el azucarado y equívoco título de Agonía de amor

Alfred Hitchcock dirigió en 1946 Notorious (en México: Tuyo es mi corazón), y al año siguiente, su esposa, Alma Reville, tomó el guión del célebre y poderoso productor David O. Selznick, basado en la novela de Robert S. Hichens, para llevar a la pantalla una historia que reúne ingredientes explosivos: un crimen por resolver; una hermosa mujer fatal (Alida Valli); un prestigiado y joven abogado defensor que lucha también contra sus sentimientos (Gregory Peck, pero Hitchcock quería a Laurence Olivier); la esposa del abogado (Anna Todd) ante el posible derrumbe de su matrimonio; el ayuda de cámara del militar muerto, que jugará un papel relevante en la trama (Louis Jourdan); el solicitor o representante legal de la señora Paradine (Charles Coburn); y el juez y su esposa, magistrales interpretaciones de Charles Laughton y Ethel Barrymore. Laughton es un severo, estricto, agudo y concupiscente juez que, con su genio interpretativo, se convierte en personaje memorable y casi central de la película, quizá un alter ego del propio Hitchcock, el genial cineasta que retrató para el público y fue protagonista de sus propias perversiones. Con detenimiento Hitchcock nos hará el relato de los perfiles psicológicos de los personajes.  

La segunda mitad de la película se desarrolla en la sala del juicio y sabemos ya las personales tormentas que los personajes sufren. 

En el juicio, entre alegatos y testimonios, enhebrados entre argumentos y declaraciones, están el deseo, el desgarramiento, la venganza, la maldad, la mentira, las peculiares luchas internas que se convierten en personajes incómodos que saldrán a la luz. 

Anna Paradine conoce la verdad y espera la sentencia. Cada personaje asumirá su verdad en otro juicio: el de conciencia, el ineludible.

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