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Javier Laynez Potisek: Independencia judicial

Javier Laynez Potisek

Javier Laynez Potisek | Foto: David F. Uriegas

En esta conversación, el ministro Javier Laynez Potisek nos platica sus experiencias personales desde que llegó al Derecho hasta cuando asumió el cargo que ahora ostenta. También, nos comparte su visión sobre el trabajo que desarrolla en la Suprema Corte de Justicia de la Nación y los retos a los que se enfrenta.


Javier Laynez Potisek es ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Fue Consejero Jurídico Adjunto del Ejecutivo Federal por más de 10 años, Subprocurador Jurídico y de Asuntos Internacionales en la Procuraduría General de la República; Procurador Fiscal de la Federación; Magistrado de la Sala Superior del Tribunal Federal de Justicia Administrativa.


¿Cómo encontró su vocación? ¿Cuál fue el punto clave para estudiar Derecho y luego dedicarse al servicio público?

Javier Laynez Potisek – Mi caso es un poco particular porque debo confesar que el Derecho no era mi primera opción. Mi sueño, cuando concluí la prepa, era estudiar relaciones internacionales en El Colegio de México (Colmex). Yo soy de Torreón, entonces allá estaban mi vida y mi familia, y mi circunstancia era muy complicada porque en ese momento ninguna universidad en el norte de México impartía la carrera de Relaciones Internacionales; sólo la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Colmex en la Ciudad de México. Mi familia no podía enfrentar el costo que significaba trasladarme a vivir a la capital. Además, en esa época el Colmex abría la carrera cada cuatro años, no cada semestre, y no coincidió con el final de mi preparatoria. Estudié Derecho como una carrera relativamente afín a Relaciones Internacionales por consejo de un orientador vocacional que fue testigo de mi frustración. Pensé cursar la carrera de relaciones internaciones o dedicarme al Derecho internacional después de graduarme en Derecho. En esas circunstancias me fui a estudiar a Monterrey, con la idea fija de que quería ser diplomático. Poco a poco comenzó a gustarme el Derecho, cuando cursé materias como Derecho administrativo, Derecho constitucional y Derecho fiscal y se me abrió todo un nuevo panorama, de manera que cuando cursé Derecho internacional privado no me gustó mucho; Derecho público me pareció interesante, pero ya no sentí ese entusiasmo que creía que iba a experimentar; entonces mi vocación se fue decantando por el Derecho público.

¿Qué pasa en el momento en que una persona decide que le interesa ser ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación? ¿Cuál es la trayectoria para alcanzar a ese objetivo?

Javier Laynez Potisek – Cada proceso es distinto; no creo que haya una regla específica para lograrlo. En mi caso concreto, no fue algo premeditado. Curiosamente tuve mucha suerte de participar en el grupo que redactó la reforma de 1994, la que transformó la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y por la que se crearon las acciones de inconstitucionalidad y el Consejo de la Judicatura. Fue una iniciativa de quien iba a ser el presidente de la República porque la formulamos en el periodo de transición de la administración de Ernesto Zedillo Ponce de Léón. Desde luego nunca creí que podría llegar a ser ministro algún día. Siendo franco, desde que estuve en la Consejería Jurídica durante 10 años jamás pasó por mi mente esa idea. Después estuve dos años en la Procuraduría General de la República, como subprocurador. Toda mi carrera en el servicio público ha sido muy rica y satisfactoria. Poco tiempo después empezó a llamarme la atención la carrera jurisdiccional; entonces deseaba ingresar a la Sala Superior del Tribunal de Justicia Administrativa, donde participé en varias de sus reformas (autonomía presupuestaria y ampliación de competencias); incluso en alguna ocasión, con varios de quienes fueron mis jefes yo solicité mi salida de la administración pública para integrarme a ese tribunal. Afortunadamente en aquel momento mi intención no prosperó, ya que esa circunstancia me permitió conocer otros ámbitos, como el penal, que resultó muy fructífero. A lo largo de esa carrera, me tomó tiempo sentirme digno de ser ministro porque pensaba que me faltaba experiencia, pero cuando tuve las primeras invitaciones para apuntarme comencé a buscar una posición en la Corte. Tanto en la Consejería Jurídica como en la Procuraduría General de la República, como titular del Departamento Jurídico y como procurador fiscal, durante mucho tiempo me tocó litigar contra la Corte porque frecuentemente identificábamos acciones de inconstitucionalidad. Entonces llegó un momento en que conocía a los 11 ministros, quienes amablemente me decían que había una vacante y que me estaban esperando para que yo la ocupara. Creo que mi aspiración de ser ministro se fue gestando poco a poco. En mi caso, me ayudó el hecho de que trabajé en distintos sexenios con diferentes gobiernos.

Cuando estuve en la terna, afortunadamente el Senado me eligió; pero esto nadie lo sabe: en dos o tres ocasiones anteriores estuve a punto de formar parte de esa terna, pero al final no ocurrió.

Durante su primer día como ministro, ¿qué sintió usted?

Javier Laynez Potisek – Sentí el gran peso de la responsabilidad, pues lógicamente levantar la mano para ocupar ese puesto implica una gran responsabilidad. Me ayudó el que considero como un año de capacitación fortuita, porque haber laborado en la Sala Superior del Tribunal Contencioso me enseñó muchas cosas, entre ellas la colegiación. Yo estuve en un órgano colegiado elaborando proyectos de sentencia. Era como si me hubieran enviado a un curso de capacitación. Eso me ayudó a no sentir que me estaban hablando en un idioma extraño el primer día que me senté en la ponencia.

Los ministros son producto de un proceso político que a final de cuentas determina su designación. En ese sentido, ¿cree que la neutralidad sea posible?

Javier Laynez Potisek – Creo que sí es posible, si uno tiene la madurez y el gobierno también la tiene, en el entendido de que nuestra designación se basa en una propuesta del Estado que no va a generar lealtades ilícitas.

Se requiere mucha madurez en este puesto. Por eso permanecemos 15 años en él, pues se supone que uno tiene que trascender a la administración que nos nombra. El procedimiento se puede perfeccionar, pero, según mi experiencia, la neutralidad sí es factible, y si los de enfrente no tienen la madurez para entender esto, pues ese es su problema. Me parecería de muy mal gusto que alguien que pertenece a la administración que te nominó te recuerde que lo hizo, pero por eso estamos 15 años en esa posición como ministros, para trascender, con la madurez de para saber que ellos se van y uno se queda.

¿Cómo ha influido su carrera en la administración pública en su carrera como ministro?

Javier Laynez Potisek – Creo que la Corte ha tenido una sabia mezcla de ministros, entre quienes destacan los ministros de carrera. Tenemos ejemplos admirables de quienes empezaron como secretarias y llegaron hasta la Corte, habiendo hecho toda la carrera judicial. Por mi parte, yo no hice una carrera judicial completa y, aunque no lo crea, eso es necesario en un Tribunal Constitucional pues enriquece nuestras decisiones. En mi carrera, modestia aparte, porque yo la llamo suerte, en los últimos 30 años participé en la mayoría de las reformas trascendentales del país, en diferentes épocas y en una gran diversidad los temas. Orgullosamente, he aportado mi conocimiento como ministro para los fines de la Corte. Sobre todo en las controversias, donde ejercemos plenamente como Tribunal Constitucional, existen procedimientos con pocas reglas adjetivas y procedimentales en los que, más que nada, se requiere un estudio de constitucionalidad y un método para interpretar el Derecho. Esta sabia mezcla del Constituyente es fundamental: aprendemos unos de otros.

¿Qué casos han marcado su desempeño como ministro?

Javier Laynez Potisek – Fundamentalmente el matrimonio igualitario. O un caso que puede parecer muy técnico, como la tasa cero en materia de telecomunicaciones, porque supuso un estudio de competencias e implicó armonizar la facultad del Congreso para legislar en materia de telecomunicaciones, o la regulación que estaba emitiendo el Instituto Federal de Telecomunicaciones en un tema muy polémico que económicamente involucraba mucho dinero. Si era constitucional o no la gratuidad que había decretado el legislador en materia de conexión telefónica. Fue técnicamente complicado porque Había elementos de política económica muy importantes, ya que interesaba mucho a las telefónicas extranjeras, por lo cual diversos gobiernos extranjeros estaban pendientes del asunto.

Hay muchos casos muy interesantes que tienen que ver con materia ecológica, cuando uno se topa con un amparo promovido con interés legítimo por la construcción de obras que aparentemente no cumplieron con los estándares ni los requisitos en materia ecológica y que ya están en operación. ¿Cómo lograr que sea efectiva la protección en materia de derechos ambientales frente a actividades productivas? Son casos que suponen un reto en relación con el impacto de la sentencia del ministro a la luz de los nuevos mecanismos de protección que existen en la actualidad.

Hay otro caso muy significativo, de una menor de edad que solicitó la intervención del aborto —olvídate del aborto voluntario, que la Corte ya validó como constitucional— por violación y malformación del producto y se lo habían negado. Todo su proceso fue violación de derecho tras violación de derecho.

Son casos que van dejando huella. Ya no podemos seguir emitiendo sentencias que acatan el procedimiento exclusivamente desde una perspectiva técnica y omiten lo importante, porque si uno decreta una sentencia que pretende reparar el daño a una menor que sufrió violación tras violación, entonces de qué le sirve el juicio de amparo, si ya se le reconoció el carácter de víctima, se condenó a las autoridades a brindarle seguridad social y se condenó a las autoridades del hospital público por las decisiones que derivaron en la vulneración de los derechos de la pequeña.

¿Cómo fortalecer la visión de la justicia en México? ¿Se puede socializar la actuación del Poder Judicial?

Javier Laynez Potisek – Sí se puede socializar la actuación del Poder Judicial, pero voy a ser muy franco: creo que el esfuerzo fundamental debe enfocarse hacia lo que yo considero que es una asignatura pendiente en este país: la justicia local. Siempre vemos de arriba hacia abajo. Como abogado ocurre que una persona te dice que sabe que recurriendo al amparo va a ganar un caso, más ahora con el abuso de la prisión preventiva y otras acciones. En este país, la verdadera reforma debería ser en materia de procuración y administración de justicia local. Ha habido algunos intentos en ese sentido, como el de la justicia cotidiana. Ahí está, desde mi punto de vista, el problema de administración y procuración de justicia. Lo demás se tiene que seguir perfeccionando, acercándonos a la sociedad.

¿Cuáles son los retos más importantes que enfrenta el Poder Judicial y, en particular, la Corte?

Javier Laynez Potisek – Fundamentalmente, solidificar la fortaleza para seguir actuando como el poder que garantiza el equilibrio de poderes. Esto no significa forzosamente un enfrentamiento con los otros poderes, pero sí tenemos que ser muy claros en que la misión de la Corte, en un periodo de transición, es esencial para mantener esos equilibrios. Y así es históricamente, cuando la Corte cambia por la reforma de 1994, fue trascendental todo su primer periodo para acreditar y hacer realidad su transformación en Tribunal Constitucional.

Después de esa reforma el régimen político cambió brutalmente. En el año 2000 el partido hegemónico perdió la mayoría en ambas cámaras y México se embarcó en una transición democrática, social y política, que todavía no ha sido valorada debidamente, pero que fue trascendental, al menos, para las instituciones constitucionales. Yo siempre les digo a mis alumnos que quizás llegaron desde la secundaria o la preparatoria con algo que ya existía, pero a mi generación le tocó vivir el primer veto constitucional del presidente contra el Congreso en 35 años, y le tocó ver al representante del Poder Ejecutivo sentarse a negociar con las fuerzas políticas, y le tocó ver a un mandatario acudir al Tribunal Constitucional a presentar sus alegatos, que ganó en algunos casos, pero que perdió en muchos. Hoy estamos viviendo otro contexto político, legítimo y democrático, porque la ciudadanía así lo decidió. El papel del Tribunal Constitucional debe fortalecerse en este nuevo contexto para mantener su independencia y su autonomía, lo que no significa oposición a ningún régimen, para que los avances democráticos e institucionales se consoliden.

¿Cuáles son sus expectativas profesionales en los próximos años?

Desde que llegué a la Corte siempre he querido ser, si no el mejor, sí uno de los mejores ministros del Poder Judicial. Ese es mi objetivo. Llevo seis años en este cargo y tengo la firme convicción de que voy a cumplir con la misión que tengo encomendada.

¿Quiénes son sus héroes en el ámbito jurídico?

Javier Laynez Potisek – Históricamente, Mariano Otero. Pero te voy a sorprender con algo; yo me sorprendí con esto. Es injusto que conozcamos a este personaje sólo por la famosa Fórmula Otero, la que impone límites al juicio de amparo. Recientemente lo descubrí como un excelente diplomático y legislador con una visión increíble. Sólo hay que conocer su posición política e ideológica, por ejemplo, ante la invasión estadounidense o frente a la pérdida del territorio mexicano. Releí su obra y su biografía. Repasé sus escritos como diplomático. Se me pone la piel chinita cuando leo cómo se opuso y por qué se opuso a las pretensiones de Estados Unidos en su época en relación con la soberanía nacional. Más recientemente, admiro a Juan Díaz Romero, un excelente ministro, y me gustaría ser como él: un hombre con mucha claridad, honestidad e intelectualidad.

¿Qué consejos les daría a los estudiantes de Derecho?

Javier Laynez Potisek – Tienen una gran responsabilidad, porque en materia de derechos estamos viviendo una auténtica revolución, porque en la actualidad el Derecho no tiene nada que ver con lo que yo aprendí: el interés legítimo, el amparo contra omisión legislativa, la acción de inconstitucionalidad, la controversia constitucional, la declaratoria general de inconstitucionalidad, el nuevo parámetro de regularidad.

Hoy en día, en esta sociedad más alerta, las impugnaciones son más complejas. He visitado algunos circuitos y he presenciado algunas audiencias en materia penal y laboral. Me hubiera gustado mucho, como abogado del foro, protagonizar una argumentación oral, por ejemplo. Los estudiantes de hoy tienen la fortuna de vivir una época muy positiva para estudiar Derecho. Deben aprovecharla.

¿Cuáles son sus libros favoritos?

Javier Laynez Potisek – Me gustan las novelas de Milán Kundera y John Grisham. Hay un libro de José Saramago que me encanta: Las intermitencias de la muerte. Como sabes, estudié en Francia y suelo leer a autores contemporáneos como Michel Houellebecq, cuya obra, Sumisión, me fascina. También me gusta la obra de André Gide, La tregua de Mario Benedetti y, de mi juventud, Cumbres borrascosas de Emily Brontë.

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