Juan C. Esparza: sobre ultraderechas y populismo

Bazar de Apertura


¿Cuáles son los factores sociales, políticos y económicos que consideras que detonaron la ultraderecha en el mundo?

Cuando nos referimos a la historia de la ultraderecha, nos tenemos que remitir a la época de los nacionalismos, principalmente en el siglo XIX. Este es un periodo en el que, después de las guerras napoleónicas, una vez que termina el dominio francés que impuso toda una cultura, en cada país de los dominados por Napoleón se da un fenómeno interno, como una explosión cultural, una revalorización de sus propios términos, de sus propios factores culturales. Estos nacionalismos en un momento dado resaltan las tradiciones propias; principalmente en Alemania se van a exacerbar, y no es casualidad que sea en Alemania, uno de los países más afectados por las invasiones de Napoleón. Se desintegró el Sacro Imperio Romano Germánico en distintos estados alemanes que se van a unificar hasta 1871, siempre con una idea de superioridad por encima de otros pueblos europeos, principalmente a través de una rivalidad contra Francia.

Este acelerado nacionalismo, producto, como decía, de esta revalorización extrema de la propia cultura, en el caso alemán va a propiciar un orgullo nacional muy fuerte, aunado al proceso de revolución industrial que va a hacer que Alemania crezca muy rápido como potencia a la par de Francia e Inglaterra, y ese orgullo va a sistematizarse en ideologías políticas muy dañinas para la idea de supremacía.

Llegamos a Primera Guerra Mundial, después de este panorama del siglo XIX, cuando Alemania buscaba demostrar su superioridad a través de la violencia extrema, con la violación de muchos convenios, como el de Ginebra, para pasar por encima de los demás. Es esa nación la gran derrotada por las potencias que firman el Tratado de Versalles, donde le imponen condiciones de rendición y de sanciones extremadamente duras que vuelven a exacerbar ese sentimiento nacionalista que estaba deprimido por la derrota. Y es ahí que ese nuevo nacionalismo alemán se convierte en el germen del futuro movimiento nazi.

Pero sucede algo muy interesante. El movimiento nacionalista alemán del siglo XX es el tercero en aparecer. ¿Cuáles son los otros dos? El fascismo italiano en los años 20 es uno. Pero antes de éste, hay un movimiento en Francia que se ha dejado de lado en los estudios sobre estos temas, un movimiento nacionalista promonárquico, que buscaba conservar los valores de la época en la que Francia fue un gran reino, una potencia mundial, y sus autores llevan a concluir que solamente bajo la institución de la monarquía y bajo la supremacía ideológica de la religión católica es que esto se podía lograr. Es un sentimiento, en la década posterior a la Primera Guerra Mundial, haciendo un paralelismo muy exagerado, como de Make Francia Great Again. Las condiciones de supremacía a través de las corporaciones políticas y sociales que determinaron el orden en la Francia en épocas pasadas, la corona y la iglesia, forman los primeros grupos de choque llamados les Camelots du Roi, o los caballeros del rey, identificados con la insignia de una flor de lis, elemento iconográfico de la monarquía. Y en la década siguiente, como Francia no tenía mucha trascendencia y se había quedado en lo marginal, Mussolini tomó esos elementos y formó estos grupos conocidos como los Fasci di Combattimento, usando un elemento iconográfico del Imperio Romano consistente en unas varas atadas con una hacha que significan, entre otras cosas, la unión hace la fuerza o divididos nos quebramos, pero juntos somos fuertes.

Las causas que se encuentran en común en estos tres primeros momentos son una depresión económica, una depresión moral y la búsqueda del momento en el cual un liderazgo carismático, seguido por una población en un estado de postración y de decadencia, para depositar sus esperanzas.

En muchas partes del mundo la derecha radical avanza; sin embargo, en México persiste un rechazo hacia la derecha tradicional. ¿Puede México, desde esta posición, ofrecer un contrato simbólico o político frente a esta ola global o estamos simplemente en una recesión temporal? 

En México no ha habido lugar para que se desarrolle una derecha de esta naturaleza, aunque existe, pero numéricamente muy marginal. Primero porque la tradición histórica de México se decantó hacia el triunfo del liberalismo en el siglo XIX –triunfó la república sobre los conservadores–. Durante la intervención francesa, triunfó la república sobre el imperio y se consolidó el sistema republicano federal y la democracia representativa. En ese sentido, ya después del intermedio del Porfiriato, en el cual parece que estos valores quedaron supra dictados a la figura de un mandato personal que fue Porfirio Díaz, viene la revolución, que finalmente es la primera revolución social del siglo XX, que triunfa y que establece un modelo de Estado con bases populares. En este sentido, la afirmación del republicanismo en México, del liberalismo político, de la intervención popular, blinda la historia y la cultura nacional para estas tentaciones. 

Ahora bien, en México, en el siglo XX, ¿cómo aparecen estos movimientos? A raíz de otro levantamiento armado, hace casi 100 años, la Guerra Cristera, una reacción del pueblo católico de la región Bajío, Jalisco y estados periféricos como Aguascalientes, Querétaro, Zacatecas, Nayarit, Michoacán. Todas estas zonas centro-occidente estaban en contra de la política anticlerical del Estado revolucionario. En el desenlace –que es un triunfo político del propio sistema– se llegó a una situación que en la historia de la guerra cristera se denomina modus vivendi, “llevar la fiesta en paz”, con un compromiso tácito de que el gobierno no se volvería a meter en cuestiones de la competencia eclesiástica y la iglesia no volvería a tener una participación política. Es un orden que permanece intacto todo el siglo XX y que se altera en el siglo XXI con la llegada del Partido de Acción Nacional (PAN) a la presidencia con la figura del presidente Vicente Fox Quesada. Entonces, así como el Partido Revolucionario Institucional (PRI) tomó como mito fundacional y como base de sus valores ser heredero de la Revolución Mexicana, el PAN en la vertiente que encabezó Vicente Fox, que es la de los empresarios del bajío católicos, que también siempre fue un signo de pertenencia a este partido de forma implícita, buscó cambiar una narrativa. Recuerdo que, cuando estaba yo saliendo de la carrera e iniciando la vida profesional con conciencia de discernimiento político, era muy significativo ver cómo en el boom foxista de inmediato hubo una prisa por revertir la tradición política liberal y revolucionaria. En algunos casos se hizo, en otros se quedó en el intento en la tentación de eliminar de nombres de calles y de municipios y estados, la iconografía liberal y revolucionaria (se buscó volver al nombre virreinal de Santiago de Querétaro en vez de Querétaro de Arteaga y cambiar Puebla de Zaragoza por Puebla de Los Ángeles; en municipios como Benito Juárez y Emiliano Zapata, se buscó devolverlos al nombre virreinal); y de las oficinas públicas se quitó todo retrato de Juárez –3sto llamó mucho la atención y fue rechazado por la gente–; también coincide con la canonización de los 27 santos sacerdotes, mártires de la guerra cristera, asesinados injusta y cruelmente durante esa guerra. Montándose en ese boom cristero, se quiso traer mucho ese tema porque el PAN carece de una historia épica. Sin entrar en detalle sobre cómo, el PRI utilizó el discurso de la revolución para simbolizar sus valores. El PAN fue más bien es fundado por  abogados y empresarios de una clase alta que no tuvieron relación con la Guerra Cristera, pero que ideológicamente buscaban colgarse de este porque es un movimiento contra el estado emanado de la revolución: hicieron conferencias, películas, museos, la ruta de pueblos mágicos y una amplísima reforma física y de servicios de los pueblos de los Altos de Jalisco, pero eso se quedó en lo local, no fue un tema que trascendió a nivel nacional, a pesar del impulso que Fox le dio, porque lo que la historia le dejó al pueblo mexicano es una convicción de que el Estado debe ser laico y los valores religiosos son privados, y públicos cuando se trata de grandes fiestas como Semana Santa o como Virgen de Guadalupe, pero ajenos a la vida política. 

En México estamos blindados por todos estos factores. Hoy, aquí, no es un peligro como se puede ver en otros en otros países, como con la extrema derecha española del partido Vox que ha ascendido meteóricamente, o como con las recientes elecciones en Alemania, que hay un ascenso de partidos neonazis, o como lo que sucede en Francia, que se utiliza el voto hacia el partido de la extrema derecha, el de la familia Le Pen, como mecanismo de advertencia y castigo al gobierno en turno. La historia propia de México nos ha blindado de ese tipo de tentaciones totalitarias. 

¿Cómo se explica la creciente normalización de los discursos de odio, el racismo y la xenofobia, en las sociedades que presumen avances democráticos? 

Este tipo de discursos aparece principalmente desde la conciencia de la diferencia, y del miedo hacia la diferencia. En el caso de México, por ser un país en cuya historia está muy marcada por un periodo de dominación colonial con una estratificación de la sociedad –recordemos las castas de la Nueva España–, la vida independiente con la abolición de las castas –podríamos citar los Sentimientos de la Nación de Morelos, que dice que quedan abolidas las castas y no habrá distinciones y sólo distinguirá a un mexicano de otro el vicio o la virtud–.

Sin embargo, las mentalidades quedan muy arraigadas, estos sistemas que si bien ya no se utilizan, pues simple y sencillamente a lo largo del siglo XIX las clases altas que se autodenominaban los hombres de bien, señalaban a las clases populares con adjetivos, con calificativos como la chusma, la muchedumbre, el populacho. En la segunda mitad del siglo XIX, con el ascenso del liberalismo y toda la generación de liberales de Juárez, los cambios sociales los impulsó el pueblo propiamente, que se vuelve un protagonista; sin embargo sigue quedando un clasismo, que hasta la fecha es muy dañino en la vida pública nacional. 

Si bien ya no existen estas nomenclaturas virreinales como criollo, mulato, salta pa tras, cambujo, entre otros, seguimos escuchando categorías como güeros y prietos, y de alguna manera es una forma de no asumirnos como un pueblo heterogéneo, mestizo, y darle un privilegio a un materialismo que viene impuesto de modas extranjeras. Hay países como Estados Unidos que tienen un problema orgánico con esto, el racismo, principalmente dirigido a la población negra, que a se quiere solucionar a través de medidas cosméticas (en el cine, por ejemplo, con la inclusión de personajes negros que en el guión original o en la obra literaria de la que se trate, son blancos) que no solucionan nada; en México parece que absorbemos esos discursos de problemas que maps bien se tienen que resolver en sus propias instancias; nosotros tenemos otros temas por resolver como el clasismo y el racismo, y para ello es muy necesario voltear hacia adentro y ver qué ha pasado con la cuestión indígena. Se nos habían olvidado las comunidades indígenas hasta hace 30 años, hasta el 94, con el alzamiento zapatista. Antes de eso pensábamos que eran elementos folclóricos, decorativos, históricos y no verdaderos hombres y mujeres vivos con necesidades profundas que integran nuestra población. 

Creo que hay una solución que está a la vista de todos, pero falta que nos adentremos a todos los temas: la educación, conocernos, conocer los valores del otro, conocer los orígenes del otro y apreciarlos tal como apreciamos los propios. 

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¿Cómo considera que ha cambiado la ultra derecha clásica, respecto a la contemporánea? ¿Qué estrategias o narrativas simbólicas han utilizado para revitalizarse y ganar poder pese a su pasado? 

En el caso Europeo es muy preocupante porque me parece que están llegando ya a un grado de cinismo de reivindicar los valores de esas extremas derechas del pasado. El caso Español de verdad es espeluznante en este año se cumplen 50 años de la muerte del dictador Francisco Franco y de los primeros pasos que se dieron de retorno a la democracia, que ha sido una democracia muy imperfecta. El mismo Franco, meses antes de morir, dejó una filmación en la cual daba un testamento político y termina con la frase y todo está atado y bien atado. Y podemos ver que quedó un partido emanado de su dictadura, que es el actual Partido Popular, y que la monarquía actualmente es una monarquía que quedó por designio de Franco. El franquismo fue, digamos, debatido, no tuvo un proceso de extirpación como en el caso italiano, como en el caso alemán, siguió ahí latente, y esto permitió, 40 años después, 45 años después, grupos que rebasan a la derecha por la misma derecha, como Vox, y que reivindican ese franquismo cínicamente, porque el Partido Popular se lo calla. Y también, bueno, pues, que vuelven con el discurso de gloria del pasado, remitidos al Imperio Español, fue el más poderoso, pero que reivindica un derecho como de tutoría moral sobre sus antiguos territorios, en lo que hoy llamamos América Latina, término que les molesta mucho a la derecha en España. Entonces, bueno, ahí está, ahí está esa amenaza cínica. No es cosa menor, no porque sea un partido que está en las preferencias electorales en cuarto lugar. Deja de ser importante porque ha crecido mucho. Lo peor de todo es cuando en México se escuchan voces que se suman. Recordemos esta visita del líder de Vox, Santiago Abascal, a México para hacer un llamado, afirmar un manifiesto en torno a los ideales como de supremacía, de la cultura hispánica, de unión, en algo que él llamó la iberósfera. Que si analizamos la palabra, pues el prefijo ibero ya está determinando al sustantivo esfera, en el cual quedan contenidos toda la cultura y todos los países, como dependientes todavía de España, como si no tuvieran el resto de los países derecho a una cultura que se construyeron de manera propia. Es alarmante a mí, la verdad, sí, me llamó mucho la atención ver cómo políticos mexicanos se suman a esto. Lo mismo que políticos mexicanos que alaban las medidas del trumpismo, mexicanos que en Estados Unidos votaron por Trump, la primera y la segunda vez, creo que es un tema que merece un estudio verdaderamente concienzudo. Yo creo que se puede explicar en el caso de los paisanos que apoyaron el trumpismo, apoyaron y siguen apoyando el trumpismo, con la cuestión de la transmisión del mensaje de las narrativas de ciertos valores tradicionalistas. Ahí ha quedado muy claro un partido republicano que a apoyado políticas de apertura a la diversidad sexual principalmente étnica y la narrativa de los que se molestan con esto, reivindicando valores de identidad purista, de acuerdo a su origen puritano, que también es un factor religioso muy pesado. Y entonces uno se preguntaría, ¿por qué un mexicano que pertenecería a una diversidad étnica va a votar por los racistas? Porque dentro de todo el racista le está hablando de los valores que le son comunes, familia, religión. A ver, aunque son protestantes y en su mayoría el mexicano es católico, pues que le hable en estos términos, en muchos casos a ese migrante republicano y trompista, le llena los vacíos que dejó al haber emigrado, al haber perdido esas tradiciones en México, pues se aferra a lo que más se puede parecer en Estados Unidos. Entonces sí son, yo creo que elementos que se tienen que estudiar, caso por caso, país por país. Pero finalmente son, digamos, resumiendo, el miedo hacia el otro, el miedo hacia el diferente. En el momento que esos miedos se eliminen, y como dije hace un momento, solo a través de la educación y reconocimiento, vamos a poder tener sociedades en las cuales esas diferencias no sean motivo de desencuentro

Existe cierta banalidad en el abordaje de las derechas cuando se habla de alguna ideología ligeramente conservadora. ¿Cómo diferenciar entre una derecha tradicional, un populismo conservador y una verdadera ultraderecha autoritaria?

Todas las posturas políticas tienen sus matices. La vieja dicotomía de izquierda y derecha ya no es aplicable, desde que aparece un centro y matices  centro-izquierda, centro-derecha, izquierda radical, o los que acabas de mencionar. En el caso de la derecha, como decía hace un momento, valores como patria, familia, religión, siempre han sido los elementos que orbitan en todos los matices de esta ideología. De alguna manera eso también ha sido puesto como en cuestionamiento, como decía el expresidente López Obrador. El concepto de familia no debe ser privativo de la derecha, también en la izquierda hay familias, también en el centro de familias. Entonces, ¿cómo distinguir cada una? Yo creo que en el grado de violencia discursiva: en la extrema derecha, por ejemplo, está efectivamente el discurso del odio y la xenofobia, que llegan también hasta las propias acciones en contra de determinados grupos. Un pensamiento en la derecha, pero más matizado, podría ser el de un conservadurismo, que creo que pudiera ser no privativo de la derecha; en cualquier ideología hay gente con familia, con una fe, con amor a su tierra. 

Hoy son públicos los grupos que han llevado tradicionalmente la utilización del catolicismo hacia la violencia, como la Organización Nacional del Yunque, que surgen precisamente de la decepción de los resultados de la Guerra Cristera. En su momento fue la Unión Nacional Sinarquista, en los años 40, que tuvo una vigencia cada vez menor hasta que perdió su último registro hacia las elecciones intermedias del periodo de Salinas de Gortari, en el 91. Hay otra organización que se mantiene muy discreta, pero que busca incidir en distintos campos del poder, de la educación, y a la cual investigaciones como la del periodista Álvaro Delgado le han señalado eventos de violencia y hasta crimen.

Al final, para hacer la distinción, hay que matizar los niveles de violencia. Esas divisiones tan férreas de las posturas políticas no son ya tan vigentes. Pero de lo que hay que cuidarse es del discurso y de las acciones de odio. Desgraciadamente, hoy con el fenómeno migrante, se está dejando ver cómo afloran muchos de estos sentimientos en quienes menos se esperaba.

Nuevamente, es necesario conocernos, conocer nuestra cultura, aprender de otros, de los que son diferentes, y ver qué nos puede engrandecer y qué podemos compartir. 

En un contexto latinoamericano, y como es bien sabido, nuestra historia en la izquierda representa, se da por medio de una respuesta a violencias culturales, no.  Entonces, ¿qué nos dice el surgimiento de las nuevas derechas radicales sobre los límites o fracasos de aquella respuesta histórica? ¿Mayor izquierda? 

La izquierda en México tuvo un camino muy difícil, porque de alguna manera su discurso lo monopolizó el partido oficial durante el siglo XX. Las llamadas promesas de la revolución (tierra, libertad, derechos laborales, derechos sociales, derecho a la salud), en una etapa, este estado hegemónico las fue cumpliendo hasta cierto momento de agotamiento del propio sistema, cuando entró en un proceso de decadencia en los servicios públicos. Esto permitió alimentar el discurso de fortalecimiento de la izquierda en la medida en que a cambio de esos servicios públicos, que en algún momento fueron motivo de orgullo, se canceló el relevo político o la alternancia política de la cual se habla tanto. 

Tenemos un siglo del PRI, pero ¿qué pasó con la izquierda en esos momentos? Tuvimos un partido comunista que fue completamente simbólico y testimonial, muy importante en sus personajes, en sus líderes, que fueron sumamente perseguidos, generalmente líderes sindicales (Demetrio Vallejo, Valentín Campa, Jacinto López), sindicatos ferrocarrileros y de educación principalmente. Y ese discurso fue perseguido. Está esta terrible cárcel, el Palacio Negro de Lecumberri, que era para presos de conciencia, generalmente.

Más adelante, con la formación del PRD, el problema que tuvo siempre estructuralmente fueron las tribus, que nunca hubo un proceso de integración dentro del mismo PRD, los distintos sectores que lo integraron permanecieron aislados y trabajando en su propio beneficio. Estas tribus del PRD cometían mucho canibalismo, cada cambio de dirigencia era un problema interno, nunca se pudo dar un relevo ordenado. ¿Cómo surge el PRD? Es un partido que aglutina distintos descontentos, desde la política neoliberal inaugurada en México por Miguel de la Madrid –la privatización, el congelamiento de sueldos, la cancelación de prestaciones va generando una brecha salarial y una creciente pobreza ante la bancarrota del Estado, una hiper devaluación comparable solo con la Venezuela actual–. Tenemos la incompetencia de la autoridad local de la Ciudad de México y federal con respecto al terrible sismo de 1985, una falta de respuesta oficial impresionante, y la escisión interna del PRI en la corriente democrática ante la protesta por el rumbo económico que se estaba llevando, encabezada por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, que finalmente, después de las elecciones de 88, marcadas por la sombra del fraude, muchas de estas organizaciones políticas se fusionan para dar como resultado el nacimiento de este partido que llegó a tener una autoridad moral, pero a lo interno una debilidad estructural. El problema fue, si falló la izquierda, si falló la izquierda del PRD y en qué momento. En el momento en el cual la dirigencia encabezada en el segundo lustro del presente siglo por Jesús Ortega, se entrega completamente al PAN de Felipe Calderón. En ese momento, con la idea de formar alianzas pragmáticas para ganar gubernaturas e ir todos unidos contra el PRI, se olvidaron los principios, se habló mucho de estas alianzas contra Natura, sobre todo también con el fenómeno lópezobradorista. Se denunció que el partido al que se acusó de robar la presidencia fue al que se le unió solo por ganar migajas de poder. Ese era el discurso con el cual se criticó esta acción del propio PRD, que cada vez fue siendo más irrelevante, terminó siendo una mera comparsa del PAN y los resultados los acabamos de ver con la pérdida de su registro. Simultáneamente, la génesis de Morena en el movimiento lópezobradorista, que a diferencia de otros partidos, no se fundó desde una élite, sino desde un movimiento popular, desde organizaciones perfectamente construidas a lo largo de estos años, es lo que le dio la fortaleza y que bueno hoy en día enfrenta el reto de superar la vieja herencia perredista de las tribus. Es el reto que tiene que seguir esta izquierda actual, no digo nueva, digo actual, vigente; aprender de su propia historia para evitar precisamente que pueda existir un fortalecimiento de esas derechas extremas de las cuales hemos hablado.

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