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Luis Uriel Gómez: ¡Ayotzinapa sigue!

Luis Uriel Gómez, Ayotzinapa

Luis Uriel Gómez | Foto: David F. Uriegas ©

Este mes se cumplen 8 años de la desaparición forzada de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”. En 2018 se reabrió el caso y se creó la comisión presidencial de la verdad y la justicia para el caso Ayotzinapa; en agosto detuvieron a Murillo Karam, entonces procurador general de justicia y autor de la “verdad histórica” y la lucha sigue. Luis Uriel Gómez nos comparte su experiencia.

Luis Uriel Gómez es profesor de primaria en las sierras de Guerrero. Egresó de la Normal Rural «Raúl Isidro Burgos», después de lo acontecido durante la Noche de Iguala. Sobrevivió al caso de desaparición forzada y fue vocero del movimiento de Ayotzinapa.


Ayotzinapa

Ayotzinapa para mí significa todo, porque fue mi segunda casa, por mis compañeros, por las comidas. Más que nada, también, por el aspecto campesino; ahí nos enseñaban varias ramas y en una de ellas entraba lo que yo hago en el campo: trabajar con la tierra, con los animales. De hecho, ahí teníamos gallinas, conejos, puercos, vacas y caballos.

Las prácticas de los estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos

Cuando íbamos en primer grado y nos mandaron a las prácticas estudiantiles de observación, los profesores nos decían: “¿Saben qué? Aquí son normalistas rurales. Les va a tocar ir a lo más lejano, donde no hay internet, ni señal, hasta donde no llega el transporte”. Y, pues sí, era pura terracería y el auto no entraba hasta donde íbamos; llevábamos maletas, mochilas, libros, todo, porque íbamos a la práctica de observar. Yo andaba en huaraches, me acuerdo; siempre uso huaraches de esos cruzados y mis compañeros pues usaban tenis; otros, zapatos. Fue casi una hora de camino a pie. Había compañeros que ya estaban cansados pero nos decíamos: “Ni modo, pues, hay que aguantar; por eso es la semana de prueba, porque debemos tener condición”. Un profesor normalista rural que siempre está en la sierra, cuando no encuentra transporte, tiene que caminar. Esa fue mi primera experiencia ahí. 

Toma de camiones y lucha social

Hay mucho contacto con las organizaciones sociales de Guerrero y nacionales. Se han llevado a cabo, incluso, reuniones a nivel nacional que tienen lugar ahí en la normal rural. Cuando llegué todo me pareció nuevo, pues en la normal la toma de camiones representa una forma de la lucha social. A nosotros al principio eso se nos hacía incorrecto, pues cómo nos iba a ver la sociedad; pero pronto uno se da cuenta del motivo: desde años atrás, los estudiantes han estado solicitando un camión al gobierno de Guerrero. En las negociaciones con la Secretaría de Educación Pública, en primer lugar siempre se hallaba la petición de un camión. En alguna ocasión nos mandaron un microbús, pero pues, desgraciadamente, en las subidas a la sierra no aguantaba y teníamos que bajarnos todos para que el vehículo pudiera ascender. Después llegamos a un acuerdo con la empresa de los camiones para tomarlos cuando los necesitáramos, a cambio del compromiso de no dañarlos y de respetar a los choferes. 

Fuera de eso, la Secretaría de Educación Pública en Guerrero siempre ha hecho caso omiso a nuestra petición. Créeme que si nos dieran un autobús, sería más que suficiente, pues con él tendríamos para movernos hacia las marchas.

Familiares y sobrevivientes

Que nos investigue la Fiscalía General por nuestra posible responsabilidad en la desaparición de nuestros compañeros, siempre se ha venido pidiendo por parte de los familiares. Yo entiendo el coraje y la frustración que tienen por el tema de la desaparición de sus hijos. Surgen muchas preguntas: ¿qué les estará pasando?, ¿cómo estarán?, ¿seguirán vivos? Se entiende. Y sí, han pedido a la fiscalía que abra una investigación a varios compañeros. No te puedo decir que a mí, porque en lo personal nunca me han dicho nada; pero si pidieran que me investiguen a mí por esos hechos, yo estoy dispuesto a colaborar. Estoy tranquilo.

No sé si fue la mente o si logré escuchar que alguien me dijo: “Vete al primer camión”, y así como lo escuché, sin pensarlo dos veces y me fui al primer camión. Todos los del tercer autobús son los chavos desaparecidos.

Ha habido muchas críticas a varios compañeros que se han posicionado políticamente colgándose del movimiento de los 43, porque no fue cualquier movimiento. Varios padres acusan a algunos de ellos, que entonces encabezaron las diligencias, y piden que se les investigue, pues creen que probablemente esos compañeros saben qué pasó. Y, pues, los padres están en todo su derecho. No obstante, los compañeros siempre se han mantenido abiertos a colaborar en las investigaciones.

Después de la noche de Iguala

Durante el sexenio de Enrique Peña Nieto yo volví a Guerrero. En 2017 me dieron un interinato en Acapulco. Recuerdo bien que un 25 de mayo, cuando ya estábamos por las clausuras, me “levantó” un grupo delictivo de Los Rojos y a mi papá le pidieron una cantidad exagerada de dinero que no podía reunir. Yo fui e interpuse una queja ante el Prodh y les dije, “Oye, ¿sabes qué? Me pasó esto; yo no sé si fue por lo de Ayotzinapa, yo no sé si sólo querían extorsionarme, pero conocían todos mis datos, mi nombre, de dónde venía, a dónde había regresado; sabían quién era y sabían cómo me movía. ¿Qué van a hacer al respecto?” Ellos me dijeron que iban a analizar el tema; ahí estaba Beristain, ahí estaba Birulfo, estaban otros abogados del Prodh, y pues prometieron que iban a checar la situación para ver qué podían hacer. Yo fui claro con mis compañeros Omar y David, los compañeros que en ese entonces éramos voceros. Les dije: “Pues hasta aquí no veo ninguna preocupación suya; sólo si me hubieran matado habrían reaccionado. Se hubieran armado, pero pues iba a volver a lo mismo”.

Me gustaría que todos los políticos que estuvieron involucrados en esa masacre paguen lo que hicieron.

Cuando me fui a Guadalajara, Jalisco, a trabajar, decidí deslindarme de Ayotzinapa. Ya no me gustaba, ya no quería saber nada de eso, ya deseaba empezar a hacer mi vida muy aparte de eso. Estuve allá muy tranquilo hasta 2018, cuando ganó Andrés Manuel López Obrador y reabrió el caso. Me llamaron Omar y David, y otros compañeros: “Oye, ¿sabes qué, Güicho? Fíjate que el presidente tiene nuevas intenciones de que se lleve a cabo esto de las investigaciones y tú eres pieza clave aquí porque estuviste desde el principio, viste muchas cosas y tu declaración fue una de las más largas que hubo después de las de nosotros”. Yo les dije: “No, pues, compa, yo la neta les dije que yo de Ayotzinapa ya no quería saber nada, ya no me hablen de eso”, y así los cortaba. Y los compañeros insistieron. Me acuerdo que Omar, pues habíamos tenido por ahí unos problemillas personales y nos dejamos de hablar, me buscó: “Oye, ¿sabes qué? Pues hay que dejar atrás eso. Hay que echar la mano al movimiento, por los compañeros, por los padres de familia”. Una de mis consignas siempre fue que, a pesar de que los compañeros estuvieran desaparecidos, la única manera como yo los podía ayudar siempre iba a ser hablando por ellos y dando la cara ante todo. Por eso regresé otra vez a la fiscalía.

Avances en las investigaciones

Pues avance, avance… no. Yo podría decir que el asunto sigue en lo mismo. Avance no hemos tenido; un avance que uno pueda decir: “Ah, por fin va a haber seguridad para nosotros, o por fin va a haber responsables a los cuales van a encarcelar”… pues no. Siempre en las noticias sale lo mismo: “Asesinan al líder del cártel de Los Rojos”, “Al líder del cártel de Guerreros Unidos lo asesinaron, que era pieza clave para lo de Ayotzinapa». Siempre eso y, pues no, desde mi punto de vista las cosas siguen igual desde que inició todo esto.

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La noche de Iguala

¿Cómo te podría explicar? Fue algo muy complicado y ni siquiera debí haber estado ahí. En ese entonces yo era delegado nacional; un delegado nacional se encarga de estar en reuniones con las normales de todo el país, llevando información. El delegado no tiene nada que ver con la actividad de lucha, pues. Esa noche fui porque cuatro de mis paisanos iban a ir. Estaba en primer grado, y dije: “No, pues si van ellos, voy yo con ellos, porque pues así yo me puedo sentir seguro si algo pasa”. Sentía una vibra de que algo malo iba a pasar; incluso se lo dije a los choferes. Todos iban tranquilos, alegres, cantando canciones de Christian Nodal, que entonces estaba de moda.

Yo me sentía tenso. Iguala, tú sabes, es foco rojo de grupos delictivos. Es como si fuéramos a Acapulco. Acapulco está igual. ¿Cuántos cárteles hay ahí? Y llegar ya tarde noche, pues no me gustaba. Mis compañeros me decían: “Tú, tranquilo”. Pero yo todo el camino fui, pensando que algo malo iba a pasar.

Cuando salimos de la central, tomamos tres autobuses. Íbamos en caravana. Los choferes no salieron por el lugar indicado, por donde lo hacen normalmente para tomar el libramiento de Chilpo, sino que tomaron la dirección equivocada para ir al centro. Yo iba en el tercer autobús, acompañado por mis compañeros, justo cuando en el centro estaba el mitin político del ex presidente y de su mujer, los Pineda, quienes a lo mejor pensaron que nosotros íbamos a hacerles un boicot a su evento, pero nosotros desconocemos lo que ocurría allí. Lo único que queríamos era salir de ahí y tomar camino directo a Chilpancingo. Ahí fue cuando empezó todo. 

Hubo un momento, sin embargo, cuando los policías bajaron las armas y todo. Esa noche me iba a entregar. Pero un compañero, Ángel Neri, a quien le decimos Acapulco, el hijo de don Felipe Cruz, me detuvo y me dijo: “No, ¿sabes qué? No te vas y no te vas”. Si no fuera por él, yo también habría estado en la lista de los desaparecidos, pero pues por algo pasan las cosas, ¿no? Esa noche me quedé con muchas dudas al ver los cuerpos de los compañeros fallecidos y a varios compañeros heridos. “¿Por qué nos hicieron esto? O sea, ¿nos confundieron? ¿Qué pasó ahí?” Estábamos hablando de la policía, pues, el grupo delictivo; no sé si describirlo como grupo delictivo o como paramilitares, por la forma en que vestían, todos de negro, encapuchados, con armas largas. Yo pensé que eran de la Marina o militares, porque sí estaban altos en comparación con los narcotraficantes, a quienes estamos acostumbrados a ver a chaparros, gordos, chavos de 15 años, y éstos que llegaron pues yo les calculaba como 1.90 metros de estatura, más o menos.

Empezaron los primeros balazos; balazos al aire para que toda la gente que estuviera ahí empezará a correr y dejará el espacio libre. Yo iba en el tercer autobús con mis compañeros. Y no sé si fue la mente o si logré escuchar que alguien me dijo: “Vete al primer camión”, y así como lo escuché, sin pensarlo dos veces y me fui al primer camión. Todos los del tercer autobús son los chavos desaparecidos. Ya en el primer camión, a un compañero, Aldo Gutiérrez, le dieron un balazo en la cabeza; se encuentra en estado vegetativo hasta la fecha. Todos nos quedamos impactados; esos venían, ahora sí, dispuestos a chingarnos. 

Cuando pasó eso, se nos atravesó una camioneta de la policía justo antes de salir al Periférico, y no nos dejaron salir. Nos encerraron y entonces los balazos ya estaban dirigidos hacia nosotros. Sobrevivimos porque nos escondimos detrás del primero y el segundo autobuses; estábamos en medio de ambos. Me puse a grabar con mi teléfono; de hecho los videos que están en YouTube yo los grabé con mi celular; ahí se ve claro cómo los policías están reventando los casquillos y nosotros les gritamos por qué nos disparaban si éramos estudiantes. Todo eso quedó grabado. 

A los compañeros del tercer autobús los subieron a las patrullas y se los llevaron. No había más autos transitando por ahí después. Se nos hizo muy raro. Llamé a los compañeros que no habían llegado y me dijeron que estaban detenidos en retenes de militares y que no dejaban entrar a nadie a Iguala. Era como si hubieran cerrado la ciudad para poder hacer eso.

Que nos investigue la Fiscalía General por nuestra posible responsabilidad en la desaparición de nuestros compañeros, siempre se ha venido pidiendo por parte de los familiares.

Llamamos a la prensa. Posteriormente, llegaron los demás compañeros, entre ellos Omar y David. Entre las doce y la una de la madrugada se produjo el segundo ataque. Allí fallecieron dos compañeros; así como llegaron, los rafaguearon. Yo y otros compañeros nos escondimos al otro lado de una barda, en un terreno baldío. Hubo compañeros que se escondieron debajo de los autos, otros arriba de una casa; a otros les abrieron las puertas y los dejaron entrar a algunas casas. Los compañeros que estaban en el techo dicen que ellos veían cómo andaban las patrullas para arriba y para abajo. Desde donde estábamos escondidos también veíamos cómo pasaban taxis y patrullas de policías municipales y estatales; pero no detuvimos a ningún taxi. Recuerdo que un familiar me advirtió desde antes: “Ten cuidado cuando vengas a Iguala; trata de nunca mencionar que eres de Ayotzinapa, porque aquí a los de allá no los quieren —dijo— y los taxistas aquí son halcones; o sea, esos cabrones te pueden decir que te llevan, pero en lugar de eso te entregan”. 

Le marqué a mi compañero David y le dije dónde estábamos. Me respondió que ellos ya estaban en la fiscalía y me advirtió que irían por nosotros. Le pedí que llegaran gritando para que saliéramos. Cuando los escuchamos empezamos a salir y nos juntamos todos. Nos llevaron a la fiscalía, donde declaramos, y fuimos a buscar a nuestros demás compañeros a las cárceles, donde nos dijeron que no habían llevado a ningún estudiante y que no tenían reportes al respecto. Pero nosotros vimos cómo se los llevaban en patrullas. ¿A dónde se los llevaron? Cuando regresamos a la Normal tomó forma la hipótesis de una desaparición forzada.

Después de lo acontecido

Primero el caso lo llevó el gobierno estatal. Tuvo que renunciar Aguirre y en su lugar entró Rogelio Ortega como interino. Después, cuando se dieron cuenta de que no podían sostenerlo, se involucró el gobierno federal a través de Jesús Murillo Karam, el fiscal general, quien aventuró su verdad histórica, sosteniendo que los compañeros habían sido quemados.

Después llegó el grupo interdisciplinario de expertos, pero desgraciadamente el gobierno de Enrique Peña Nieto no lo dejó continuar porque iban a gastar un millón de pesos. Realmente nunca hubo avances durante ese sexenio. Con el actual gobierno se formó la comisión presidencial para la investigación del caso Ayotzinapa; pero también hay pocos avances: se han publicado noticias acerca de que han asesinado a algunos líderes del grupo delictivo, que supuestamente son clave, o que eran clave, para la investigación. Ahorita estamos en espera de lo que diga el presidente con el informe que tiene.

Cómo me siento

Me siento con mucha desconfianza. Créeme que al principio era muy difícil porque incluso cuando estaba en mi casa o en la normal, y de repente estaba dormido y escuchaba cohetes, me levantaba de volada; se me venía al recuerdo de esa noche, los balazos, los uniformados, las patrullas y experimentaba una gran impotencia. Lo he ido superando poco a poco, pero si veo policías se me viene a la mente Ayotzinapa. Lo he ido superando gracias a las terapias que he tenido ahí en Acapulco con la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas.

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Sobre la desmovilización política

Desgraciadamente cuando surge el caso de Ayotzinapa muchos se aprovecharon del movimiento porque sabíamos el peso que tenía, ¿no? Hubo compañeros de otras organizaciones que tomaban casetas; incluso maestros tomaban casetas en Acapulco, Guerrero y decían: “No, pues somos de Ayotzinapa” y por eso los policías los dejaban hacer. Pero agarraban todo ese dinero de las casetas y se lo repartían entre ellos; ya era para beneficios personales. Hubo un montón de colectivos así que, incluso, llegaron a bajar camiones de cerveza, de la Coca-Cola, de la Bimbo y decían que eran de Ayotzinapa, pero la gente de Ayotzinapa nunca ha tomado camiones de cerveza. Si tomamos de la Coca-Cola, de la Pepsi o de la Bimbo, y sus productos se les reparten a la gente. Bueno, pues por esos actos mucha gente decía: “No, pues estos de Ayotzinapa ya se están pasando de la raya, ya están haciendo cosas que no son limpias”.

Pero créeme que en todos los movimientos siempre va a haber gente para desacreditar el movimiento. Y es lo que ha pasado: han manchado mucho a Ayotzinapa, y ya hay gente que, cuando convocan a los padres del movimiento, no quiere asistir, porque tiene miedo de que haya represión. Pues, como te digo, en una marcha nunca faltan infiltrados que empiezan a armar el desorden y entonces se producen los enfrentamientos con la policía y desgraciadamente los que pagan las consecuencias a veces son los padres de familia, las madres de las víctimas. Por eso siento que se ha ido perdiendo todo el apoyo hacia las personas, hacia los familiares y hacia la normal, porque los han desacreditado.

¿La gente ve Ayotzinapa como un espectáculo?

Muchas veces sí. En muchos mítines incluso había gente que se ponía a vender playeras u otros objetos sobre Ayotzinapa. Y ya era como un negocio. Y yo ya no lo veía como lo que era antes. Yo me sentía humillado.

Tiene rato que no he participado en marchas y no me he querido acercar a los padres de las víctimas por miedo, porque siento que me van a rechazar. Hay una cosa que los padres no entienden: debo trabajar pues tengo una esposa y dos hijas a las que debo mantener y ellos querían que estuviéramos de lleno en el movimiento. Yo estaré ahí siempre y cuando esté libre. Cuando fue mi caso, el de Acapulco, nadie me apoyó, y me sentí muy triste.

¿Hay esperanza en el gobierno actual?

Pues quién sabe. Es que la esperanza era Andrés Manuel López Obrador. Él ha sido muy responsable. Tenemos fe en que dé buenos resultados. Sobre todo, tenemos la esperanza de que haya justicia.

Justicia

Me gustaría que todos los políticos que estuvieron involucrados en esa masacre paguen lo que hicieron. Cuarenta y tres estudiantes desaparecidos, que apenas se estaban postulando para futuros profesores, no es cualquier cosa. Vamos por la justicia.

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