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María de la Luz Lima Malvido: por qué son importantes las víctimas

Profunda conocedora del sistema penal y de la criminología, la catedrática, investigadora y ex funcionaria pública María de la Luz Lima Malvido ha trazado un camino, no sólo en México sino a nivel internacional, para la defensa de quienes han sufrido daño físico, psicológico, emocional o financiero a causa de un delito o del abuso de poder. Son las víctimas su razón de ser profesional y siguen siendo su motivación en los muchos proyectos que aún tiene por delante, a casi 50 años de haber comenzado su trayectoria profesional como abogada de la Procuraduría de la Defensa del Menor. En esta entrevista recuerda sus logros y retos como fiscal de delitos sexuales, especialista antisecuestros, diputada federal y subprocuradora en la Procuraduría General de la República, y repasa las fortalezas y debilidades de nuestro sistema penal, convirtiéndose en una interlocutora indispensable en la consolidación de nuestro sistema de justicia penal.


¿Quién es María de la Luz Lima Malvido? ¿Qué roles desempeña? ¿Qué le gusta hacer?

Soy una mujer hiperactiva; me encanta tener grandes retos. Uno de mis roles es el de madre: tengo unos hijos maravillosos y creo que ese es uno de los más grandes privilegios que puede tener una persona. Aunque ya están grandes, siempre estoy al pendiente de ellos para ayudarlos. Eso me encanta.

Otro rol que cumplo es el de esposa de un hombre admirable, el académico Luis Rodríguez Manzanera. Llevamos 48 años juntos en una relación enriquecedora. Siempre dedico una parte de mi tiempo a mi pareja; no todo en mi vida es la academia.

También he podido incursionar en el servicio público y presentar proyectos con tribunales de justicia, con la Cámara de Diputados, con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, como subprocuradora general de la República, entre otros. La vida pública es muy enriquecedora.

Finalmente, soy una académica, lo que me ha dado otro tipo de satisfacciones. Los libros, los alumnos, la formación de nuevas generaciones, dejar un legado y un liderazgo a nivel nacional, impulsar a los alumnos a implementar los cambios que nosotros ya no tendremos tiempo de llevar a cabo.

¿Por qué decidió dedicarse al mundo del derecho habiendo sido profesora de educación primaria en la Escuela Nacional de Maestros?

Vengo de una familia de educadores. Mi abuelo, Salvador M. Lima, jalisciense, fundó la Normal en su estado y es considerado uno de los grandes pedagogos de México. En la Ciudad de México fundó el Tribunal para Menores y comenzó a tener una gran participación en el magisterio. También fue director de la Escuela Nacional de Maestros.

Mi madre quedó viuda muy joven, con cuatro bebés. Esa orfandad la llevó a inculcarnos que primero estudiáramos para ser maestras, para que después pudiéramos solventar la carrera que eligiéramos. Y tuvo mucho éxito: su primera hija se convirtió en médica cirujana, la segunda en dentista, yo me incliné por la abogacía y la más pequeña eligió pedagogía. Fuimos muy afortunadas por tener una madre extraordinaria, que nos impulsó, nos empoderó, porque en casa no había varones y tuvimos que aprender a hacer todo tipo de actividades. Recuerdo que cuando me casé llevé a mi nueva casa mi burro de carpintero y mis herramientas de trabajo, porque estaba acostumbrada a hacer de todo.

Como ves, el magisterio se me dio, por mi historia de vida. Y me encanta la cátedra; me considero muy buena maestra y mi más grande pasión es darles clase a los miembros de la policía. Mi primer grupo, a los 22 años, tenía 90 elementos de la Policía Judicial, y desde ese momento se volvió una pasión para mí hacer modelos policiales. Actualmente todavía doy clases; la semana pasada finalicé un curso de política criminal que impartí a un grupo de elementos de la policía.

¿Cuál es el área de las ciencias penales que más le agrada trabajar y por qué?

Me fascinan la victimología y el derecho victimal, que es esta última una nueva disciplina jurídica. Cuando me inicié en la materia penal, decidí que el litigio no era mi camino. Me atrajo la criminología y comencé a estudiarla, pero por mi historia de vida, por lo que viví y padecí fue que decidí empezar a trabajar en la victimología, un área que estaba abandonada, a la que nadie le había dedicado tiempo. Así me percaté de que podía convertirme en una especialista, no sólo en México sino a nivel mundial.

Las metas se cumplen. Cuando pones los medios para llegar a tus fines y si crees en lo que vas a lograr, sucede. Por eso me gusta impulsar a mis alumnos a que piensen en grande, a que sean los mejores, porque nuestro país necesita líderes.

Durante su vida como profesora ha pisado múltiples universidades a nivel nacional e internacional, en países como Croacia, República Dominicana, Reino Unido, Colombia, Guatemala, Costa Rica, Honduras y, desde luego, México, por mencionar algunos. ¿Qué aprendizaje le ha dejado esta experiencia con respecto a los perfiles de las instituciones educativas y sus alumnos?

En Europa los alumnos dominan muchos idiomas, lo que en Latinoamérica es muy difícil. Con padres de distintas nacionalidades, los alumnos europeos pueden dominar hasta cinco idiomas, lo que me impresionó. Además, eso les ayuda a desarrollar su capacidad cerebral, ya que desde pequeños, digamos entre los tres y los cinco años de edad, empiezan a hablarlos.

Recientemente hubo una reunión de rectores en Bolonia donde se señaló que la cualidad más deseable para los alumnos universitarios de Europa era la movilidad. Es muy común encontrar alumnos de Alemania, España o Bélgica en una misma universidad, a diferencia de países como México, donde sólo unos cuantos alumnos van al extranjero durante el verano. Los estudiantes europeos pueden cursar sus materias en diferentes países, con proyectos como Erasmus, que propone nuevos modelos de educación; aprender “haciendo”. En México predomina la costumbre de que el maestro enseñe absolutamente todo. Por eso les insisto a mis alumnos que sean ellos quienes hagan las cosas, aunque a veces se quejen de que los hago trabajar de más.

Con su experiencia como docente y abogada, ¿qué reformas implementaría en nuestro sistema educativo?

Creo que nos hace mucha falta una revolución educativa, es decir, que la educación vaya a la par de los cambios de la sociedad. En muchos programas académicos de derecho los alumnos no están analizando las nuevas leyes, lo cual me angustia. Las leyes han cambiado y no se han reformado los planes de estudio.

También es necesario incorporar materias nuevas. Por ejemplo, criminología sigue siendo una materia optativa en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, mientras que en la Universidad Iberoamericana ya se imparte derecho victimal.

Y hay que impulsar a los alumnos a ver más allá de su país, a salir, a ver el mundo globalizado. Hay que animar a nuestros hijos a que salgan del país, a que vayan a Europa. Esta experiencia les dará elementos para convertirse en profesionales emprendedores, sin jefes, motivados para salir adelante y para crear sus propios proyectos y empresas, sin depender de un empleador o del gobierno.

De los cargos que ha desempeñado, ¿cuáles son los que más la han marcado?

Uno de ellos fue ser la primera fiscal de delitos sexuales en el país. Pude elaborar un modelo de atención a víctimas, que presenté al procurador Ignacio Morales Lechuga. Con entusiasmo, él me dio una respuesta afirmativa y me solicitó sustentar el proyecto en pruebas empíricas. Esto me emocionó mucho, porque se trataba de algo completamente nuevo en México. Establecimos una oficina y un centro de atención, reunimos a un grupo feminista conformado por grandes figuras que se encargaban de la supervisión, y tiempo después se constituyó el Grupo Plural Pro-Víctimas, A.C., que existe hasta el día de hoy, con tal éxito que asesoramos la apertura de oficinas similares en casi todo el país, convenciendo a los gobernadores y recibiendo felicitaciones por este trabajo.

Otro cargo muy especial fue el de atender negociaciones de secuestro en los años 1991 y 1992, en el gobierno del presidente Carlos Salinas de Gortari, quien solicitó una evaluación de los secuestros, que iban en aumento. Para ello me capacité en el FBI en temas de perfilación criminal. En este cargo propuse un modelo de atención a víctimas de secuestro. Era un trabajo que involucraba la vida de las personas, negociaciones, manejo de los lugares de los hechos… Aquí no hay lugar para los errores, porque éstos le cuestan la vida a alguien. Esta actividad involucra mucha pasión, muchas emociones, mucha adrenalina… Es un arma de doble filo, porque a la par que hay que cumplir con éxito el trabajo, la vida personal puede desmoronarse y no deja uno de pensar en su propia familia (en esa época mis hijos eran muy pequeños).

También fue muy importante para mí el cargo que ejercí como subprocuradora de la República. No conocía al procurador que me invitó, pero él buscaba que las mujeres participaran en la procuración de justicia. Cuando supe que tendría a mi cargo la Policía Judicial Federal, a Servicios Periciales, el Centro de Control de Confianza, el Instituto de Formación Policial, 12 direcciones generales, pensé que era una locura, algo muy peligroso. Incluso pensé rechazar la invitación. Al final, con todo el apoyo de mi esposo, decidí aceptar el cargo.

¿Cuáles han sido los mayores retos profesionales de María de la Luz Lima Malvido?

Como diputada federal, entre 1994 y 1997 elaboré y presenté un proyecto para la creación de la Comisión de Participación Ciudadana. Al terminar mi encargo, intenté poner en marcha el Título Tercero de participación de la comunidad, que había redactado en la Ley General que Establece las Bases de Coordinación del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Reuní a líderes de las 70 organizaciones sociales más importantes que había en México y formamos el Comité Nacional de Consulta y Participación Ciudadana en Seguridad Pública (CONSEGU). Aunque el secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública —que en ese momento era Mayolo Medina— no estaba convencido, terminó dando su visto bueno.

Crear, impulsar, dar mantenimiento a este proyecto fue todo un reto, porque partimos de cero, intentando tener la aprobación y el apoyo del secretario ejecutivo, reuniendo gente que se sumó al proyecto y que nos apoyó con recursos e invirtió un poco de su capital… Veo este proyecto como un hijo: vi cómo nació, fue creciendo y se desarrolló.

Como especialista en derecho victimal me gustaría preguntarle: ¿qué es la víctima?

Existe un estándar internacional para definirla. Hay víctimas individuales y colectivas que sufren daño físico, psicológico, emocional o financiero producto de una conducta definida como delito o abuso de poder.

Lo que sucede es que el ius puniendi arrebata a la víctima el derecho de castigo, dejándola desolada, lo que la lleva en ocasiones a buscar el ejercicio de una acción prohibida —me refiero a la Ley del Talión: ojo por ojo y diente por diente—. Como las víctimas no tienen acceso eficaz a la justicia, se genera una cifra negra que en México, según el ENVIPE 2000, es de 92.4 por ciento. Esto significa que hay mucho trabajo que hacer aún, mediante esquemas que ayuden a las víctimas a no quedar en la indefensión y orillarlas a elegir el camino de la venganza.

En la raíz de mi lucha contra el crimen está mi historia de vida: el crimen que cometieron contra mi padre cuando yo tenía dos años y medio y nadie ayudó a mi madre. No tuvo asesoría para el manejo del duelo, pero ella fue muy resiliente. Por eso me convencí de hacer un cambio jurídico para acercarme a las víctimas. Me di a la tarea de redactar una iniciativa de ley, que presenté a la Cámara de Diputados; empecé a trabajar para que nadie sufriera lo que mi familia y yo sufrimos. Porque las normas están por hacerse: la víctima en el derecho penal no está contemplada. Para el derecho penal nunca existirá otro objetivo más que el ius puniendi: el derecho a castigar.

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¿Cómo definiría el derecho victimal?

El derecho victimal es el conjunto de principios, normas y procedimientos jurídicos, locales, nacionales e internacionales, tendientes a requerir, posibilitar y controlar las prerrogativas y pretensiones de las víctimas de delitos y abusos de poder. Esta definición la añadí a mi libro Derecho victimal, que dediqué al doctor Sergio García Ramírez.

¿Cree que en México ha evolucionado la legislación para la prevención de delitos y la atención a las víctimas?

Tuvimos una época muy buena, cuando se hizo la reforma con el propósito de crear un nuevo sistema penal. Pero la reforma más importante, incluso más que la creación del nuevo sistema penal, fue la del artículo 1° constitucional, en 2011, que dejó en claro la aplicación no sólo de la Constitución como norma máxima, sino también de los tratados internacionales y, en mi materia en particular, de todas las convenciones firmadas por México sobre derechos de las víctimas.

Fue una época de grandes avances, disponibilidad de recursos, intención política y grandes personalidades detrás de esto, como María de los Ángeles Fromow. Lamentablemente, el objetivo no continuó con su salida y la operación quedó incompleta.

En México hacemos muchas cosas, pero no les damos continuidad. En este momento hay un rezago de carpetas de investigación como el que había antes. Eso es gravísimo. Y tampoco ayuda que un asesor jurídico tenga más de 400 casos (por mencionar un número). Simplemente no tiene posibilidades de preparar y dar seguimiento a los procesos. No hay personal suficiente.

¿Cuáles son los principales problemas que sufre México actualmente?

Tenemos 35% de los estados en manos del crimen organizado y hay un problema de gestión de crisis. Hay que estar preparados como si estuviéramos en guerra, porque la gente está siendo desplazada por el “narco” de sus casas y no sabe qué hacer. Y nadie les da respuesta.

En este momento estoy elaborando un Manual de gestión de crisis porque si realmente no tenemos un control del crimen organizado, éste va emplear una estrategia terrorista y esa conducta se empezará a clonar con el terrorismo hasta formar un “hoyo negro de ingobernabilidad”, a tener lugares en los que ya no hay autoridad y ésta ya no puede entrar. Éste es el problema nacional más fuerte que tenemos ahora.

¿Cuáles son, en su opinión, los mayores problemas a los que se enfrenta un abogado penalista?

El primer riesgo de los abogados que litigan en materia penal es su vida. Por eso se emitió la Ley Federal para la Protección a Personas que Intervienen en el Procedimiento Penal.

Otro problema al que se enfrentan es la falta de conocimiento del control de convencionalidad. Estoy dando clase a 30 abogados en línea y algunos me hacen el comentario de que están encantados porque les enseño cómo sustentar sus argumentos mediante la interpretación normativa de tratados internacionales. Muchos juzgadores o litigantes no tienen estos conocimientos o están acostumbrados a malas prácticas del sistema pasado y no se quieren adaptar ni hacer una transición.

¿Cuál es su inspiración o su motivación para avanzar en el camino de las ciencias penales?

Mi inspiración son las víctimas. Tomo muy en serio sus peticiones de ayuda. Representan un compromiso de vida y no puedo ofrecer una respuesta negativa. Me mueve poder dar esperanza y apoyar, dentro de mis posibilidades, a quien no ha cerrado un duelo.

¿Cuál es el siguiente paso de María de la Luz Lima Malvido?

Voy a promover el inicio del procedimiento para crear una norma técnica, muy concreta y con resultados inmediatos, con respecto a diversas disposiciones del Reglamento de la Ley de Salud en Materia de Prestación de Servicios de Atención Médica, que ha adicionado un capítulo IX bis, “De la atención médica a víctimas”, en el que omite algunos comentarios a propósito de la recolección de evidencias a fin de individualizar y garantizar la integridad del indicio, para la protección de la “cadena de custodia” por parte del personal de salud que recibe a las víctimas. Por ello me interesa proponer esta norma técnica con el propósito de que se genere el mecanismo mediante el cual se capacite al personal de salud para la debida protección y conservación de indicios.

También quiero terminar un libro sobre terrorismo, en el que estoy trabajando; seguir publicando, ofrecer consultoría a organizaciones internacionales, colaborar en proyectos internacionales y en la agenda pública internacional, impulsar la creación de oficinas de gestión de crisis en las fiscalías, con base en el manual que elaboré, e impulsar a mis alumnos para que sean los actores políticos que este país necesita.

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