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Pablo Majluf: miedo al debate

Pablo Majluf

Pablo Majluf | Foto: David F. Uriegas ©

En el contexto de la temporada electoral, platicamos con Pablo Majluf acerca de la cultura del debate en México y sobre esta forma de encontrar la verdad para construir democracia y hacer justicia. Estado de derecho, justicia, democracia y verdad fueron algunos de los tópicos que se abordaron.


¿Quién es Pablo Majluf? ¿Cómo te concibes a ti mismo?

Yo soy vocacionalmente un periodista, un comentarista político, un crítico del poder; también tengo pretensiones literarias, es decir, artísticas, de crear ficción. Pero digamos que no es mi vocación de tiempo completo, ni me he desarrollado profesionalmente ahí, sino más bien en el área periodística. Podría agregar que soy polemista, divulgador, debatiente.

¿Cuáles consideras que son los retos para la democracia en México, a la luz del ataque a las instituciones, la ruptura de la división de poderes, la insistencia en eliminar los organismos constitucionales autónomos?

Pablo Majluf – Hay un reto coyuntural, inmediato, actual, que tiene que ver con impedir el asalto a la democracia que se está gestando desde el poder. Hay un régimen en el poder que es esencialmente antidemocrático, que tiene pretensiones hegemónicas, un régimen etno-nacionalista, autoritario, populista y liberal, que, para fraguar su hegemonía, está intentando capturar a las instituciones, sobre todo a aquellas que ejercen un contrapeso, como el Instituto Nacional Electoral, el Tribunal Electoral y el Poder Judicial de la Federación. 

También hay cuestiones profundas, de largo plazo, en la cultura política, en los valores, que no necesariamente son actuales, sino que son importantes pendientes en la historia de México que no se van a resolver en un futuro inmediato. Por ejemplo, el liberalismo. Creo que todavía vivimos en una cultura autoritaria del poder, de caciques locales, de poca crítica, de medios de comunicación entregados, de servilismo, de abyección. También me parece que hay poca legitimidad de la economía de mercado, de la riqueza, de la posibilidad de que los individuos utilicen su talento, su inventiva, su arrojo para hacerse ricos. Siempre se ha preferido el colectivismo, la mano del Estado, la caridad. El gran pendiente es la construcción del Estado de derecho.

En la medida en que se tiene un Estado de derecho sólido y fuerte, que en lugar de saquear, se encargue de proteger a los individuos, a la propiedad privada, a establecer el dominio de la ley, habrá mucha más prosperidad, libertad y democracia.

¿Por qué debatir?

Pablo Majluf – El debate es una parte sustancial del pensamiento, del libre pensamiento, de la filosofía, de la curiosidad intelectual, de la cultura de la libertad. Cuando uno debate, sus ideas se enfrentan a otras: se va desgastando la piedra bruta hasta, se va puliendo la piedra hasta convertirse en mármol. En este sentido, el objetivo de confrontar argumentos es, según Platón, alcanzar juntos la verdad. No se trata de un duelo para ganar, pues eso nos aleja de la verdad. Eso sería la erística. El sofismo que pretendía ganar un debate con buenas técnicas argumentativas, pero no necesariamente acercándose a una verdad consensuada.

El debate tiene la encomienda de encontrar la verdad, de exponer ideas falaces, de exhibir mentiras. Es muy importante para la cultura democrática porque se van afinando los argumentos hasta alcanzar la verdad. Obviamente, hay muchas verdades; unas subjetivas, otras objetivas. Hay parámetros de verdades objetivas como la ciencia, por ejemplo, que son fehacientes y que se pueden comprobar.

En ocasiones el debate se reduce a determinar qué argumento es mejor o cuál se impone al otro. Y no necesariamente porque ese argumento en realidad sea mejor, sino porque los oponentes no tuvieron elementos suficientes para generar un debate más rico, haciendo parecer que quien no tiene las evidencias necesarias sobre un tema deteerminadi no tiene la postura correcta. En este sentido, ¿qué papel juegan los medios de comunicación para hacer que los debates sean más ricos y para que se fortalezca la cultura de la democracia?

Pablo Majluf – Los medios de comunicación están fundados más en la imagen que en el contenido. Esta es una decadencia que proviene del siglo XX. Se ha reducido la cultura literaria, el contenido, la esencia del mensaje, a favor de la imagen y de la velocidad; naturalmente ha perdido sustancia el debate y, a menudo, uno encuentra formatos que privilegian el golpe, la riña fácil, el espectáculo, la discusión, porque genera rating, porque al final los medios de comunicación también son negocios. Idealmente, sería responsabilidad de la audiencia saber discernir entre un formato y otro, pero yo pienso que los medios de comunicación tienen el deber de privilegiar el debate sustancial, el contenido, por encima del formato, para promover debates ricos, sustanciales, con buenas preguntas, buenos moderadores y buenos temas.

Desafortunadamente, como también los medios de comunicación responden a demandas de la audiencia, México no ha terminado de desarrollar una cultura del debate. No ha florecido la cultura del debate. Durante toda nuestra historia prácticamente no ha existido el debate. Y no sólo en el ámbito político formal del Estado. Aunque hubo debates legislativos interesantes en el siglo XIX, realmente vivimos en una cultura muy vertical y autoritaria del poder, donde no necesariamente se requiere el intercambio argumentativo. Nuestro primer debate presidencial apareció hasta 1994. Imagínate. Luego, en el ámbito informal, en el ámbito de los medios, los debates y los programas de debate aparecieron hace muy poco;, pero eso no es culpa de los medios, pues éstos responden a una cultura, a una audiencia, a una solicitud. Los programas de debate en México tienen poco rating; son para el círculo rojo. Generalmente se transmiten en horarios inaccesibles y predomina el formato de imagen sobre el contenido. Y se caracterizan por la rapidez, la inmediatez, el golpe y el espectáculo facilón y ramplón.

¿Qué papel desempeña el miedo para el desarrillo del debate? 

Pablo Majluf – No sé si te refieres a la presión del gobierno, a la cultura de la censura y de la autocensura, a la presión de los grandes poderes. Desde luego, justamente cuando decía que hemos tenido una cultura autoritaria del poder, efectivamente eso incluye una presión constante y sistemática sobre la libertad de expresión. El debate es parte de la libertad de expresión. Cuando uno debate, trata de desafiar argumentos falaces, muchos esgrimidos desde el poder a través de sus propagandistas, sus centinelas y sus sicofantes.

Un debatiente tiene la misión de desenmascarar a estos personajes, lo que naturalmente genera respuestas, por lo que mucha gente se calla, deja de cuestionar, evita debatir o se autocensura. Hay un miedo ambiental que restringe la libertad de pensamiento y de expresión. También sucede esto por un asunto de dinero: a veces los propagandistas, encargados de esparcir mentiras o encubrir al gobierno, generan más dinero; tienen más canales abiertos, mayores facilidades y recursos que los críticos y los opositores, por lo que mucha gente prefiere la abyección en ánimo de un interés económico.

En comunidades tan plurales como la nuestra, ¿es posible el debate?

Pablo Majluf – El gran problema es que, en esas comunidades suele prevalecer el identitarismo; esa es una gran amenaza para el debate. El liberalismo, la cultura democrática, la cultura del debate del pensamiento individual, consisten en exponer ideas para que sean refutadas o avaladas. En Occidente enfrentamos un riesgo en esta paulatina transición hacia el identitarismo, donde ya no importa tanto las ideas sino el grupo al que perteneces en términos sexuales, raciales, religiosos; es una especie de regreso al tribalismo, donde ya no triunfa la idea. En términos de lógica, esta es una falacia ad hominem.

Creo que esta tendencia hacia los identitarismos obstaculiza y amenaza al espíritu del debate, al espíritu de la crítica. Naturalmente, hay muchos ataques a personas de acuerdo con el grupo al que pertenezcan. Hay una lógica de una nueva corrección política que se está volviendo cada vez más conservadora, aunque disfrazada de progresista. No tendría por qué no haber debate en el interior de estas comunidades. El problema es que prevalece una carga muy identitaria que no privilegia al individuo, ni a la idea, sino a la persona, e impone barreras de entrada; pareciera que una persona, por ser así o asa, tiene menos legitimidad. Hay que cuidarnos mucho de eso.

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¿En el ejercicio del debate hay una forma de hacer justicia?

Pablo Majluf – Yo diría que, en la medida en que se exponen mentiras, se exhiben falacias, se rompen encadenamientos mentales que pueden hacer mucho daño durante años a sociedades enteras; en la medida en que se confrontan convenciones y tabúes, el debate puede atraer justicia al eliminar dogmas y modos de pensar que pueden ser dañinos. El debate confronta ideas y modos de pensar; si una idea basada en argumentos sólidos triunfa, puede traer justicia.

¿En qué deberíamos fijarnos en este contexto electoral?

Pablo Majluf – Es fundamental la crítica al poder. Hay que ejercer una resistencia a este régimen en ciernes porque, si logra fraguarse, si logra consolidarse una hegemonía nacional populista, estarán en riesgo los derechos políticos, los derechos económicos, las libertades individuales y la incipiente democracia mexicana que apenas tiene 20 años. Yo creo que la mayor encomienda de un ciudadano preocupado, responsable y republicano es resistir al embate autoritario, enfrentar al poder desde su trinchera. Los periodistas harán lo suyo, los comentaristas políticos lo suyo, los artistas lo suyo y los abogados y los escritores lo suyo. Es lo que nos toca. Cada generación tiene su batalla. Así como nuestros padres lucharon contra otra hegemonía y nos heredaron la democracia, a nosotros nos toca mantenerla, si es que en verdad nos interesa.

Hay un pensador y poeta francés que me gusta mucho: Étienne de la Boétie. Escribió un ensayo en el siglo XVII titulado Discurso de la servidumbre voluntaria, cuya tesis es que, siempre que tiene éxito un ascenso autoritario al poder es porque hubo cierta permisividad de la sociedad. En casos extremos, ese autoritarismo se ejerce a través de la violencia. Por otra parte, siempre que un régimen como el que se está construyendo es exitoso, es porque la sociedad lo ha permitido. 

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