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Othón Pérez Fernández del Castillo: vivir en paz

Othón Pérez Fernández del Castillo

Othón Pérez Fernández del Castillo | Foto: David F. Uriegas ©

El Dr. Othón Pérez Fernández del Castillo nos recibió en el primer Centro de Mediación Privado de la Ciudad de México. A través de un recorrido por el área de solución de controversias, nos permitió conocer una forma de acercarnos a la justicia con una perspectiva de paz distinta a la jurisdiccional. 


Othón Pérez Fernández del Castillo es mediador privado certificado 1 y notario 63, ambos de la Ciudad de México. Preside la Comisión de Mediación para América Latina, de la Unión Internacional del Notariado. El Día de la Abogacía recibió la medalla “Mérito al honor docente” del presidente de la República, Miguel de la Madrid Hurtado, en el Palacio de Bellas Artes. Fundó el Muro de la Paz, ubicado en la alcaldía Benito Juárez. Es profesor titular de la asignatura de mediación en la Universidad Nacional Autónoma de México.


Mateo Mansilla – Centro de Mediación Privado número 1, Mixcoac. Hemos caminado por la explanada de la paz, donde un alto muro se yergue haciendo memoria de los valores y las palabras de quienes han caminado geografías de conflicto a través de rutas de paz. Nos reciben en la recepción de la Notaría 63 de la Ciudad de México. La cruzamos, abrimos una puerta de vidrio que nos dirige, a través de un pasillo, a las escaleras que descienden, entre un arco abrazado por enredaderas y junto a una fuente en forma de cascada, a un jardín donde se escucha el agua correr, las aves cantar y, de vez en cuando, a un avión surcar el cielo. Aunque está en el mismo predio que la notaría, este espacio se siente diferente, aislado: lo que acontece afuera ahora es ajeno; se siente paz.

Contexto

Othón Pérez Fernández del Castillo – En 1997 presidí una federación de barras y colegios de abogados de México. Con ese carácter fui invitado a un congreso en París. El congreso estaba dividido por especialidades; la única reunión global en el evento estuvo relacionada con la mediación. Ahí conocí este mecanismo y me enamoré de él. Pasaron tres años para que se publicara la primera ley de mediación, en Quintana Roo, pero no había mediadores ni centros de mediación. A principios del siglo XXI, Querétaro fue la primera entidad federativa que tuvo la actividad de mediación, pero no una ley de mecanismos alternativos de solución de controversias, sino simplemente un centro de mediación por acuerdo del consejo de la judicatura local. no era muy sólido, pues no tenía normas que facilitaran su realización. Hoy todos los estados ya tienen una ley de medios alternos de solución de controversias. En 22 años la mediación ha avanzado de una forma muy importante. Por ejemplo, a la fecha el Estado de México tiene 22 sedes distribuidas en su territorio. En la Ciudad de México no hubo mediación inmediatamente.

Al iniciar el siglo XXI, en Atenas, Grecia, se realizó el primer congreso de la Unión Internacional del Notariado Latino, que tiene 109 países afiliados. Nuevamente se abordó el tema de la mediación; en esa ocasión me pidieron que yo presentara la ponencia sobre la materia para representar a nuestro país. Desde entonces, la mediación se ha puesto en práctica en todas las comisiones que componen a la unión. El avance es mundial, no sólo regional. ¿Por qué es mundial? Porque en todos los lugares hay inconformidad con la justicia tradicional. Me explico: en un juicio, como está estructurado en este momento en todo el mundo, entre un actor y un demandado, uno gana y necesariamente el otro pierde; el 50 por ciento de los justiciables está inconforme, decepcionado, no acepta lo que decide quien juzga, pues la sentencia no siempre resuelve los conflictos. Esto no quiere decir que la justicia no funcione; simplemente muchas veces es difícil obtener, a través del proceso judicial, lo que pretenden las partes.

Beneficios de la mediación

Othón Pérez Fernández del Castillo – Soy el presidente de la Comisión de Asuntos Americanos de la Unión Internacional del Notariado Latino, que agrupa a los notarios del continente. 

Te comparto algo interesante: los españoles unificaron a América Latina con el lenguaje, con excepción de Brasil, aunque pertenecemos a una misma comunidad. Lo que no nos dieron es un derecho común; lo que existía entonces era el código francés de 1804 y ése fue el ordenamiento que se incorporó en nuestra región. Ahora hay una unidad también a través de la mediación.

En el espacio del conflicto se encuentran la ira, el odio, el coraje, la angustia, el resentimiento, la amargura, la herida, el dolor, la traición, la deslealtad, el rencor y la venganza. Después aparecen el tiempo y la lluvia que todo lo borran y todo lo desdibujan. Es cuando los puños sedientos de sangre se suavizan, las heridas punzantes se convierten en cicatriz, la tormenta se hace viento; y el grito, silencio. Entonces la depresiva y gélida soledad busca calor y abrigo. Es cuando surgen el diálogo y el acuerdo. Lentamente llega la calma, la serenidad y, finalmente, la paz.

Ésta tiene muchas bondades.

Yo soy notario y a veces los notarios tenemos que protocolizar las sentencias que resolvieron un asunto; yo recibí autos con 90 centímetros de grosor. Esto representa el juicio de dos hermanos que litigaron durante 23 años. Ambos hermanos están muertos; prefirieron morirse a llegar a un acuerdo. Vinieron aquí los herederos, los primos, y en tres sesiones de mediación terminamos con el conflicto. Esa es la diferencia entre el litigio y la mediación. Aunque todos los casos no son así. Tan sólo dialogando, negociando, acercándose las personas y a sus propuestas, pueden arreglarse los conflictos. Una persona no puede quererlo todo, tiene que hacer sacrificios, ceder algunos intereses. 

Roger D. Fisher explicó claramente cómo podemos lograr la integración de las necesidades de las partes; él lo ilustró con el siguiente ejemplo: un par de hermanos pelea por la última naranja que queda en el frutero de su cocina; la madre, quien los escucha pelear, se acerca y determina que es justo que la naranja por la que pelean sea partida a la mitad y a cada uno le toque una parte, sin saber qué necesita cada quien. Un fenómeno diferente es el que sucede cuando, en lugar de sólo determinar qué es lo justo, decide preguntar y escuchar para qué quiere cada quien la naranja: resulta que uno la quiere para hacerse un jugo de naranja, y el otro quiere la cáscara para hacer un pastel de naranja. De haber sido el caso, habría dividido la naranja de manera diferente, no a la mitad, satisfaciendo a plenitud el interés de sus hijos.

Preparación

Othón Pérez Fernández del Castillo – Estudié en la Universidad Internacional de Florida; por eso tengo un nombramiento de mediador certificado en ese estado de Estados Unidos. Posteriormente me convertí en el mediador privado certificado número 1 de la Ciudad de México. Este espacio, donde platicamos, es el primer centro de mediación privado del país. Hubo otras entidades federativas que tuvieron mediación pública antes; pero no privada. El centro está dividido en dos partes: el área del conflicto y el área de la solución.

La mediación en la educación

Othón Pérez Fernández del Castillo – Como profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México solicité que se creara, con mucho trabajo, la primera clase de mediación. El director la aprobó como optativa; a la fecha ya es obligatoria y en el posgrado ya hay una especialidad en mecanismos alternativos de solución de controversias. No todas las universidades tienen esta clase; pero la mayoría en el país empieza a añadirla en sus planes de estudio. En Nuevo León la mediación ha proliferado de forma espectacular. Yo soy el profesor titular de la asignatura de mediación. También presido el Colegio Nacional de Mediación.

Proceso

Mateo Mansilla – Nos levantamos de la mesa donde platicamos con el doctor Othón Pérez. Él nos guía, a través del jardín, a un muro ante el que se levantan, seccionadas, diversas esculturas. Este espacio se encuentra en el área del conflicto y en el área de la solución. El sonido del agua persiste, lejano, en el fondo de la conversación. Al fin nos detenemos ante una columna de concreto que sostiene la figura de un par de gallos de hierro retratados mientras combaten entre sí.

Othón Pérez Fernández del Castillo – Los seres humanos somos muy crueles. Adiestramos a los animales, como los perros, para que se maten en pleitos. Los más peleadores, sin embargo, son los gallos. En esta escena —dice mientras observa la figura de hierro— no se sabe cuál de los gallos es el mejor, o los factores externos que puedan hacer que uno gane y el otro pierda: el que está por debajo, que parece que perderá, si prestan atención, tiene una navaja amarrada a la pata, con la que fácilmente puede aniquilar a su oponente.

Mateo Mansilla – A un costado de la escena pueden leerse reflexiones del primer mediador privado de la Ciudad de México en relación con la importancia de solucionar nuestros conflictos de manera pacífica. Nos trasladamos hacia el área del conflicto y, antes de entrar, nos detenemos antes la escultura de una mujer que parece estar atorada entre dos muros sin lograr zafarse.

La muerte necesariamente es el conducto para que descanses en paz. Aquí y ahora, puedes vivir en paz.

Área del conflicto

Othón Pérez Fernández del Castillo – Esa mujer está atorada; quiere salir, pero no puede hacerlo así. En la mediación tenemos que buscar otras formas para resolver los conflictos; formas no tradicionales. Quizá si colocara las piernas de otro modo y girara su tronco de otra manera, fácilmente podría caber por ahí.

Mateo Mansilla – Una sala compuesta de cuatro sillones acomodados alrededor de una mesa de mármol redonda. En los muros: libreros, máscaras y fotografías. Sobre los muebles que rodean la sala: piezas escultóricas. Tomamos asiento.

Nunca la noche venció a la aurora; tampoco un problema vencerá la esperanza.

Othón Pérez Fernández del Castillo – No hay escritorios, todo está tranquilo, no hay nadie, es un lugar privado, para que les ofrezca café y el mediador y las personas mediadas platiquemos. El símbolo de la paz es la balanza —señala una balanza detrás de la cual hay un par de máscaras colgadas en la pared—. En la práctica, detrás de la balanza están los justiciables. Los justiciables se ponen máscaras para hablar con el juez. El abogado prepara a las partes para que se presenten ante el juez: les pone máscaras. Quienes prefieren seguir el litigio antes que mediar suelen sufrir más el procedimiento.

Para estar en esta área del conflicto, con la intención de mediar, existen algunos requisitos. Uno importante es que no se puede entrar a la mediación si uno no acepta que es corresponsable de lo que está pasando; uno tiene que aceptar que es parte del conflicto y, por eso, parte de la solución. 

Mateo Mansilla – Detrás de nosotros, contra uno de los muros, cuelgan los retratos del doctor Othón Pérez reunido con algunas personas reconocidas con el Premio Nobel de la Paz: Wangari Maathai, Shirin Ebadi y Lech Walesa.

La memoria tiene un papel importante. Hay personas que traen su cuaderno, un libro o un álbum de reclamos, que ilustra que el conflicto es antiguo. Lo difícil es tranquilizarlos.

Mateo Mansilla – Salimos de la sala y cruzamos el jardín hacia el área de la solución. El mediador privado certificado número 1, Fernández del Castillo, nos dice que otro requisito para que las personas estén ahí es quitarse las máscaras, ser quienes realmente son. Nos señala el muro en el queestuvimos al inicio; a un costado del área de la solución cuelgan múltiples máscaras y se observa la escultura de una mujer, con la máscara de un gato, que estira el brazo sosteniendo a un ave en su mano relajada. 

Othón Pérez Fernández del Castillo – A veces los mediadores tenemos que descubrir qué hay detrás de las máscaras, porque las personas no siempre se las quitan. Por ejemplo —señala la figura femenina—, esta mujer tiene la máscara de una fiera; pero no es una fiera. Si la observan con detenimiento, tiene a un ave a la que ya pudo haber destruido, pero simplemente no lo ha hecho. Percatarnos de eso es importante para quitarnos las máscaras.

Área de la solución

Mateo Mansilla – Llegamos al área de la solución. Una puerta oriental de madera labrada se alza ante nosotros sujeta al piso de mármol; no hay techo ni paredes en los que se encuadre, y no puede abrirse por afuera. Antes de rodearla para entrar, leemos en una placa la siguiente descripción: “Esta puerta, como el corazón, sólo se abre o sólo se cierra por dentro. Este pórtico te lleva a tu mundo interior; más que una puerta, es un desafío a tus creencias y a tus valores. Es un camino a la esperanza, a la transformación, a la paz, y para entrar no necesitas puertas (está abierto)”. 

Othón Pérez Fernández del Castillo – Sólo se necesita el camino para entrar —dice el doctor Pérez, mirando a los costados de la puerta. 

“La opción entre el conflicto y la solución sólo a ti te pertenece, y eso hará la diferencia.”

El diálogo es el camino al entendimiento; sin éste, no hay arreglo.

Mateo Mansilla – Dentro de la sala hay una mesa redonda. Nos comenta que es así porque no privilegia a nadie. Sobre la mesa reposa una flecha bicolor de madera con la que el mediador da la palabra a las personas que dialogan. A un costado, entre la puerta y la mesa, sobre una repisa, descansa una réplica de las manos de Buda; la metáfora de que quien da también recibe algo a cambio. Detrás de nosotros, al otro lado de la mesa, el doctor Pérez apunta a una jirafa de madera, y nos explica que en África es el símbolo de la paz porque no tiene garras ni colmillos; no es violenta, no grita, no pelea con nadie y es un animal con corazón muy grande.

Othón Pérez Fernández del Castillo – Si amas, perdona; si no amas, olvida. El perdón redime, el olvido libera.

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