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Juicio al homicida del fantasma de Hammersmith

Numerosos hechos en la historia han demostrado la posibilidad de que un acontecimiento sobrenatural pueda incidir en la materialidad de la vida en sociedad. Un caso que por su sensibilidad suscitó un cuestionamiento al sistema legal británico y que posibilitó su reforma años más tarde es el del fantasma de Hammersmith, relacionado con la legítima defensa.


En la Inglaterra de principios del siglo XIX tuvo lugar un peculiar juicio al agente Francis Smith, que asesinó a quien creyó era el fantasma que asolaba la región de Hammersmith cerca de Londres, juicio que abrió el debate para que en el siglo XX se estableciera la figura de la legítima defensa.

Contrariamente a lo que pensaba Kelsen, en su devenir histórico el Derecho ha sido influido por el mundo cultural del que surge y en el que se sostiene; la moral, la economía, la política y las creencias religiosas han jugado un papel importante en la construcción de los sistemas jurídicos actuales y en la interpretación y la aplicación de sus instituciones; el contexto geográfico, económico y político de cada país ha adoptado a las tradiciones jurídicas con base en su historia y en las creencias y necesidades específicas de cada comunidad.

Los hechos que acontecen en cada lugar, derivados de la forma en que las personas perciben y se relacionan con su entorno, y que construyen al Derecho, pueden ser ordinarios, pero en ocasiones —atendiendo a los precedentes— podemos encontrarnos con eventos extraordinarios que no por ser ajenos a nuestra realidad dejan de modificarla. 

Ejemplos para ilustrar la afirmación anterior hay muchos. En este texto nos centraremos en particular en el caso de Francis Smith, quien fue condenado a la pena de muerte tras haber asesinado al fantasma que se había aparecido numerosas veces en su comunidad generando terror entre los habitantes y que sirvió como un precedente importante para el debate y el establecimiento de la legítima defensa en el sistema penal británico.

Antecedentes

A principios del siglo XIX, en diciembre de 1803, un fantasma empezó a aparecer y asustar a los pobladores de la comunidad de Hammersmith, cerca de Londres. Durante numerosas noches, el ente cuya materialidad únicamente podía intuirse por el blanco manto al que su silueta sostenía, hacía presencia ante la mirada de las personas que, aterrorizadas por la aparición, huían del lugar precipitadamente.

«Los hechos que acontecen en cada lugar, derivados de la forma en que las personas perciben y se relacionan con su entorno, y que construyen al Derecho, pueden ser ordinarios, pero en ocasiones —atendiendo a los precedentes— podemos encontrarnos con eventos extraordinarios que no por ser ajenos a nuestra realidad dejan de modificarla.»

La primera víctima del fantasma de Hammersmith fue una mujer embarazada que cruzaba el camposanto de la iglesia de San Paul alrededor de las 10 de la noche. Mientras caminaba, la mujer observó una figura alta y pálida que se elevaba sobre las lápidas, pero cuando intentó huir, ésta la alcanzó y la abrazó hasta que se desmayó. Algunos vecinos la encontraron a la mañana siguiente, cuando despertó, y la acompañaron hasta su hogar, donde falleció por el susto (Mitchell, 1926, pp. 236-237).

Un carretonero fue la siguiente víctima del fantasma. Cuando el hombre, por encargo del señor Russel, manejaba una carreta de ocho caballos y 16 pasajeros por las brechas que rodeaban el cementerio, la espectral figura apareció ante sus ojos, por lo que huyó tan presurosamente que puso en riesgo la vida de quienes habían abordado su vehículo (Ibid., pp. 237-238).

«Durante numerosas noches, el ente cuya materialidad únicamente podía intuirse por el blanco manto al que su silueta sostenía, hacía presencia ante la mirada de las personas que, aterrorizadas por la aparición, huían del lugar precipitadamente.»

Apariciones similares tuvieron lugar entrada la oscuridad de la madrugada en aquellas vías de acceso al poblado a las que nadie prestaba atención. Un sujeto incluso narró que una noche el espectro lo tomó por el cuello. Nadie se atrevía a pasar por los lugares en los que habían ocurrido esos avistamientos. Temerosos, los residentes de Hammersmith los atribuían al espíritu de un hombre que se había suicidado un año antes.

Las apariciones continuaron aterrorizando a la gente que visitaba Hammersmith, por lo cual algunos pobladores se organizaron para atrapar al fantasma. Entre los guardias se encontraba Francis Smith, quien, seguro de que el fantasma era un impostor, estaba decidido a atraparlo. 

Hechos

El 3 de enero de 1804, Francis Smith caminaba por Black Lion Lane cuando se encontró con una alta figura cubierta por un largo manto blanco, que correspondía con algunas descripciones que se habían hecho sobre el fantasma de Hammersmith. El hombre, que vestía de blanco, era Thomas Milwood, un albañil que acostumbraba utilizar prendas de ese color por su oficio. En dos ocasiones anteriores habían confundido a Milwood con el fantasma (ibid., pp. 237-238).

Cuando Smith vio a Milwood, le preguntó quién era, pero como éste no respondió y continuó su camino, Smith, asustado, pensó que se trataba del fantasma y disparó su arma asesinando a aquel hombre. 

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Fundamentos

Durante el juicio en Old Bailey estuvieron presentes numerosos testigos, entre los que destacaban: el señor John Locke, otro guardia a quien Smith se aproximó después de lo acontecido; los señores Stowe y William Girdle, también vigilantes, que los acompañaron al lugar de los hechos. También estuvo la hermana de Milwood, quien acababa de despedir a su hermano en la puerta de la casa de sus padres cuando escuchó el disparo. Los primeros testigos, junto con otros que conocían a Smith, dieron testimonio de la nobleza del alma del procesado; los primeros tres también testificaron sobre el estado de terror en el que se encontraba cuando acudió a ellos, al grado de que no podía ni hablar, y sobre su disposición de entregarse a las autoridades por lo que había acontecido (ibid., pp. 238-243).

El señor Flower, el médico a quien se le encargó examinar el cuerpo del fallecido, presentó el disparo como la causa de su muerte.

«El presidente del tribunal, el juez Baron, declaró que lo aportado no servía para cambiar la naturaleza del homicidio. Y aunque para cometer un asesinato se necesitaba la malicia, dijo, ésta no era legalmente necesaria para actualizar el delito.»

En su defensa, Smith dijo que no sabía que iba a matar a alguien, que no conocía a su víctima y en ningún momento había tenido la intención de hacerlo.

El presidente del tribunal, el juez Baron, declaró que lo aportado no servía para cambiar la naturaleza del homicidio. Y aunque para cometer un asesinato se necesitaba la malicia, dijo, ésta no era legalmente necesaria para actualizar el delito. Asimismo, afirmó que nadie podía propiciar a una falta menor una pena capital, ni tampoco concluir que un hombre vestido de blanco era un fantasma. Tanto el jurado como los jueces del tribunal estuvieron de acuerdo en que Francis Smith había cometido homicidio, por lo que el jurado lo declaró culpable. Siendo responsable de la muerte de Thomas Milwood, Smith fue condenado a muerte por ahorcamiento, pero más adelante la condena cambió a su favor, pues el rey le concedió el perdón. Su sentencia se redujo a un castigo menor: un año de prisión y trabajos forzados (ibid., pp. 243-247), por la impactante decisión que se había tomado en contra de alguien que no actuó de mala fe y que lo hizo con el objeto de la comunidad de atrapar al fantasma que los aterrorizaba.

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Sentencia

Además de la impactante sentencia emitida por el jurado, y el perdón que le otorgó el Estado al pobre Francis Smith, este caso resulta relevante porque constituyó un precedente para la legítima defensa —causa que justifica la realización de una conducta sancionada penalmente para liberarse de responsabilidad o reducir la pena (Jeffers, 2014)—, pues abrió el debate sobre la posibilidad de que alguien, actuando de buena fe, pudiera actuar en defensa propia, o para evitar la comisión de un delito, sin actualizar otro delito. En numerosos casos posteriores, como un fantasma que habitaba los tribunales ingleses, el juicio de Smith fue aludido. En 1984, en R. v. Williams Gladstone, el lord chief justice Lane declaró que en un caso de autodefensa, concerniente a la autodefensa o a la prevención de un delito, si el jurado concluía que el acusado había creído, o pudiere haber creído, que estaba siendo atacado o que un delito estaba siendo cometido y, por ende, que la fuerza era necesaria para prevenirlo, entonces era legítimo el acto (idem). En 2008 la legítima defensa se incluyó en el Criminal Justice and Immigration Act 2008, Section 76.


Fuentes de consulta

Mitchell, Edwin Valentine (ed.) (1926), The Newgate Calendar. Comprising Interesting Memoirs of the Most Notorious Characters Who Have Been Convicted of Outrages on the Laws of England. With Speeches, Confessions, and Last Exclamations of Sufferers, Nueva York, Garden City Publishing Company, Inc.

Jeffers, Regina (2014), The Hammersmith Ghost: Legal Precedent in the U. K. Regarding Self-Defence. Consultado en https://reginajeffers.blog/2014/07/28/the-hammersmith-ghost-legal-precedent-in-the-uk-regarding-self-defence/.

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