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La ONU en jaque

Durante 47 años hemos aceptado la existencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como una verdad absoluta; sin embargo, a raíz de los acontecimientos actuales su existencia y su objetivo han quedado en entredicho. ¿Aún sirve para cumplir su objetivo principal: mantener la paz y la seguridad internacionales? ¿Qué le depara 2023?


Hace menos de 75 años que los Estados “victoriosos” de la Segunda Guerra mundial se prometieron a sí mismos y al mundo que no iban a repetir los errores del pasado, con una declaración poética en el preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas:

“Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas [estamos] resueltos:

”a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la humanidad sufrimientos indecibles,

”a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas,

“a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del Derecho internacional,

”a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad”.

Poco imaginaban que el 24 de febrero de 2022 se enfrentarían a una situación complicada: la invasión de tropas armadas rusas al territorio ucraniano, que atraería los ojos de la comunidad internacional al conflicto entre ambas naciones, cuyos orígenes se remontan al nacimiento de esas naciones y que continúa a lo largo de su historia y hasta nuestros días. 

En 2014 Rusia invadió por primera vez territorio ucraniano. Como resultado de esa intervención se anexó Crimea (península ucraniana), alegando los antecedentes históricos y culturales que ambos pueblos comparten, y proclamó las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk como naciones independientes mediante un referéndum, que ya ha sido declarado ilegítimo por parte de la comunidad internacional, y las incorporaró a su territorio.

Desde su punto álgido, a principios de este año, el nuevo conflicto ha tenido diversas consecuencias que han visibilizado los múltiples problemas de nuestra sociedad globalizada: la crisis energética derivada de la dependencia de Europa respecto del gas proporcionado por Rusia (que obliga a los Estados a replantear su política energética y limita su voluntad de imponer sanciones efectivas), la crisis política que pone en jaque no sólo al sistema de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sino también a Estados y organismos regionales como la Unión Europea y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (otan), y una crisis económica que ha tenido repercusiones globales. 

Hoy, la base sobre la que se construyó la ONU está en juego. ¿De qué sirve la organización más grande del mundo si ante circunstancias apremiantes que pretendía evitar no puede emitir más que declaraciones tibias?

En aquella guerra se han producido graves violaciones a los derechos humanos y al Derecho internacional humanitario, vulneración de la soberanía territorial de Ucrania con el pretexto de evitar un genocidio masivo perpetrado contra ciudadanos rusos por presuntos neonazis asentados en ese país, mediante una “operación militar especial” que tiene como objetivo desmilitarizar y desnazificar a Ucrania, operación que ha durado aproximadamente 10 meses y a la que no se le augura un fin en el futuro inmediato.

Hay que advertir que los últimos tres años no han sido fáciles en el ámbito internacional, pues seguimos asolados por una pandemia que nadie vio venir y que ningún gobierno supo controlar de manera adecuada, y que tuvo como consecuencia una crisis sanitaria a la que se se sumó una crisis ambiental que pareciera estar controlada en papel, pero que en realidad los Estados son incapaces de superar. Además, la creciente inflación y la crisis económica, junto con las grandes brechas de desigualdad, hacen parecer a la Agenda 2030 —fraguada con gran entusiasmo en 2015 en el seno de la ONU— como una declaración de buenos deseos difícil de cumplir.

¿Este será el fin de ONU? Si desaparece, ¿qué vamos a hacer?

Definitivamente el conflicto Ucrania-Rusia nos obliga a replantear algunas. Los Estados ya no quieren más guerras, como ha declarado la otan desde el principio del conflicto bélico, negándose a proporcionarle armas de alto alcance al gobierno ucraniano para evitar una escalada del conflicto, y si bien los intrincados mecanismos de la ONU no ayudan a resolver el problemas de forma tajante, sí sirven para ejercer una forma de control sobre los Estados que ha evitado que dicho conflicto escale o que involucre a un mayor número de países. Asimismo, a pesar de que algunas declaraciones de diversos órganos de la ONU pueden calificarse de tibias en algunos aspectos, han sido tajantes en otros temas de suma importancia; por ejemplo, el secretario general (António Guterres) ha condenado enérgicamente la anexión de territorios de Ucrania por parte de Rusia, pues “no tiene valor legal, merece la condena y es peligroso”.

Y aunque lo anterior tiene su mérito, también debemos reconocer que tanto en las organizaciones internacionales como en los Estados falta una visión más humana y de servicio hacia la población civil, pues mientras disfrutan el teatro de la guerra hay muchas vidas en juego. Como dijo Karim Ahmad Khan, fiscal de la Corte Internacional de Justicia: “No es el momento de hablar, es el momento de actuar. El Derecho internacional no puede ser un espectador pasivo. No puede ser sedentario; tiene que moverse con presteza y proteger e insistir en la rendición de cuentas”.

Por eso, nosotros también haremos nuestra carta de buenas intenciones para 2023, en homenaje a la firmada en 1945:

“Nosotros, los habitantes del planeta tierra [estamos] decididos:

” a salvar a las generaciones venideras del juego de la guerra,

”a solicitar a los Estados que piensen en la población que los eligió, 

”a respetar los derechos humanos de la población en general, a seguir los lineamientos del derecho humanitario en caso de guerra y a pensar en nuestro futuro como un futuro común,

”a crear condiciones que permitan el avance de la humidad en un entorno de paz, seguridad y progreso social. 

”Atentamente, la humanidad.”

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