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Balam Rodrigo: Poesía y migración

La literatura es una expresión a través de la cual se pueden documentar experiencias con las que el autor genera un puente de diálogo con sus lectores. Balam Rodrigo individualiza las experiencias de los migrantes centroamericanos en su tránsito por el territorio mexicano, al presentarnos, desde su yo poético, historias que nos permiten conocer de cerca una realidad que debe llamar la atención del gremio jurídico.


El Libro centroamericano de los muertos es un álbum anecdótico que con crudeza ilustra las violencias a las que están sujetas los migrantes centroamericanos que cruzan el territorio mexicano mientras huyen de la violencia y la pobreza de sus respectivos países, en busca de un futuro mejor.

Los poemas que componen este libro constituyen la voz de las personas que siempre son, pero nunca están: nunca están en sus tierras porque las han dejado; nunca están en los lugares que se han planteado como destino porque no han logrado llegar; nunca están donde alguien las vio por última vez porque su cuerpos fueron golpeados, violados, mutilados, esparcidos por los rincones rotos de México y desaparecidos; nunca están en las noticias; nunca están en los puntos focales de las políticas gubernamentales; nunca están en el discurso; pero siempre son cifras, siempre son recuerdos, siempre son historias que nos recuerdan que en México la violencia contra determinados sectores sociales nunca ha cesado.

Balam Rodrigo nació en Villa de Comaltitlán, Soconusco, Chiapas, y junto con su familia se dedicó por mucho tiempo a ayudar a los migrantes centroamericanos en su tránsito por México. En este libro, el poeta, aunque triste y desesperanzado, recogió las historias de quienes ya no pudieron contarlas por sí mismos:

Una honda tristeza me golpea en estos días.
¿Qué sentido tiene todo lo que hago y escribo?

No se inmutan los astros. Ríe Dios, nos sueña.

Reconstruir los rostros de la infancia,
los de aquellos migrantes centroamericanos que vivieron,
comieron y soñaron entre los horcones de mi casa.

Sus cuerpos y nombres se han vuelto niebla,
dibujados con cal en la memoria,
como los difusos garabatos que tajo en este libro.1

En sus poemas, Balam Rodrigo individualiza las experiencias de los migrantes cuyo destino ha sido desafortunado —como el de la mayoría de los centroamericanos que tienen que cruzar México en su camino hacia Estados Unidos—; no escribe en abstracto, pues las personas tienen nombres (Nicolás, Orlando, Carlos, Pablo) porque sus historias no habitan el mundo de las cifras y las estadísticas, y entonces la indígena guatemalteca María “N” de 19 años de edad, quien murió en el Río Bravo, alza la voz y narra el terror, la persecución y la violencia de la que ella y muchas otras personas en tránsito por nuestro país han sido víctimas:

México soltó sobre mí todos sus perros de presa,
su virgen de las amputaciones, su violación masiva y patriarcal,
sus niños clandestinos eyaculando asfixia sobre las vías;
y en el altar de la gonorrea, orando con gravedad de santos,
la jauría de los asesinos del viento; y nosotras exhaustas,
clandestinas y fugitivas del fuego nuevo,
hincadas ante el aullido metálico de La Bestia,
trepanados nuestros cráneos por machetes,
por balas que nos redimen de la inanición.2

Balam Rodrigo no cuenta únicamente historias de víctimas, sino también señala a los responsables: narcotraficantes, policías, militares, políticos, traficantes de personas, y familiares, todos hambrientos de dinero y poder, y todos inmersos en una gran e invisible red de violencia que permite leer cada caso individual, no aislado, sino como resultado de un intrincado sistema de relaciones de poder que convierten a las personas en una moneda de cambio y que se sujetan a las normas delineadas por la necropolítica:

No teníamos maíz ni para sembrar.

Cuando me llegó la luna decidí bajar de las montañas a Tapachula
y trabajar de cocinera en una casa.

Prometían buena paga, pero mis primas
me engañaron al llegar y me vendieron como un bulto
a la dueña de un prostíbulo en la frontera.

Me hacían abrir las piernas y cerrar, casi siempre,
la boca; basta decir que todos me golpeaban.3

El Libro centroamericano de los muertos es la obra que le mereció a Balam Rodrigo el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2018. Es una llaga abierta y profunda, y su lectura duele porque nos recuerda que el deplorable genocidio al que fueron sujetos los indígenas que habitaban el territorio americano a la llegada de los españoles, mismo del que se quejaba fray Bartolomé de las Casas en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, colegiada por el obispo don fray Bartolomé de las Casas o Casaus, de la orden de Santo Domingo, año 1552, y de la que el autor toma y adapta los subtítulos y los epígrafes de su obra, es hoy igual de vigente en México, y es nuestra gente quien lo está perpetrando.

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  1. Balam Rodrigo, “¿Dónde ha quedado nuestra lengua?”, en El libro centroamericano de los muertos, Instituto Nacional de Bellas Artes, Instituto Cultural Aguascalientes, Fondo de Cultura Económica, México, 2018, p. 65.[]
  2. Balam Rodrigo, “27° 54’ 14,4” N 99° 53’ 44.9” W – (Sabinas, Coahuila)”, ibid., p. 38.[]
  3. Balam Rodrigo, “14° 53’ 37.0” N 92° 14”, ibid., p. 32.[]

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