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Un recorrido de 80 años

Jorge Alfredo Domínguez Martínez, ganador del Premio Nacional de Jurisprudencia 2021 que entrega la Barra Mexicana, Colegio de Abogados, nos permite adentrarnos —a través del discurso que pronunció con motivo de la ceremonia de entrega de este merecido reconocimiento— a las experiencias que le han dado forma a su vida y lo han convertido en un referente tanto en la academia como en la profesión notarial.


Hace más de 50 años, en el auditorio de la Barra Mexicana, en las calles de Varsovia, oí a un maestro con una gran cultura jurídica, don Gabriel García Rojas, disertar sobre la inexistencia de los contratos. Sin adentrarnos en lo sustancial de su conferencia, tengo presente que hizo alusión a la “docta corporación” en referencia a este Colegio, al “ilustre auditorio” y a los “distinguidos oyentes”, como calificativos a los concurrentes. Hoy hago mías esas fórmulas que se ven enriquecidas con la presencia de nuestros familiares y amigos.

Reconozco que, para plantearme y delinear el sentido y el contenido de esta intervención, me impuse de discursos de la autoría de quienes fueron premiados anteriormente con esta misma distinción y encontré verdaderas piezas ricas en juridicidad, con conceptos de gran altura, mensajes de alcances internacionales, referencias a un vasto número de tratadistas nacionales y extranjeros; en fin, unos contenidos por demás ilustrativos y de considerable impacto jurídico-social, que reconozco no es lo que ahora pretendo.

Mi primera intención es manifestar mi más sentido agradecimiento a todos, quienes, en un sentido u otro, tuvieron participación en el proceso para conceder el Premio Nacional de Jurisprudencia 2021. Pero debo advertir que sería interminable la mención de todas y cada una de las personas que participaron en algún aspecto relacionado con la asignación en definitiva de ese premio.

Por eso, sólo con cuatro salvedades, a las que me referiré poco después, he pensado que con el señalamiento de la institución de que se trate, en la que, por una razón u otra participan, quedarán comprendidas todas y cada una de esas personas que forman parte de la institución mencionada, sea como representante, como directivo o simplemente como miembro. Ruego a cada quien que así lo entienda. Estoy bien consciente de todas y cada una de sus acciones al respecto, las que me merecen sentir una gratitud que será permanente.

Así pues, como tales instituciones tengo en primer lugar a mi familia; además de la consanguínea de origen, es decir, mis hijos, tres de ellos ahora presentes: Alejandro, Verónica y Gabriel, con sus respectivas parejas, también a la familia extendida con la sección Garza-Bandala. Asimismo, la Barra Mexicana, Colegio de Abogados, el Colegio de Notarios de la Ciudad de México, el Colegio de Notarios del Estado de México, el Colegio Nacional del Notariado Mexicano, la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México y su Colegio de Profesores de Derecho Civil, la Escuela Libre de Derecho, la Universidad Panamericana, el Departamento de Derecho de la Universidad Iberoamericana y la Escuela Internacional de Derecho y Jurisprudencia.

Las salvedades que advertí son las siguientes: en primerísimo lugar, mi esposa, Ana Patricia Bandala Tolentino, siempre presente en mi pensamiento, con un amor engrandecido. Es más; acabo de terminar un libro, que ahora muestro, intitulado Gracias a Dios, a Patricia, mi esposa, y a la vida.

En segundo lugar, Othón Pérez Fernández del Castillo, amigo fraterno de hace más de 50 años, acompañante en varios acontecimientos importantes de mi vida.

En tercer lugar, con una mención muy, pero muy especial, Fernando Pérez Arredondo y Ángel Gilberto Adame López, colegas míos, lo mismo barristas que notarios. Dejo constancia en este momento, y con efectos permanentes, del mayor de mis reconocimientos y agradecimientos a su cariño fraterno, a su apoyo, a su entusiasmo —cada uno a su manera—, a sus sugerencias, a su orientación y, en general, a su solidaridad incondicional en todo este proceso. Me confirmaron la gran calidad humana de ambos. Fernando, Gilberto… éste es un premio compartido por los tres.

En cuarto lugar quiero aludir muy puntualmente a la grandeza suprema de lo civil, que justifica en mi concepto su señalamiento, porque curiosamente ha sido la causa, la fuente y el pivote de todas mis actividades y de sus resultados, incluido este acontecimiento que comparto con ustedes.

El derecho civil es el origen de todas las disciplinas jurídicas que existen, tanto las tradicionales de actualidad permanente, como las de reciente creación. Reconozco que su importancia puede permanecer inadvertida e, inclusive, su contenido maltratado legislativamente, lo que se debe, a no ser por el impacto, al sensacionalismo o el protagonismo de otras ramas de lo jurídico.

El derecho civil es el derecho general; es la única disciplina aplicable a cuanta persona existe, desde antes de su nacimiento hasta después de su muerte.

Se puede ser o no ser comerciante; ser o no ser terrateniente o campesino; ser o no ser trabajador o patrón, todo lo cual es contingente, de manera que las disciplinas jurídicas que norman esas condiciones pueden o no aplicarse y, como tales, lo mismo se cae o no en los supuestos de sus correspondientes regulaciones legales; igual sucede con otras disciplinas: penal, fiscal, administrativa, etcétera, pero no hay quien no sea persona y, por ende, no hay quien escape de la regulación de lo civil. Eso explica el número de preceptos que se listan en un ordenamiento de lo civil.

El ser humano, desde su concepción, carga consigo, sin excepción alguna, dos grandes paquetes de situaciones y relaciones jurídicas. Me refiero a su situación personal y familiar, por una parte, y, por otra parte, a lo patrimonial. Estos dos paquetes, en su conjunto, constituyen el derecho civil.

Convengamos en que el derecho civil, como disciplina jurídica, es para su destinatario como el catálogo de reglas de conducta que, en el seno del hogar,integran la normatividad a la que un niño es sometido en sus procederes iniciales, en familia y en sociedad, de manera que una buena educación lo hace conducirse como debe ser.

El derecho civil enseña, instruye, educa e impone respetar la vida, la individualidad, lo ajeno, el cumplimiento de las obligaciones, los derechos de los acreedores, la observancia de los deberes fundamentales, la equidad y el equilibrio patrimonial.

El derecho civil condena el abuso y procura evitar el oportunismo (piénsese en el contrato lesivo o en el contrato de donación); impone el cumplimiento de la ley (recordemos aquella fórmula vaciada en ley acerca de que los contratos legalmente celebrados deben ser fielmente cumplidos), e igualmente procura la equidad en las relaciones intersubjetivas (no es igual el grado de diligencia que la ley exige al arrendatario que la que impone al comodatario); asimismo, enseña gratitud, pues el donatario debe ser agradecido con el donante.

En fin, el Derecho civil es todo un catálogo de principios fundamentales y elementales para el autogobierno, la autoexigencia y la responsabilidad, que deben traducirse en una convivencia familiar y social armónica y equilibrada.

Por último, quiero enviar un mensaje sencillo, accesible, sólo por lo que pudiera ser de alguna utilidad, a los asistentes jóvenes. Lo haré con todo respeto y sin actitud protagónica porque no es mi estilo. Sólo quiero decir que los jóvenes ven la vida para adelante y los viejos la comprendemos hacia atrás.

Soy una persona por demás afortunada; claro, tengo 80 años de kilometraje recorrido, con un sinnúmero de satisfacciones, las más de cuales por la dedicación puesta a mis actividades y con cosecha generosa: docencia, 55 años de ejercicio; doctorado; notariado; mis hijos abogados y mis hijas dentistas; literatura jurídica, además de otros: la obra Derecho civil; Primer Premio al Mérito Académico del Colegio de Notarios; libro en mi homenaje, y lo máximo: la comunidad de vida con mi esposa, la publicación de su libro y ahora este premio. Creo haber alcanzado lo propuesto, por haber aprovechado el tiempo: el tiempo es el peor cobrador si no se le aprovecha, pero es el mejor pagador si se le aprovecha.

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Puedes ver el los discursos del Premio Nacional de Jurisprudencia 2021 en este vídeo:

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