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Las heridas de Taiwán

Las alarmas empiezan a sonar debido a que está por iniciarse, de nueva cuenta, una zona de inestabilidad. Por segunda ocasión en el año, los ojos están en Asia. Basta recordar que, a principios de año, el mundo puso los ojos en Beijing, China al desarrollarse a los Juegos Olímpicos de Invierno. Sin embargo, activistas promovieron un boicot al evento por la coyuntura en China al contraponer los ideales olímpicos por los múltiples problemas internos que vive el país. Uno de ellos Taiwán.



La visita de la vocera de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelosi, a Taiwán, también conocida como la Isla de Formosa, ha desencadenado diversas opiniones respecto a las libertades y limitaciones de la isla para prescindir de las presiones de la República Popular China.

Cabe destacar que las hostilidades radican desde tiempos atrás. En primera instancia con la primera guerra sino-japonesa en 1895 cuando Taiwán fue cedido por China al imperio de Japón tras perder la guerra. Después, con el derrocamiento de la dinastía Qing en 1911, dio inicio a la revolución china entre comunistas y nacionalistas, liderados por Mao Zedong y Chiang Kai Shek, respectivamente. Ambos bandos aspiraban a la creación de una República. No obstante, con el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945, Chiang Kai Shek sube al poder con ayuda y financiamiento de Estados Unidos para contrarrestar la ideología comunista en el mundo. De este modo, Taiwán regresó a la jurisdicción de China después de que Japón se rindiera tras perder la guerra.

El 10 de diciembre de 1949, Mao logra coronarse como el nuevo líder de la República Popular China- gracias al apoyo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)– tras promover los valores anti-occidentales influenciado por la Gran Marcha del Ejército Rojo en la cual recorrió miles de kilómetros al estar huyendo de los nacionalistas, obteniendo el apoyo de casi toda la población al evidenciar las consecuencias de las dos guerras del opio (1839-1842 y 1856-1860) donde China perdió territorio y fue vulnerable a las potencias europeas. Sumado al colapso del sistema de salud desde 1939 por el consumo masivo del opio en la población.

Para legitimar su liderazgo, Mao persiguió a sus opositores con pensamiento occidental, ya sea intelectuales, budistas, taoístas o tibetanos. Razón por la cual, Chiang Kai Shek huyó- junto con millones de personas- a Taiwán y proclama la República de China en Taipéi al promover los valores democráticos. En consecuencia, Taiwán fue reconocido como el representante de China y ocupó un lugar en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas hasta 1971. Lo anterior, gracias al apoyo de los Estados Unidos por dos razones: la ubicación geográfica y por su oposión al sistema comunista.

Derivado de lo anterior, Taiwán creó un sentimiento anti-chino por las heridas de la primera guerra sino-japonesa al dejar a la deriva a la isla y a la población al sentirse relegados y despreciados por el desentendimiento de su patria. Por ende, Taiwán ha sido considerado por China como una provincia rebelde al aspirar a “Una Sola China” con el establecimiento de una democratización en las instituciones. Así como, auspiciar el reconocimiento internacional como nación independiente. Hasta la fecha, solo 14 países lo reconocen como tal. Para Estados Unidos es un socio comercial.

El panorama actual, indica a que las tensiones económicas y armamentistas aumentaran por parte de China para intimidar a Estados Unidos y posiblemente con intenciones de invadir Taiwán. ¿Por qué? Con el paso de los años, las investigaciones científicas muestran que en el Mar Meridional de China existe una gran diversidad de materias primas, crudo y gas, aunado por la importancia en el transporte marítimo y las rutas comerciales que tienen un alto impacto económico en la región. Validando así el interés por la isla para contrarrestar la zona de influencia de Singapur, Corea del Sur, Japón, Hong Kong y Tailandia, también conocidos como los tigres asiáticos; así como Brunéi, Vietnam, Malasia y las Filipinas. Evidenciando que la finalidad es única: ser la potencia dominante en el Pacífico.

Mientras tanto, el objetivo político de Beijing es persuadir a la sociedad internacional y lograr que sea considerado como un referente en la política internacional, o bien, como una potencia mundial cuyas aspiraciones hegemónicas lograron unificar a su país. Para conseguirlo, el siguiente paso sería finalizar la política “Un País, Dos Sistemas” en la cual considera a Hong Kong y a Macao como parte de China, pero con un sistema económico capitalista.

Dicho lo anterior, en caso de una posible invasión a Taiwán por parte de China, la historia se repetirá como lo hizo Japón cuando invadió Manchuria en 1931 y hace unos meses con la invasión de Rusia a Ucrania. El mundo será observador del abuso y desgracia de un país en la búsqueda de ser un país independiente, al negarse a participar en acciones coercitivas.

En el ánimo de imitar los ideales norteamericanos de esfuerzo personal, espíritu emprendedor, libre comercio y democracia, Taiwán aspirará de librarse de las presiones de la República Popular China porque fueron quienes los liberaron.

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