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Un recuerdo con el doctor Sergio García Ramírez

Mireya Castañeda comparte una memoria sobre el momento en el que conoció a Sergio García Ramírez, cuando aún era juez en la Corte Interamericana de Derechos Humanos.


En diciembre de 2007 fui al Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y subí al tercer piso, donde se encontraba la oficina del doctor Sergio García Ramírez. No lo conocía personalmente, sólo me habían dado una cita por teléfono, con el antecedente de que yo había apoyado la investigación en la misma institución años atrás. Acudí con el propósito de que fuera el tutor de mi tesis de maestría en derecho en la División de Estudios de Posgrado de la misma universidad. Nunca imaginé que el resultado fuera publicado años más tarde. Lo recuerdo amable, pero al mismo tiempo solemne, sentando detrás de un gran escritorio de madera, en una oficina bien iluminada que tenía ventanas hacia al jardín; daba la impresión de que era su hogar. A partir de ese momento comenzó nuestra amistad. Fue un tutor para toda la vida. 

En aquel momento el doctor García Ramírez era juez y presidente la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Estaba en un periodo de arduo trabajo, como el que caracterizó su vida, pero seguramente éste fue de los más gratificantes. Se encontraba cerca de cumplir setenta años, tan sólo uno más que mi padre. Como juez destacó en el tribunal interamericano por sus profundos conocimientos en derecho penal, materia que estudió toda su vida y que conoció de cerca al ocupar diversos cargos en México desde los comienzos de su carrera. Hoy en día la mayor parte de la jurisprudencia interamericana versa sobre las garantías en materia penal, como lo dispone el artículo 8 de la Convención Americana de Derechos Humanos, y en varios casos que él analizó, con la profundidad que lo caracterizó, con sus brillantes aportaciones, a través de sus votos particulares, nutrió las decisiones interamericanas en temas como el estudio y la definición de lo que se debe entender por víctima de derechos humanos y, de manera cumbre, por control de convencionalidad.

La propuesta de investigación que le presenté el día que lo conocí personalmente se dirigía a los alcances del Pacto de San José en México, sus efectos en el ámbito constitucional y, principalmente, frente a las modificaciones constitucionales. Esta propuesta era la continuidad de mi tesis de licenciatura que versó sobre las reformas constitucionales y que había dirigido el doctor Miguel Carbonell, también investigador del instituto en aquellos años. 

A la par de asistir a clases en la Facultad de Derecho, la muy estricta formación del doctor García Ramírez me llevó, al cabo de dos años, a realizar una profunda inmersión no sólo en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, en sus tratados y en la labor de sus órganos, principalmente de la Corte Interamericana, sino también a conocer los tratados internacionales de la Organización de las Naciones Unidas, que conocía bien, pero poco había escrito. Fue el libro Derechos humanos internacionales de quien también fue juez interamericano, Thomas Buergenthal, fallecido en 2023, parte de la bibliografía detonante que me recomendó. El doctor García Ramírez me obligó a conocer, con la profundidad necesaria, la jurisprudencia interamericana, una materia que en aquel momento poco se conocía en México. Sus publicaciones eran pioneras e innovadoras en la materia. Destaca, por mencionar una de ellas, La jurisdicción internacional, que comprendí en conjunto con su guía en cada sesión.

También pude conocer más al gran hombre que fue el doctor García Ramírez, estudioso de la materia penal y conocedor de su práctica a través de los diversos cargos que desempeñó desde los comienzos de su carrera en la década de 1960. Desde aquel momento reflejó su interés por los derechos humanos, cuando publicó un pequeño libro titulado Los derechos humanos y el derecho penal. En la década de 1970, como director, clausuró el penal de Lecumberri, y en la década de 1980 fue procurador general de la República y eventual candidato a la Presidencia de la República en 1985, todo ello acompañado de su carrera académica como profesor e investigador en la unam. Con estos últimos cargos lo solía identificar la gente en México. 

Mi trato más directo con él fue durante la realización de la investigación que condujo durante cerca de tres años. Cuando tenía que entregar a la universidad algún avance, era preciso tener un par reuniones presenciales para que revisara mis progresos, con ojo crítico y con preguntas detonantes, muy formativas. Para mí ése era el momento más importante y solemne de la maestría. Concertaba una cita y me presentaba en su oficina. Esa era mi oportunidad para contemplar a ese gran hombre y su entorno, observar su oficina y sus libros que generalmente versaban sobre el Sistema Interamericano de Derechos Humanos o sobre materia penal. En alguna ocasión me prestaba alguno para desarrollar un apartado de mi estudio. También le gustaba conocer y contemplar la cultura mexicana, en particular la prehispánica, y hacía alarde de su origen jalisciense. Alguna vez, como consecuencia de sus cargas laborales, su asesoría la recibí por teléfono, desde Costa Rica, lo que mostraba su compromiso con la academia, desde el lugar en el que estuviera.

En 2009 concluí mis estudios de maestría, pero debido a la exhaustividad que exigía a sus tesistas el doctor García Ramírez, fue necesario dedicar un año más para su conclusión. En aquel momento yo había obtenido una beca de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos para tal efecto y coincidentemente la Corte Interamericana de Derechos Humanos visitó nuestro país, lo cual representó la grandiosa oportunidad de coordinar un libro que recopilaba las memorias del evento: Recepción nacional de derecho internacional de los derechos humanos y admisión de la competencia contenciosa de la Corte Interamericana, publicado por la unam, la Secretaría de Relaciones Exteriores y la propia Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Esa época fue trascendental para los derechos humanos en México, pues en la Cámara de Diputados y en el Senado se discutía la reforma que finalmente se publicó el 10 de junio de 2011, una de las más importantes en la materia. Mi tesis no versaba sobre el contenido de la reforma constitucional de 2011, pero tuve que modificar el título original: El derecho internacional de los derechos humanos y las reformas constitucionales, bajo la hipótesis que de toda modificación sustantiva del texto constitucional debe ser compatible con los compromisos en la materia, a riesgo de ser inconvencional. La reforma abrió un nuevo contexto nacional en el que, expresamente, el artículo 1º constitucional reconoce los derechos humanos contemplados en los tratados internacionales, como el Pacto de San José que generó un nuevo paradigma, transformando a nuestro país. 

En aquellos años, Sergio García Ramírez fue consejero del Instituto Federal Electoral. Incluso con esa responsabilidad tuvo tiempo para compartir sus opiniones sobre los temas de reflexión de interés común. Mi examen para obtener el grado de maestría lo realicé el 25 de enero de 2012, teniendo como sínodos, además de al doctor García Ramírez, al doctor Manuel Becerra Ramírez, internacionalista destacado, también de la unam, y a la doctora Mireille Roccatti, quien fue la primera en presidir la cndh.

Después de ese día me preocupaba no poder contar con su gran presencia y su formación. Afortunadamente pude conservar su amistad durante doce años más, manteniendo comunicación hasta cuatro días antes de su partida. Durante algunos años continué realizando investigación en materia de derechos humanos. Entre las publicaciones que consulté rescaté la tesis que dirigió el doctor García Ramírez, publicada por la cndh en 2012, con el título El derecho internacional de los derechos humanos y su recepción nacional.

Como muestra de gratitud, me gustaba visitarlo o invitarle un café en Ciudad Universitaria, procurando no distraerlo de sus actividades y cuando lo permitiera su agenda. Me gustaba escribirle o visitarlo con motivo de las festividades de fin de año. En 2012 tuve el honor de recibir un libro suyo, Para las navidades (1986-2012), en el que compartía historias o escenas de algún momento de su vida. Incluía un escrito titulado “Pliego de anticipaciones”, en el que compartía la solemnidad que deseaba para el momento de su partida.

Mi padre, tan sólo un año menor que él, me inculcó la costumbre de celebrar los cumpleaños de las personas queridas. Aunque el doctor García Ramírez se negaba a festejar su onomástico, que era el 1º de febrero, esos días representaban una buena oportunidad para desearnos un buen año. Así lo despedí. Traté de verlo la segunda semana de 2024. Su último correo lo recibí el sábado 6 de enero; en él me informaba que no estaría disponible durante esos días, pero me proponía que nos reuniéramos más adelante y me deseaba buena salud. 

El 10 de enero de 2024 acudí al Instituto de Investigaciones Jurídicas para reunirme con el doctor José de Jesús Orozco Henríquez, antiguo miembro de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pues llevaríamos a cabo una investigación conjunta. En su oficina, Lucía, su secretaria, nos informó que el doctor Sergio García Ramírez había fallecido. Un silencio inmenso invadió la oficina; teníamos un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos. Después de la reunión subí al tercer piso. En la recepción aún no se atrevían a confirmar la noticia; me senté en un sillón, abrí mis redes sociales con la esperanza de que no fuera real su partida. Lamentablemente, la Corte Interamericana de Derechos Humanos confirmaba la noticia. La compartí. El pasillo estaba vacío, la puerta con su nombre permanecía cerrada. No quería retirarme de ese lugar en el que lo conocí y de donde, en incontables ocasiones, salió para recibirme en su oficina, con un caminar pausado y una sonrisa en los labios.

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