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Arturo Díaz Jiménez

(1957-2020)

Arturo Díaz Jiménez nació el 27 de febrero de 1957 en la Ciudad de México. Estudió la preparatoria en el Centro Universitario México, alcanzando el mejor promedio de su generación, y realizó la licenciatura en derecho en la Escuela Libre de Derecho, obteniendo el título de abogado el 9 de diciembre de 1982.

Desde sus primeros años como estudiante de derecho trabajó en un despacho de derecho laboral, con lo cual tuvo experiencia con diferentes sindicatos y en las juntas de Conciliación y Arbitraje. Posteriormente, se incorporó como pasante en una notaría, hasta que obtuvo el título de abogado.

Sus actividades se desarrollaron en diversas áreas, tanto del sector público como del sector privado. Fue subgerente jurídico en instituciones como Multibanco Comermex, Teléfonos de México e Infonavit, y colaboró en diversos bufetes jurídicos, incorporándose nuevamente al área notarial en 1987.

Obtuvo la patente de aspirante al ejercicio notarial el 2 de febrero de 1988 y la patente de notario público número 46 del Distrito Federal (hoy Ciudad de México) el 8 de agosto de 1988, a los 31 años de edad.

Durante sus 32 años de ejercicio notarial procuró, al dar fe de algo, estar al tanto de la verdad de los hechos, para autentificar conforme a las leyes y ejercitar esa fe pública extrajudicial del ejercicio notarial. Nunca se rindió para saber, indagar, cuestionar y cuestionarse; para explicar, como los antiguos sabios, hasta setenta veces algo —si fuera necesario— a quien necesitara comprender, y para encontrar la solución más adecuada en la compleja, y muchas veces sinuosa, madeja de las relaciones humanas y sus intercambios.

Res non verba (“hechos, no palabras”) era la máxima que parecía estar siempre presente en sus ojos vivaces y penetrantes, no sólo porque conocía los vericuetos profundos de la condición humana per se y en comunidad, sino porque entendía a fondo que nadie, como dice la máxima latina, puede transmitir a otro más derecho del que tuviere: Nemo plus iuris ad alium transferre potest, quam ipse haberet. Su sentido de justicia, de armonía, brotaba siempre. Respaldaba a todos por igual y su conciencia era universal. Desde que fue estudiante de derecho hasta el final de su vida conservó su emoción por el conocimiento, no sólo jurídico sino literario, filosófico, lingüístico y artístico. Usaba el latín y el griego sin desperdicio para argumentar cuando era pertinente, y siempre mantuvo un profundo interés por la historia universal y de México.

Arturo Luis Antonio Díaz Jiménez fue un hombre de carácter fuerte y sensible al humor y a la ironía con chispa, otras dos virtudes esenciales para lograr, con humanidad y profesionalismo, un ejercicio laboral tan complejo. A pesar de la enfermedad de fibrosis pulmonar que padeció durante sus últimos cinco años de vida, escondida detrás de la faz de un hombre invencible, siguió ejerciendo su oficio como un verdadero guerrero hasta el día de su fallecimiento. Descanse en paz.

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