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Tecnología y elecciones: la IA como actor en la democracia

A pesar de sus bondades, la inteligencia artificial representa un riesgo para en mucho sentidos; cuando se trata de cuestiones electorales, surgen retos que los Estados deben superar para proteger la democracia. Al respecto escribe Felipe Fuentes Barrera.


El término inteligencia artificial (IA) está en boca de todos últimamente, no porque esta tecnología sea nueva, sino porque en los últimos tiempos hemos visto avances prometedores en ese ámbito tras el lanzamiento del famoso ChatGPT.

Aunque lo cierto es que para quienes no nacimos con una computadora en casa o un smartphone en las manos, ni con WiFi, lo que está sucediendo resuena como la gran revolución que vivió el mundo en los años ochenta y noventa del siglo XX cuando aparecieron las primeras computadoras y se popularizó la web. No digo que sea lo mismo, pero para muchos la historia del ayer rima con lo que sucede hoy.

Como era de esperarse, las elecciones no han sido ajenas a la transformación tecnológica que ha vivido el mundo. Las llamadas tecnologías de la información y la comunicación, específicamente las redes sociales, aunque tienen menos de 20 años —desde la campaña de Obama de 2008, quien innovó en su uso—,hoy son las herramientas preferidas por muchos políticos a nivel internacional para dar proyección a sus campañas. 

Esas redes sociales se han fusionado desde hace tiempo con los famosos algoritmos y la ia, que son los responsables de que, muchas veces, nuestros teléfonos conozcan mejor nuestras preferencias que nosotros mismos. Desde el punto de vista comercial, esto puede ser positivo pues acerca bienes y servicios a la gente que los necesita y las empresas conocen su mercado y mejoran sus productos.

Sin embargo, esa simbiosis redes sociales/algoritmos/IA, trasladada al terreno electoral, no ha estado libre de problemas o retos para todas las democracias, incluso para las más consolidadas. Un estudio realizado por diversas universidades de Estados Unidos en colaboración con Meta ha confirmado que los algoritmos no sólo moldean el consumo, sino que también manipulan las creencias y las preferencias electorales de la ciudadanía.

Por medio de esta manipulación la ia opera, por un lado, bajo la llamada microsegmentación, que divide al electorado en función de sus intereses, sus creencias y sus comportamientos. Aquí, la ia ha sido útil para que los asesores de una campaña y los políticos ajusten sus mensajes en función del grupo de ciudadanos en el que buscan posicionarse.

Por otro lado, con base en un microtargeting político la IA provee información a los partidos políticos relacionada con la predicción del comportamiento electoral y el tipo de mensajes que deben destinar a los votantes.

Desde 2012 en Estados Unidos el equipo de campaña de Barack Obama fue pionero en usar la microsegmentación basada en la ia para categorizar a los votantes en función de su posibilidad de apoyar la candidatura y emitir mensajes personalizados a cada segmento. Ese mismo sistema fue utilizado años después por Donald Trump, lo que originó el escándalo de talla mundial conocido como Caso Cambridge Analytica.

Y la lista de nombres que hoy ocupan una jefatura de gobierno gracias, en buena medida, al uso de la IA, los algoritmos y las redes sociales, sigue con apellidos como Modi, Trudeau o Macron. Ahora bien, una cosa es la predicción y la manipulación de las preferencias ciudadanas y otra más preocupante es la creación de material publicitario con la denominada IA generativa para potenciar la desinformación que ya experimentábamos con las noticias falsas creadas por seres humanos. 

En Estados Unidos se difundió un video falso creado con ia en el que aparecía Donald Trump abrazando a Anthony Fauci (un personaje muy criticado por el partido republicano) con la intención de debilitar su posición en el interior de ese partido. En otro video de Tiktok supuestamente aparecía la senadora demócrata Elizabeth Warren llamando a inhibir el voto republicano en las elecciones que se acercaban. Incluso ya se elaboró un audio de una conversación entre Ricardo Monreal y Benjamin Franklin sobre la coyuntura fronteriza entre el país del norte y México.

La IA presenta retos para las autoridades electorales por la manipulación y la desinformación que puede generar, pero también está contribuyendo a ayudar a la democracia: i) identificando variaciones en las firmas de quienes votan por correo o a distancia en Estados Unidos para determinar si el voto es válido o nulo; ii) para generar información útil a los ciudadanos con chatbots que responden preguntas con información veraz; iii) para detectar noticias falsas hechas con otros modelos de IA, y iv) para que la autoridad electoral fiscalice recursos de los agentes políticos.

¿Qué pueden hacer las autoridades electorales para enfrentar estos retos? Seguir apostando por la transformación tecnológica, tanto del Instituto Nacional Electoral como de los tribunales electorales, para asegurar que la tecnología se ponga al servicio de nuestro sistema electoral y combata los problemas que está generando la ia en beneficio de algunos grupos. En pocas palabras: usar la IA para combatir a la IA.

Ese es el rumbo que debemos tomar en los próximos años. La mayor parte de los gobiernos del mundo ya están tomando cartas en este asunto.

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