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Día de muertos (vivientes)

A pesar del calor que se le escapa a septiembre, las calles empiezan a poblarse de hojas secas, rotas, que se arrastran y tiñen de naranja los pasos de fantasmas a los que no podemos ver. El viento otoñal, aún cálido, abraza el recuerdo de los seres queridos que han partido y cuyo regreso y sus ritos se aproximan, y “Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré…» (dice el zorro al Principito en relación con su esperado encuentro), y así nos sentimos con el reencuentro al que incita la tradición cada año. Los artesanos locales empiezan a producir papel picado, los restaurantes cocinan calabaza dulce, las familias colocan los altares a sus seres queridos y algunas ciudades organizan festivales para la celebración del Día de los Muertos.

Porque tenía miedo de las noches que le llenaban de fantasmas la oscuridad. De encerrarse con sus fantasmas. De eso tenía miedo…

Pedro Páramo. Juan Rulfo.

Pero no todos nuestros fantasmas regresan por medio de altares, siguiendo cruces de cal, cempasúchil y velas. No a todos los fantasmas se les recibe con sus alimentos, con pan de muerto y vasos de agua. No de todos se asegura, tampoco, su fallecimiento. El recuerdo colectivo de quienes ya no están tiene sus formas de manifestarlos. Resuena en nuestro corazón como una arritmia, por ejemplo, el informe sobre los avances en la investigación de la desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas, a cargo de Alejandro Encinas, titular de la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia del Caso Ayotzinapa; entre las afirmaciones hechas por el subsecretario de derechos humanos, población y migración, de la Secretaría de Gobernación, nos percatamos de que no hay indicios de que esté con vida alguno de los 40 estudiantes desaparecidos aún.

En la oscuridad de sus candelarias fundidas la noche mexicana se llena de fantasmas. Por eso para algunos siempre hay que mantener la luz encendida, como una política de olvido de la oscuridad; por eso, para otros, siempre hay que “rascarse donde a uno le pica” (como conversamos con Fer Bustos), como un ejercicio de memoria para los fantasmas que nos lastiman (como los del 2 de octubre de 1968 durante la matanza de Tlatelolco).

En el panorama sociopolítico mexicano actual, ¿cómo enfrentar la noche donde se esconde la necropolítica, donde el ejercicio del poder material desborda las limitantes que le ha impuesto el derecho?

Para transformar el contexto, para ejercitar la praxis de la liberación (o proteger nuestro querer-vivir), se requiere profundizar el análisis crítico en torno de los fenómenos que nos circundan (incluido el jurídico). Este ejercicio reflexivo nos obliga a cierto grado de abstracción que no por eso debe ser menos accesible (menos pop) a todas las personas. Para hacerlo posible, en esta edición ponemos sobre la mesa, entre otros temas, el querer-vivir y la importancia de la conformación de la comunidad política que conlleva (o de una abogacía organizada y ética), la accesibilidad del conocimiento (o el periodismo judicial, o la filosofía y el derecho pop), el ejercicio de la potentia (o la agencia política de la ciudadanía), la construcción colectiva de la memoria histórica (Como en el artículo “Rosario Castellanos y la poesía del 68”).

Sumémonos al diálogo. Adentrarnos a la noche y a sus fantasmas implica “rascarnos donde nos pica”. Dialogar con nuestros fantasmas, además de hacer memoria, es hacer justicia. 

Arturo Pueblita: La conveniente obligación de la colegiación

Platicamos con Arturo Pueblita Fernández, presidente del Ilustre y Nacional Colegio de Abogados, A.C., sobre este colegio de abogados y sobre su visión en relación con la colegiación obligatoria. Este diálogo es un importante recordatorio de que la abogacía...

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