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Jazzamoart: Hacer lo que a uno le da la gana

Jazzamoart, considerado como el pintor del movimiento, cuenta con una extensa obra artística que ha sido ampliamente expuesta en el mundo. Platicamos con él sobre su obra, su trayectoria, la justicia, la democracia y el miedo.


Artista visual con un lenguaje expresionista rítmico, muy relacionado con la música. Con decenas de premios nacionales e internacionales y considerado por la crítica de arte como un artista prolífico y polifacético. Jazzamoart ha presentado su obra en unas quinientas exposiciones en México, EE. UU., Canadá, América Latina, Europa, Corea del Sur y Japón. Sus improvisaciones visuales han acompañado en escena a los principales exponentes del jazz mexicano y estadounidense.


¿Javier Vazquez o Jazzamoart? 

A estas alturas de mi vida, los dos, o el que les dé la gana. En principio, cuando todavía no era Jazzamoart, era Javier Vázquez, hasta que nació mi hijo Jazzamoart, cuando adopté ese nombre para firmar mi trabajo. Pero éste habla por sí solo; lo que pueda trascender está por encima de los nombres. Lo importante es la obra; el nombre, el pseudónimo, el apodo o cualquier eslogan que te atribuyan o que te haga popular o impopular, pasa a segundo término.

¿En qué momento se inició en el arte?

Jazzamoart – Desde niño. Mis primeros juegos fueron los de cualquier niño, pero siempre acompañados de arte, música, travesura. Eran los juegos tradicionales de la época. No sé qué habría pasado conmigo si hubiera nacido en esta época, si hubiera sido un artista más cibernético. Mi papá también era un artista locuaz, genial, por lo que crecí en un ambiente de música, pintura, locura, borrachera, desmadre, poesía, etcétera, a pesar de haber vivido en un pueblo como Irapuato, de mochos, rezanderos y creyentes.

¿En ese tiempo, cuando ya estaba inmerso en el ambiente bohemio, ya existían los grandes espacios donde ha expuesto su obra en México y en el mundo?

Jazzamoart – No, eso no existía; era simplemente un juego. Después fue adquiriendo mayor seriedad, porque, además, hubo un momento de mi vida que no fue fácil. Me di cuenta que de eso podía vivir. Pero no quería hacerlo; prefería ser un poco como mis primos o como algunos familiares que llevaban una vida en un nivel socioeconómico superior al nuestro por dedicarse a actividades que les proporcionaban un sustento regular y un buen nivel de vida. Yo quería eso y no ser un artista jodido y aventurero, pero afortunadamente no claudique y a pesar de los chingadazos insistí en esa fórmula de la perdición del arte, de los sueños imposibles, de las historias heroicas.

En aquellos tiempos todavía había muchos resabios de bohemia, de buhardilla, de la cuestión romántica del arte por el arte. Cuando yo estudiaba en la Academia de San Carlos era el arte por el arte. No valía prostituirse. Era muy vergonzoso que los compañeros se enteraran que uno pintaba un cuadro de florecitas o un barquito, o pendejadas así, porque cómo iba uno a hacer eso si era artista; eso era burgués. Con el paso del tiempo llegué a la conclusión de que eso, a final de cuentas, era necesario. En la pintura uno quisiera vivir siempre de pintar lo que le gusta o le interesa, o lo que cree que aporta algo estético; pero la realidad es distinta: un músico quisiera hacer sus composiciones pero a lo mejor tiene que tocar en una boda o en un bar; los poetas venden sus poemas en copias fotostáticas afuera de la librería Gandhi, ya no me acuerdo si por un precio determinado o por lo que la gente les quisiera dar; el bailarín baila en un cabaretucho. Pero ese es otro tema.

Desde niño tuve esa vocación que poco a poco se fue aterrizando y acentuando. Finalmente, hoy en día no hay vuelta atrás: soy lo que soy y hasta el final. Una de mis grandes satisfacciones es que yo creo que puedo estar tranquilo más allá de lo que haya logrado en términos de fama, fortuna, nombre y todas esas cosas frívolas y vanidosas, pues lo importante es hacer lo que a uno le da la gana en la vida, y pienso que esa es la gran definición del éxito.

Hace algunos años, en una galería de arte, cerca de la Plaza Tolsá, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, lo conocí a través de una escena de jazz que se asomaba por la ventana de aquel lugar. Inmediatamente me remonté a otros lugares, a otras épocas. ¿Desde dónde pinta (sueños, recuerdos, lugares que visita, anhelos)?

Jazzamoart – Desde todos esos espacios. Todo eso nutre mi imaginación, que es lo más importante porque es lo que me hace viajar y lo que me da la inventiva. En ese aspecto, más allá de lo anecdótico, de la idea primaria básica, siempre está la imaginación. A través de mi vida y de mis aficiones, en este caso la música, conocer a los músicos y convivir con ellos, al ir a los lugares donde tocan, en México o en cualquier parte del mundo, la imaginación se desborda (sin necesidad de tomar una copa porque la imaginación es la droga más fuerte que puede haber en la historia de la humanidad, aunque muchos piensen que son las drogas o el alcohol o cualquier clase de estimulante). He tenido muchos sueños de este tipo en los que estoy en diversos lugares del mundo donde se toca jazz, platicando y conviviendo con músicos que nunca pude conocer, vivos o muertos, con quienes logro hacer amistad.

También pinto algunas memorias que tengo del mundo, de los lugares favoritos que he visitado. En ocasiones los reinvento o los mezclo con mis  sueños. Por ejemplo, recientemente he elaborado una serie de un mundo raro en el Museo del Prado que tiene que ver con España, con lo mexicano, con José Alfredo, con la peda, con los personajes mexicanos, conmigo como un extraño en el Museo del Prado; como una calavera, un alebrije, una máscara, un intruso que se apropia de lo que está ahí, que jugará con Las meninas o que se embriagará con Los borrachos de Velázquez o hará figuraciones alargadas como las del Greco o entablará un dialogo de pintura sórdida y fuertemente con las pinturas negras de Goya.

Históricamente, el jazz surgió como una ruptura. Ahora parecieran lejanos los escenarios de jazz que ilustra su obra. ¿Se inserta en algún contexto social o político?

Jazzamoart – Es, más que nada, el gran hallazgo temático de mi vida. Cuando estudiaba en la Academia de San Carlos estaba fresca la ruptura de muchos de los maestros de la escuela. Era un México diferente al de hoy; pero también con ciertos paralelismos de rebeldía, de búsqueda, de ganas de superarse y del clásico folklore mexicano sobre lo bueno y lo malo, el albur, la mentada, la pasión, las luchas de clases, la jodidez y el ahí se va y chingue a su madre. Esa época fue muy importante para mí porque cuando llegué a la Academia ya tenía más de 15 años pintando profesionalmente y no había mucho que me pudieran enseñar. Mi papá ya me había enseñado muchas cosas; aunque obviamente tenía muchas carencias.

Entonces se había producido ese gran encontronazo con el rigor de la academia. Era una época muy snob en México cuando en el arte en general prevalecía la idea de sentirse genial, único, la cúspide del arte, etcétera.

A finales de la década de 1960 y principios de 1970 tenía la gran consigna de diferenciarme de los artistas que admiraba y que fueron mis maestros directos e indirectos. De repente, uno se parecía evidentemente a Picasso o a Polo o a Saura o a la pintura matérica española; o, en México, en mi caso, a Gilberto Aceves Navarro, a José Luis Cuevas y sus grandes personajes así como su virtuosismo dibujístico, a las abstracciones de García Ponce, Manuel Felguérez, Gironella y su gran influencia poética taurina. Al tener esa piedra tan grande encima, pensaba: “Cómo carajos le hago para no parecerme a estos cuates”. Un día, abrumado por tanta penuria, me cuestioné cómo superar esa prueba que iba más allá de la pintura y como un arqueólogo me puse a rascar hasta realizar el gran hallazgo: los restos prehistóricos, lo que quería encontrar y sobre lo que me puse a trabajar y desarrollar hasta el cansancio. Tengo la certeza casi absoluta de que ningún pintor en la historia del arte universal ha trabajado tanto y tan profundamente la cuestión de la música, sobre todo del jazz, aunque muchos la han abordado como Kandinski y Klimt.  Se volvió algo obsesivo, compulsivo y lo llevé hasta sus últimas consecuencias, lo que me trajo buenas y malas críticas. El jazz, sobre todo, fue mi necesidad de encontrar algo que al abordarlo tuviera un sello propio.

Lo llaman el pintor del movimiento. ¿Qué papel juega la esteticidad en su obra?

Jazzamoart – Es igual que el silencio en la música. Muchas veces, para que se note un sonido, tiene que haber silencio; para que se note un brochazo, tiene que haber un espacio vacío. Ese espacio proporciona el contraste.

Cuando nos acercamos a platicar con artistas, nos gusta concluir con un ejercicio creativo (algo que falta mucho en el gremio jurídico). ¿Cómo se vinculan los siguientes términos?

Democracia y arte…

Jazzamoart – Por un lado, puede ser un binomio, pero mentiroso e hipócrita. En las historias del muralismo mexicano muchos pintores que estaban en su contra o que pensaban en una pintura más intelectual, decían que los muralistas eran como periodistas o demagogos: la denuncia de un hecho histórico se podía considerar como pan y circo.

Por otro lado, es un poco difícil que el arte sea democrático porque no todo el pueblo tiene el poder del arte; no digamos sólo para pintarlo, sino para acceder y acercarse a él. Hay gente que no ha leído un pinche libro en toda su vida, nunca ha escuchado una sinfónica, nunca ha entrado a un museo. El arte se vuelve elitista.

Es antagónico, hasta cierto punto, hablar de democracia y arte.

Arte y justicia…

Jazzamoart – La vida ha sido injusta con muchos artistas a quienes se los llevó la chingada y nadie les hizo caso en vida y ahora están en museos repletos de merchandise en su honor. A Van Gogh se lo llevó el carajo, pues no tenía ni para tragar.

Hay otras injusticias menores; por ejemplo, en los concursos o en la asignación de las becas se escoge a Fulanito de Tal porque tiene los méritos artísticos pero también la influencia por ser hijo de no sé quién. Siguiendo la idea de la democracia, aquí no hay lugar para dedazos ni nepotismo.

El Derecho tiene un estrecho vínculo con el miedo. ¿Cuál es el vínculo entre el arte y el miedo?

Jazzamoart – Pues el primer miedo es que te lleve la chingada. Ese empieza por la familia, porque cuando uno tiene la vocación, el talento, la gana y la decisión de ser pintor, bailarín, escritor, cineasta, lo que sea, llegan la abuelita, la mamá o el papá con la consigna disuasiva: “No, hijo, no chingues; elige algo que deje dinero porque el día de mañana te vas a casar y con qué carajos vas a mantener a tu familia. Te vas a morir de hambre, escribiendo, pintando”. Eso genera una pinche carga de miedo al fracaso aunque uno sea muy chingón. 

Hay miedos más personales que son parte de la creatividad: el miedo a hacer pendejadas y el miedo a no lograr lo que uno quiere. La mejor virtud del ser humano es canalizarlos y hacer algo con toda esa chingadera que los propicia.

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