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Samuel Moyn: Reflexiones sobre Derechos Humanos

Abogado por la Universidad de Harvard y doctor en historia europea moderna por la Universidad de California-Berkeley, Samuel Moyn nos recibe en su oficina, vía Zoom, para reflexionar en torno de los derechos humanos. Atrás queda el ruido de pasos apresurados y motores de las atestadas calles de la Ciudad de México, donde el discurso de los derechos humanos ha encontrado una importante recepción por parte del sistema jurídico. ¿Qué percepción se tiene en Estados Unidos sobre nuestros avances en materia de derechos humanos y sobre la forma en que éstos se enseñan y se discuten? Sobre esto reflexiona el autor de «Not Enough: Human Rights in an Unequal World», «Christian Human Rights» y «The Last Utopia: Human Rights in History».


¿Los derechos humanos han cumplido con las expectativas que se tenían depositadas en ellos?

Samuel Moyn – No lo creo. En los tratados internacionales han hecho una profunda diferencia. Pienso que ahí puede haber mayor optimismo acerca de los derechos humanos para las constituciones nacionales que en la moral. Y pienso que en la moral o en la retórica los derechos humanos han transformado la forma en que pensamos la legitimidad de los derechos del gobierno, o de nuestros conciudadanos, o quizá de los demás seres humanos, pero hasta ahora ese cambio en la forma en que concebimos los derechos siempre ha estado vinculado con la forma en que los justificamos. De alguna manera, con los derechos humanos tenemos una nueva sensibilidad moral que no ha cambiado mucho al mundo.

En este sentido, ¿cuál es el principal reto por el que atraviesan los derechos humanos?

Samuel Moyn – Como muchas nuevas moralidades, enfrentan una dificultad en el sentido de ganar aceptación en la conciencia pública. Podemos comparar los derechos humanos con previas nuevas moralidades; por ejemplo, la cristiandad, que logró difundirse hacia algunos lugares pero no a otros, y le costó mucho trabajo y un largo periodo de tiempo expandirse. Así, es más fácil cambiar la imaginación de las personas que sus prácticas, la forma en que viven sus vidas. Pareciera que los derechos humanos están en las etapas tempranas de incidir en las sensibilidades y los estilos de vida de sus audiencias.

¿Son verdaderamente universales los derechos humanos?

Samuel Moyn – Pienso que sí son universales. Pero de acuerdo con mi forma de pensar ha habido muchos “universalismos” en la historia moral de la humanidad. Muchos defensores de derechos humanos pretenden que antes de que llegaran los derechos humanos había tan sólo tribus familiares y naciones, morales parroquiales. Pero creo que es claro que la idea de una moral universal llegó antes que los derechos humanos. El problema es, de alguna manera, que hay muchas visiones universalistas. El cristianismo y el islamismo, que han peleado por tanto tiempo, por ejemplo. En la Guerra Fría, ambos lados del conflicto ofrecían una promesa universal de libertad e igualdad. Y aún así ambas partes se peleaban. Pienso que los derechos humanos son universales. El problema es que no son el único universalismo y están compitiendo con otros.

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Samuel Moyn en conversación con Mateo Mansilla-Moya y Jorge Carreón Perea

La Suprema Corte de Justicia de la Nación en México establece que la dignidad humana es la base y el fundamento de los derechos humanos. ¿Qué opina sobre esto?

Samuel Moyn – Si se refiere a la interpretación de textos, pienso que el concepto de dignidad humana fue añadido a la Constitución mexicana después de 1917 y que al principio estuvo ahí sólo en un lugar subsidiario. Y únicamente en el siglo XX, primero en Irlanda y después en otros lugares, como Alemania Occidental, el concepto de dignidad humana tuvo lugar como concepto importante en las constituciones. Si la Suprema Corte se refiere a algo normativo, puede ser que tenga razón.

No creo que la dignidad humana sea muy útil como concepto, por dos razones: primero, los derechos humanos llegaron antes que la idea de la dignidad humana y, al menos en las constituciones, la idea de los derechos humanos se remonta a la Revolución Francesa. Y como lo mencioné, en México se podían tener derechos humanos, incluyendo derechos económicos, sin dignidad humana hasta entonces, por lo que no necesitamos que nadie descubriera la dignidad humana para descubrir los derechos humanos; al revés es más plausible. La segunda razón es que la idea de la dignidad humana me parece indeterminada, lo cual tiene muchas posibles consecuencias, y los derechos humanos se vuelven más controversiales.

Si miramos hacia atrás en la historia, muchos defensores de derechos humanos no han creído en los derechos humanos, incluidos aquellos que reconocemos ahora. Si estuviéramos en la Suprema Corte, diría que tenemos que ser más honestos y construir argumentos para los derechos humanos que sean más contenciosos: citar la dignidad humana no explica por qué tenemos derechos humanos o cómo debemos interpretarlos.

En México, el concepto de dignidad humana fue adoptado por la Constitución política hasta 2011, por lo cual lo vemos como algo muy lejano.

Samuel Moyn – Casi 100 años después. Eso presupone una historia internacional, que incluye la historia del catolicismo y la historia de Sudáfrica al final de la Guerra Fría, así como la historia de una opinión legal de élite.

Según su experiencia y sus investigaciones, en particular en su libro Not Enough: Human Right in an Unequal World, usted se refiere a la Constitución mexicana de 1917. ¿Cuál ha sido la contribución de México a los derechos humanos?

Samuel Moyn – Creo que, principalmente, México, como otros estados latinoamericanos, nos recuerda el poder de las ideas después de la Revolución francesa para dar forma a las naciones con base en principios básicos, incluidos los derechos humanos. De manera que las revoluciones en la historia del siglo XX en América Latina de alguna forma están vinculadas con la idea de los derechos humanos. Pero no es sino hasta 1917 cuando México tiene su mayor contribución. Se trata de la primera Anunciación y de la Constitución de derechos económicos y sociales, seguida, a la brevedad, por la Constitución alemana de Weimar. No he investigado mucho, pero creo que no hay mucha evidencia de que la Constitución mexicana haya sido muy influyente. A pesar de que fue la primera, no parece que las personas conocieran su contribución a los derechos económicos y sociales. Ni siquiera he visto mucha evidencia acerca de que haya influido en otras constituciones latinoamericanas.

Sabemos que en la década de 1940, cuando se escribió la Declaración Universal de los Derechos Humanos, era muy importante que las constituciones latinoamericanas incluyeran derechos económicos y sociales. Según entiendo, la canonización de los derechos económicos y sociales constituye la mayor contribución mexicana de la historia constitucional global.

Samuel Moyn es experto en derecho internacional, derechos humanos, derecho de la guerra y pensamiento jurídico. Recientemente publicó la obra Humane: How the United States Abandoned Peace and Reinvented War (2021).

Samuel Moyn

¿Piensa que los derechos humanos son exclusivamente para seres humanos o pueden otras personas, como las morales, también ser titulares de aquéllos?

Samuel Moyn – Sí. Algo interesante es que los derechos humanos surgieron como parte de una decisión de que no hubiera jerarquías en la humanidad. Por eso es un error retener sus derechos humanos a personas de diferente raza, sexo, capacidad, o a los indígenas. Y aquí surge una pregunta: ¿y qué hay de lo no humano? ¿Qué tal si existe una jerarquía entre lo humano y lo no humano? Yo pensaría primero en los animales no humanos como detonador de estas preguntas, pues son tratados brutalmente y carecen de derechos. Creo que estas preguntas nos recuerdan que cuando se trata de derechos, realmente estamos tomando decisiones políticas. Y, por supuesto, podemos decir que las empresas son personas morales y que, por ende, deben tener los derechos que tienen las personas, y se los han dado en mi país, y en la Convención Europea de Derechos Humanos, pero eso no quiere decir que debamos hacerlo. Pienso que la honestidad requiere que admitamos que la idea de los derechos humanos jamás nos dirá qué hacer. Debemos decidir qué hacer con base en lo que es importante. En lo personal, me opongo a los derechos humanos de las personas morales; muchas personas los favorecen porque se les han otorgado (la libertad de expresión, en mi país, o la inmunidad a las órdenes de búsqueda por el derecho a la privacidad, en el contexto europeo). Nos recuerda que si los seres humanos tienen derechos, otras personas los tendrán y otras entidades los exigirán.

En México, las facultades de derecho enseñan que los derechos humanos tienen su inicio en Babilonia, con el Código de Hammurabi, o durante el cristianismo, o en la Carta Magna de 1215. ¿Cree usted que es un error remontar el origen de los derechos humanos tan atrás?

Samuel Moyn – Sí, son mitos. De hecho, los derechos humanos han sido ampliamente rechazados alrededor del mundo durante gran parte de la historia. No fueron siquiera propuestos en gran parte de ésta. Y cuando fueron propuestos, también fueron rechazados. No ayuda a la causa de los derechos humanos pretender que son más viejos de lo que son. Incluso en Occidente los llamados derechos humanos han sido increíblemente impopulares. La libertad de expresión ha sido la excepción antes que la regla en la mayoría de los países. Tenemos que ver los derechos humanos como una idea sitiada; como una nueva idea.

De hecho, en México, la primera vez que la Suprema Corte utilizó el término derechos humanos fue en 1973, no hace mucho.

Exactamente. No sé si conocen los “N-gramas”.1 Hay uno en mi libro. Si los consultan, pueden percatarse de que éstas realmente son nuevas ideas, si observan la forma en que hablan las personas.

¿Cuál es el vínculo entre los derechos humanos y la construcción de la paz?

Samuel Moyn – Es una pregunta muy interesante. No tengo una buena respuesta. Pero me remontaré a la Carta de las Naciones Unidas para recordar que después de la Segunda Guerra Mundial la meta principal era la paz antes que los derechos humanos. Podemos saber eso si observamos los propósitos de las Naciones Unidas y aquello para lo que sirve el Consejo de Seguridad. Es muy significativo que la frase “derechos humanos” no esté en el capítulo séptimo de la Carta de las Naciones Unidas. Después de la Guerra Fría surgió la idea de la construcción de la paz. Pienso que en ese momento la idea de la paz se había entremezclado con los derechos humanos. Parte de la razón es que en la década de 1980 hubo nuevas propuestas por parte de los movimientos antinucleares, especialmente en las Naciones Unidas, en relación con un derecho humano a la paz. Después de 1989 hemos visto una mayor guerra de poder en nombre de los derechos humanos, especialmente en la intervención humanitaria. Pienso, entonces, que sí hay un vínculo. Es muy interesante, en relación con la referida Carta, que en nuestro tiempo pensemos en la paz y en la justicia como conectadas. Creo que eso es honorable. Pero también está el problema de que en ocasiones la paz ha requerido la aceptación de la injusticia. Un buen ejemplo es el de Colombia donde, cuando hubo un acuerdo de paz entre el gobierno y sus enemigos, durante varias décadas (y hasta ahora), algunas personas demandaron mayor rendición de cuentas y justicia por los crímenes del pasado. Demandar tanta justicia amenazó la paz. Creo que actualmente la conexión entre paz y derechos humanos sigue llena de tensiones.

Samuel Moyn es profesor Henry Luce de Jurisprudencia en la Facultad de Derecho de la Universidad de Yale y profesor de Historia en la misma institución. Previamente, impartió clases en las universidades de Columbia y Harvard.

Samuel Moyn

¿Piensa que los derechos humanos pueden ser diferentes en algunos años o se mantendrán igual?

Samuel Moyn – Los derechos humanos están en constante cambio. Poseen cierta estabilidad, pues muchos derechos individuales que tenemos en la lista son viejos, incluso anteriores a 1917 y 1789, por un lado. Por otro lado, algunos derechos humanos son nuevos. Diría que los derechos humanos, como parte de una agenda política, cambian completamente. Podemos ver esto con mayor claridad si nos fijamos en el final de la Guerra Fría: los derechos humanos sirvieron principalmente, por un par de décadas, para criticar a los regímenes autoritarios en el sur global y en la Europa Oriental. No servían para construir sociedades; más bien eran útiles para criticar a algunos gobiernos desde afuera. Posteriormente, después de 1989, los derechos humanos pasaron a ser usados para cambiar a las sociedades a través del control judicial. Hemos visto un alto incremento de derechos basado en la adjudicación constitucional y en el uso de ideas de derechos humanos de los jueces alrededor del mundo. Creo que ya estamos llegando a los límites de ese proyecto que, según mi opinión, fue algo interesante intentar. Estamos aprendiendo que los jueces no son muy buenos actores para el avance de los derechos humanos, por lo cual tendremos que pensar en qué se convertirán los derechos humanos.

¿Pueden los derechos humanos ser creados?

Samuel Moyn – Sí. Me acerco a la pregunta no como un metafísico ni un filósofo sino como un historiador. Si invento un derecho la siguiente semana, un metafísico podría decir que siempre estuvo ahí. En el mismo sentido, la teoría de la relatividad era cierta antes de que Albert Einstein la descubriera. Pero para quienes vivimos en la historia, los derechos humanos se pueden crear.

Y ser adoptados por más personas…

Samuel Moyn – Absolutamente. Son como cualquier moda. Algunas personas tienen modas que se esparcen por el mundo; otras, no. Los derechos humanos se han esparcido. Para regresar al inicio, no significa que hayan cambiado gobiernos tanto como a nuestra imaginación.

¿Qué piensa sobre el concepto de “generación de derechos humanos” adoptado por Karel Vazak?

Samuel Moyn – En general ha sido rechazado muy persuasivamente lo siguiente: la primera Constitución que mencionó los derechos económicos y sociales, incluso antes que México, fue la Constitución jacobina de 1793, que estableció la educación y el alivio público como un derecho. Y eso tan sólo cuatro años después de la primera Constitución. Eso no es una generación. Pienso que tiene sentido clasificar los derechos humanos, pero no es real para la historia decir que los derechos humanos surgieron de un tipo de periodización generacional. Pronto se publicará un nuevo libro2 que refuta de manera contundente la idea de las generaciones de derechos humanos, en especial si eso implica que los derechos económicos y sociales son secundarios.

En México, los libros sobre derechos humanos hablan sobre las generaciones de derechos humanos. Es el discurso que los profesores repiten con mucha frecuencia.

Samuel Moyn – Es un claro ejemplo de este tiempo, una moda académica que se esparció por el mundo. Sólo tiene un problema: no es cierta. Debemos decirles a los profesores que esa idea no es verdadera y que dejen de enseñarla.

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