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Ser árabe: justicia e identidad en la literatura de Najwan Darwish

El acercamiento a los conflictos, por parte de quienes operan las instituciones jurídicas, suele ser, en un primer momento, académica; en un segundo momento, técnica jurídica. La literatura de ficción y la poesía son manifestaciones artísticas que, históricamente, han servido como herramienta crítica para abordar, desde el espacio de enunciación de quien realiza la pieza, los conflictos que aquejan a la humanidad. Así, los libros que las recogen suelen guardar en sus páginas aproximaciones diversas a temas que son relevantes para el Derecho; un ejemplo es el poemario “Durmiendo en Gaza”, que posibilita una lectura más sensible de un conflicto.


El arte es una forma de representación que, históricamente, ha servido como herramienta crítica para abordar, desde el espacio de enunciación de quien realiza la pieza, temas que se categorizan “universales”, en tanto importan a todas las personas y trascienden tiempo y espacio. La literatura de ficción y la poesía son manifestaciones artísticas, y los libros que las recogen suelen guardar en sus páginas las preocupaciones de las personas —a la luz de los temas universales— en determinados contextos.

En ocasiones estas preocupaciones suelen contener narrativas que pueden servir a las diversas disciplinas del conocimiento en su acercamiento a los fenómenos sociales (y políticos, y económicos).

En este sentido, el Derecho, en su búsqueda por resolver los conflictos sociales, puede acercarse a piezas literarias de ficción y de poesía, para descubrir narrativas que pueden trascender en su perspectiva sobre los fenómenos sociales (y políticos, y económicos) y, por ende, en su tratamiento.

A diferencia del Derecho, que se mantiene en el mundo de las abstracciones, la literatura nos acerca a experiencias individualizadas con las que de alguna forma podemos identificarnos. Esto es muy relevante cuando queremos acercarnos a conflictos complejos en los que no basta la mera aplicación de normas, sino que se requiere, además, actuar con sensibilidad.

Una de las obras literarias que aborda uno de estos conflictos es Durmiendo en Gaza, de Najwan Darwish, cuya reseña presentamos aquí como una posibilidad de lectura de un conflicto del que no basta, para ser resuelto, un análisis jurídico. La traducción al español de los poemas fue hecha por Alí Calderón y Diana Sofía Calderón, poetas de renombre que cuentan con una larga trayectoria en la escritura y la traducción de poesía con los reconocidos sellos editoriales Círculo de Poesía, Valparaíso México, Visor México, entre otros.

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Durmiendo en Gaza es el testimonio personal de un ser que se reconoce parte de una colectividad mayor a él; las preocupaciones en la voz del poeta palestino Najwan Darwish, quien se desplaza en el estadio entre lo lírico y lo retórico, bien podrían ser las de cualquiera otra persona en el mundo árabe. Así como opinó Emily Dische-Becker en Poetry International Rotterdam,1 la poesía de Darwish, si bien a veces es política, encubre un mensaje universal.

Darwish, hijo de padre y madre refugiados, nació en Jerusalén y trabaja como periodista y editor en jefe de la sección cultural del periódico Al Araby Al Jadeed; también es uno de los poetas más reconocidos en el mundo árabe contemporáneo.

En Durmiendo en Gaza el poeta abre con “Carnet de identidad”, un poema que delimita el marco interpretativo en el que se ha de encuadrar la lectura del resto del libro.

A pesar de que —como bromean mis amigos— los kurdos sean famosos por su severidad, yo estaba más blando que una brisa veraniega mientras abrazaba a mis hermanos en los cuatro confines de la tierra.

Yo fui el armenio que no creyó en las lágrimas…

[…]

En cualquier caso, yo fui un sirio de Belén que hizo escuchar la voz de su hermano armenio y fui un turco de Koya que por la puerta de Damasco entra en Jerusalén.

[…] Y cuando mi corazón tocó suelo argelino lo supe. No dudé un segundo: soy un amazigh.

En cualquier lugar que yo estuve pensaron que yo era un iraquí. No se equivocaron.

Me consideré a mí mismo un egipcio viviendo y muriendo una vez y otra en la rivera del Nilo junto a mis antepasados africanos.

Antes de todo eso fui arameo. No es ninguna sorpresa que mis tíos fueran bizantinos y yo un niño hiyazí cuidado por Omar y por Sofronio al tiempo en que Jerusalén abrió sus puertas.

[…] Desprecio a los sionistas; sin embargo, cómo no decir que fui un judío expulsado de Andalucía y que aún pienso en el sentido de la luz del ocaso.

En mi casa…

[…] Hay un espejo: tan pronto paso frente a él, me reconozco en la primavera de jardines en Isfahan, en Bujará, en Shiraz.

Si así no son las cosas, uno no es Árabe.2

Al reconocer Darwish que su experiencia no puede reducirse a la individualidad de su persona en un territorio y un tiempo determinados, sino que los desborda, reconoce en su voz —aunque propia— las voces de sus antepasados y de sus contemporáneos a lo largo del mundo árabe. Identificarse con muchas otras experiencias —todas compartidas— en “Carnet de identidad” es una instrucción de la forma en la que tiene que ser leído su libro: como una experiencia comunitaria.

En sus poemas el autor documenta la violencia que ejercen quienes mantienen ocupado con asentamientos ilegales el lugar que históricamente ha sido objeto de disputa y que intervienen militarmente los territorios de Gaza y Cisjordania (Durmiendo en Gaza; In Shatila, The Hills of Berzeit, El autobús de la pesadilla); en éstos también puede leerse el doloroso testimonio de quienes se van para no regresar más (In Shatila, Los refugiados) y de quienes evitan irse para no ser refugiados, pero que aun así tienen que hacerlo para no morir (a pesar de conocer su destino fatal):

No tengo un país al cual volver y

ningún país que pudiese desterrarme:

un árbol cuyas raíces

son agua rápida:

muere si se detiene,

muere si no lo hiciera.3

En un conflicto en el que las ideas ortodoxas matan personas (“Del Libro Sagrado salieron aviones bombarderos/y destruyeron en la playa a una familia”),4 y que parece eterno, Najwan se rebela: no quiere formar parte de la violencia (“No fui martirizado durante la primera Intifada, ni durante la segunda, ni siquiera durante la tercera. Aquí entre nos, no voy a convertirme en mártir en ninguna Intifada por venir”),5 ni tampoco quiere formar parte de ese sufrimiento que “es el del Señor”, pero que él (ellos) resiente(n): “Dijo el Señor inmisericorde: este es mi propio sufrimiento./Me hice con el orgullo que le quedaba a los ahorcados y respondí:/en mi opinión, este es el nuestro.6

Aunque en el poemario hay pequeñas chispas de esperanza (Díselo), Darwish Najwan se aboca a buscar la verdad:

Una vez intenté sentarme

en uno de los asientos desocupados de la esperanza

pero la palabra “reservado”

se extendía sobre ellos como una hiena.

(No me senté, nadie se sentó)

Los asientos de la esperanza están siempre reservados.7

Mientras el lector se adentra en los poemas de Durmiendo en Gaza, puede experimentar, por algunos instantes, lo que es ser árabe y lo que se siente dormir en Gaza: cuando caen las bombas, / cuando el cielo se abre como carne viva.8

  1. Emily Dische-Becker y Najwan Darwish, Poetry International Web, consultado en marzo de 2020 en https://web.archive.org/web/20171214001329/http://www.poetryinternationalweb.net/pi/site/poet/item/21912.[]
  2. Najwan Darwish, “Carnet de identidad”, en Durmiendo en Gaza, trad. de Diana Sofía Calderón y Alí Calderón, Valparaíso México, México, 2017, pp. 9-10.[]
  3. Najwan Darwish, “Nunca nos detendremos”, en ibid., p. 14.[]
  4. Najwan Darwish, “Sulamita”, en ibid., P. 54.[]
  5. Najwan Darwish, “Maryam”, en ibid., p. 36.[]
  6. Najwan Darwish, “El autobús de la pesadilla”, en ibid., p. 33.[]
  7. Najwan Darwish, “Reservado”, en ibid., p. 41.[]
  8. Najwan Darwish, Durmiendo en Gaza, op. cit., p. 12.[]

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