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Doce hombres en pugna y la búsqueda de la inocencia

Con una pluma analítica, Jaime Vázquez se aproxima al filme “Doce hombre en pugna” en el que se presenta la complejidad a la que se enfrenta un jurado al tener que juzgar a un hombre, y donde se ponen en duda los elementos que hay detrás de la decisión tomada por la “justicia”.


Reginald Rose, neoyorkino nacido en 1920, ingresó a las fuerzas armadas de Estados Unidos y fue enviado a Filipinas durante la Segunda Guerra Mundial. Fue condecorado con la Medalla de Victoria por su desempeño en el ejército.

En los años cincuenta del siglo xx escribía guiones para seriales de televisión en la cadena CBS. En esa emisora se transmitió, en 1954, su pieza Twelve Angry Men (Doce hombres en pugna), dirigida por Franklin Schaffner para el programa Estudio Uno.

Rose se basó en una experiencia personal para trazar el drama de doce hombres que integran un jurado popular en el momento decisivo de emitir su veredicto: “Fue un entorno impresionante y solemne en una gran sala con paneles de madera y un juez de cabello plateado. Yo estaba allí […] para juzgar un caso de homicidio involuntario, y llegamos a una fenomenal y furiosa discusión. Ocho horas en la sala del jurado y yo estaba escribiendo un drama de una hora de duración para Estudio Uno”.

Ante el éxito, Rose adaptó su guión para una obra de teatro que se estrenó en 1955. Doce hombres, personalidades diversas que tienen en sus manos y en su conciencia la tarea de declarar culpable o inocente a un ser humano.

Sidney Lumet era un director de series y programas de televisión. Había dirigido más de 150 episodios para la televisión cuando tomó el proyecto de llevar al cine la obra de Rose.

La película, ópera prima de Lumet, se estrenó en abril de 1957 en Estados Unidos y contó con un gran reparto encabezado por Henry Fonda y Lee J. Cobb.

Doce hombres en pugna (Doce hombres sin piedad se tituló en España, que agrega un grado de crueldad o de injusticia a la labor de un jurado popular) es un ejercicio austero, pulcro, una puesta en escena que subraya los vuelcos en la trama, claustrofóbica, con actuaciones destacadas. Cine que va más allá del “teatro filmado”. 

Cada uno de los miembros del jurado (no hay mujeres: ¿incorreción política o imposibilidad determinada por la época?), convencidos a su manera de la culpabilidad del acusado de matar a su padre con un cuchillo, se disponen a condenarlo a la silla eléctrica. El veredicto es inobjetable, hasta que el jurado número 8, Davis, interpretado por Henry Fonda, comienza a cuestionar y a poner a prueba los hechos, a preguntar por la veracidad de las acciones y por la certeza que los demás miembros aseguran tener.

José Hernández en Martín Fierro, escribe: 

Es la ley como la lluvia,
nunca puede ser pareja.
El que la aguanta se queja,
pero el asunto es sencillo:
La ley es como el cuchillo, 
no ofende a quien lo maneja.

Las evidencias que se vierten sobre la mesa del jurado a lo largo de la película, son cuchillo que corta la conciencia de los hombres reunidos ante su decisión. No hay jueces ni abogados; sólo hombres y su razón: el filo de la verdad. 

La película se pregunta por la veracidad y el engaño, por la certeza y la duda, la apariencia y la búsqueda. Como telón de fondo, la justicia.

12 hombres en pugna | Clip

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