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“En el derecho tributario lo esencial es similar en todos los países”

Arturo Garnham, reconocido abogado tributario chileno, comenzó su carrera en esta práctica por una casualidad. Su sueño era desempeñarse en el área del derecho penal, pero luego de trabajar en los antiguos tribunales del crimen y realizar su práctica profesional en la cárcel de San Miguel, se dio cuenta de que ese no era su destino. Por casualidad se topó con el área tributaria, que al comienzo le pareció incomprensible. Sin embargo, al adentrarse en ella y empezar a conectar las distintas partes del rompecabezas, la experiencia se volvió apasionante. De ello nos habla en esta entrevista, la cual deja ver que, a fin de cuentas, en lo esencial el derecho tributario es muy parecido en todos los países.


Comenzaste tu carrera profesional en multinacionales como Pricewaterhouse Coopers y Baker & McKenzie. ¿Cómo influyeron en tu formación?

Arturo Garnham – Esta experiencia, así como haberme ido a estudiar a Estados Unidos, me ayudó mucho a aprender cómo se hacen las cosas afuera. Cuando uno convive con abogados extranjeros se da cuenta de que en realidad no somos tan especiales. Muchas veces pensamos que hay ciertas cosas que sólo se hacen en Chile y, según mi experiencia, esto no es así. Entender los contextos legales y de negocios de otros países me ha ayudado a ver cuáles son las fortalezas y las debilidades de nuestras normativas e instrumentos legales. Leyendo derecho extranjero puedes aprender mucho, porque te das cuenta de que lo esencial es muy parecido en todos los países.

Esto es fundamental cuando uno trabaja con clientes extranjeros, ya que con cierta guía uno puede entender lo que pasa en sus países y puede ayudarlos a comprender lo que sucede en Chile. Para compatibilizar ambas realidades uno tiene que ser un poco profesor y un poco alumno. En este sentido, participar en seminarios y conferencias en conjunto con profesionales extranjeros dedicados a temas tributarios y financieros ha sido fundamental para conocer las realidades legales de otros países. También impartir clases me ha ayudado mucho. Durante 15 años di clases de impuestos a alumnos de pregrado, lo que me permitió adquirir las herramientas para poder explicar de manera esquemática cómo operan los impuestos en Chile. Asimismo, desde hace 12 años doy clases a alumnos de posgrado, e impartir clases a especialistas me ha forzado a mirar las cosas desde distintas perspectivas, lo cual es muy fructífero, sobre todo en aspectos tributarios que no siempre son evidentes.

Trabajaste casi 13 años en Baker & McKenzie, a donde ingresaste como abogado tributario y llegaste a ser socio. ¿Cómo fue este camino?

Arturo Garnham – Baker & McKenzie llegó a Chile en 1995 y fue el primer despacho de abogados estadounidense en el país, por lo que la tentación fue irresistible. Era un entorno completamente distinto al clásico despacho de abogados cuasi familiar que imperaba en Chile.

A pesar de que me contrataron para trabajar en impuestos, al poco andar me involucré en un largo proceso de restructuración de empresas de telecomunicaciones. Así entré en el mundo corporativo, de pactos de accionistas, venta de activos, negociaciones estratégicas y análisis económicos de compraventa de empresas. Fue el mejor curso rápido de fusiones y adquisiciones que me podría haber tocado. Durante meses, abogados extranjeros y banqueros de inversión de primer nivel llegaban a Chile los lunes y volvían a Nueva York dos semanas más tarde. Aprendí mucho, tanto de ellos como de mis jefes y mis contrapartes. Sin embargo, me estaba desperfilando como abogado tributario, por lo que tomé la decisión de irme a Estados Unidos a estudiar una maestría en derecho en impuestos. Después de un año regresé al despacho, con muchas más herramientas, lo que me permitió insertarme en un equipo que en mi ausencia había crecido y se había fortalecido con la llegada de un socio senior, lo que nos permitió llevar adelante procesos tributarios muy desafiantes.

En 2008 unos amigos formaron el despacho Noguera Larraín & Dulanto (NLD) y me invitaron a sumarme como socio de impuestos. En ese momento era claro que necesitaba un cambio y fue muy interesante llegar a un lugar que permitía moverse con mucha mayor rapidez y flexibilidad de la que se tiene en una multinacional. Al comenzar en cada uno de mis trabajos he sentido que “aquí me jubilo” y probablemente la sensación más fuerte en ese sentido fue en NLD.

Los cinco años que estuve con ellos fueron de gran aprendizaje. Sin embargo, después de algún tiempo me di cuenta de que teníamos visiones distintas sobre cómo estructurar el negocio y cómo debía enfrentarse el futuro del trabajo legal, por lo que decidí formar mi propio despacho. A pesar de haber seguido caminos distintos, no dudaría en volver a trabajar con cualquiera de ellos.

Para mí fue un gran aprendizaje trabajar con contadores, auditores e ingenieros, pues su visión es un gran complemento. Hoy pienso que es impensable iniciar un proceso tributario sin una contraparte técnica de buen nivel, que maneje la mecánica contable y los números.

¿Cómo nació Garnham Abogados?

Arturo Garnham – Con mucha incertidumbre, pero con muchas ganas. Tenía serias dudas de qué nombre ponerle, pues eso de que los despachos tengan el apellido de sus socios es muy egocéntrico. Sin embargo, ya llevaba más de 10 años saliendo en los rankings internacionales, por lo que, desde una perspectiva comercial, tenía mucho sentido ponerle Garnham. Además, aunque es difícil de escribir y pronunciar, es poco común, por lo que es una buena marca.

Luego de ocho años de trayectoria, ¿cómo calificarías esta experiencia?

Arturo Garnham – Cuando comenzamos, en agosto de 2013, se estaba anunciando la reforma tributaria del primer gobierno de Bachelet, por lo que el mercado estaba ávido de una asesoría técnica personalizada y de buena calidad. En ese entonces teníamos el proyecto de ser un despacho exclusivamente tributario, pero pronto nos dimos cuenta de que era imposible otorgar una asesoría tributaria efectiva en forma descontextualizada de otras áreas, como todo lo que tiene que ver con la protección de inversiones y los asuntos comerciales, de litigios y societarios. La firma fue creciendo y comenzamos a enfrentarnos al desafío de integrar más personas sin perder nuestro sello.

En estos años hemos ido caminando de a poco y con la mente abierta a buscar oportunidades. Creo que hoy tenemos un equipo bien afianzado. Patrick Humphreys lidera el área de consultoría tributaria; Simón Zañartu es nuestro socio de litigios, arbitraje e insolvencia; Juan Ignacio Monge lidera el área laboral; Daniela Gazmuri es nuestra socia corporativa, y mi función principal actualmente es la litigación tributaria administrativa y ante tribunales.

¿Cuál ha sido la clave para diferenciarse en un mercado tan competitivo como el de los despachos de abogados?

Arturo Garnham – En la industria legal hay muy pocas barreras de entrada; cualquiera puede poner su oficina. Si miras cuáles son los despachos más importantes hoy, no lo eran hace 40 años. Éste es un mercado muy dinámico, en el que los socios se juntan, se separan y crean nuevos despachos. Además, actualmente hay muchas fusiones internacionales, por lo que diferenciarse positivamente no es fácil.

No tengo absoluta claridad acerca de cuál es la fórmula para diferenciarse, pero hay ciertos ingredientes clave, sin los cuales la fórmula no funciona. El talento, la organización, la vocación por el estudio y la habilidad para formar y motivar equipos son esenciales. Además, no podemos olvidar que no somos un “oráculo legal”, sino que nos relacionamos con clientes. Por eso es indispensable identificar lo que el cliente necesita y darle un muy buen servicio, pues aunque a veces lo olvidemos, los abogados proveemos un servicio. Otro aspecto fundamental es la flexibilidad, especialmente en este tiempo en que la pandemia nos ha obligado a hacer transformaciones brutales en la forma en que operamos.

¿Cómo ves a la firma Garnham en el futuro?

Arturo Garnham – En estos tiempos tan líquidos es difícil proyectar. Me encantaría verlo como un despacho consolidado, con profesionales que son amigos, trabajan bien juntos, son competentes y están dispuestos a hacer un esfuerzo para generar soluciones creativas e implementarlas debidamente. Espero que sigamos teniendo un grupo de clientes fieles. Que nos reconozcan como un equipo que está dispuesto a hacer el mayor esfuerzo para que las cosas salgan bien, que tienen una capacidad técnica que les permite agregar valor y que tienen la vocación de generar tal valor adicional.

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