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Héctor de Mauleón: Periodismo, delincuencia y poder

El 4 de enero se celebra el Día del Periodista en México con el objeto de reconocer a quienes ejercen esta profesión. Desde hace más de tres años es alarmante la situación en la que se encuentran los periodistas en nuestro país; sujeta a persecuciones políticas, desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y tortura, la profesión, que es el fiel reflejo de la democracia de una nación, está en riesgo de muerte. Con el objetivo de destacar la importancia del periodismo para la consolidación de la democracia, platicamos con Héctor de Mauleón con la intención de que nos compartiera su experiencia como periodista.

Héctor de Mauleón es cronista de la Ciudad de México. Actualmente conduce el programa “El Foco” y escribe la columna en El Universal. Fundó y fue director del suplemento cultural “El Confabulario” de ese mismo diario. Fue subdirector de la revista Nexos y es autor de numerosos libros.


¿Cómo iniciaste tu labor en el periodismo?

Héctor de Mauleón – Ocurrió hace más de 30 años, en el contexto de la crisis que vivía el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en esa época, con el desprendimiento de la corriente que encabezaba Cuauhtémoc Cárdenas y con la esperanza que sembró en los jóvenes de aquellos años el hecho de atestiguar la eclosión del partido hegemónico que tanto mal había hecho al país. La posibilidad de democratizar a México entusiasmó a los jóvenes de aquellos años de 1987-1988. Entonces comenzaron las marchas y las movilizaciones y yo sentí la necesidad de participar de alguna manera en ese ambiente efervescente. Coyunturalmente, se abrió la posibilidad de trabajar como reportero y creí ver en esa oportunidad un camino para participar en esos sucesos que me habían entusiasmado tanto, como a decenas de miles de jóvenes de la ciudad, porque las marchas estaban nutridas fundamentalmente por jóvenes. Después vino la fundación del Frente Democrático Nacional que congregó, por primera vez, a toda la constelación de partidos de izquierda que existía en el país y que por primera vez le ofrecían a la izquierda mexicana la oportunidad de llegar al poder, de pugnar por un cambio. Ya como reportero seguí la trayectoria del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y el surgimiento del Partido de la Revolución Democrática y, con el paso de los años, fui testigo de su decepcionante desenlace. Desde que pisé la Redacción de un periódico sentí que tenía en las venas una conexión con aquellos acontecimientos que me apasionaban como no me había apasionado nada antes. Así comencé a vivir la vida del periodismo. Me moví de un medio  a otro. Empecé a forjar mi carrera en el periodismo con maestros extraordinarios que fui encontrando a lo largo del camino.

Desde tu perspectiva, ¿cuál es la trascendencia del periodismo para el desarrollo de un Estado Democrático de Derecho?

Héctor de Mauleón – La función del periodismo, sencillamente, consiste en reflejar, develar y mostrar realidades que puedan ser utilizadas por los lectores frente a los discursos del poder. Eso es algo que a veces se pierde de vista, pero constituye el verdadero sentido del periodismo. Desde el siglo xix, cuando surgieron los grandes periódicos de combate, el periodismo ha jugado un papel central en la construcción de México: desde las luchas del periódico El Siglo XIX y El Monitor Republicano y el surgimiento de la prensa industrial del siglo xx, hasta la labor de los grandes diarios de entonces que pugnaron por afianzar los postulados de la Revolución y que, después, lucharon contra los excesos de esa misma Revolución expresados en los generalatos, y más adelante atestiguaron la consolidación del pri que prostituyó, de alguna manera, el ejercicio del periodismo —salvo algunas honrosas excepciones—, hasta su caída a finales del siglo xx. Posteriormente, al mismo tiempo que el país se democratizaba, el periodismo comenzó a abandonar muchos de sus viejos vicios y se aventuró en busca de nuevas expresiones. Eso es algo que me tocó vivir y que me parece muy apasionante.  

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¿El periodismo es un medio para cambiar el mundo?

Héctor de Mauleón – Esa es una de las grandes tentaciones del periodismo. No obstante, lo que el periodismo debe hacer, nada más, es exhibir la realidad. Esa es su única función. Tomar banderas para cambiar el mundo es algo que ha intentado, sin mucho éxito, el periodismo, porque es fácil caer en la propaganda. Pero debe mantenerse en los límites, en los terrenos de la crítica, y, más que nada, empeñarse en buscar lo que hay de trasfondo en los hechos que pueden ser crucial en la vida de un país. Ya si eso propicia el cambio, es algo que no le atañe al periodismo.

La humanidad le rindió culto a la verdad durante mucho tiempo hasta que la desgastó y perdió significado como palabra.

Héctor de Mauleón

Por la experiencia de numerosos periodistas y por los informes de los organismos internacionales de derechos humanos, sabemos que México es uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo. ¿Cuál es el panorama de la profesión en México para 2023?

Héctor de Mauleón – Los periodistas mexicanos están dando la batalla más grande que han dado a lo largo de muchísimos años. Están en un país donde hay zonas silenciadas, en las que el ejercicio del periodismo ya se volvió imposible; donde hay ciudades en llamas, pueblos tomados, regiones enteras en manos del crimen organizado, el cual dicta lo que se puede publicar o no y ha forzado el desplazamiento de periodistas, a quienes ha silenciado mediante amenazas y agresiones. En nuestro país los periodistas enfrenta un doble riesgo: 1) los embates del crimen organizado y 2) los embates, ahora más que antes, del poder. Por un lado, se tiene el cañón oscuro de la pistola (de los sicarios, del narcotráfico) y, por el otro, el micrófono de quien todas las mañanas, desde la tribuna más alta del país, se dedica a deslegitimar y a tratar de dañar la imagen de diarios, periodistas, columnistas y reporteros que no son del agrado del presidente de la República. Eso nos coloca en una circunstancia difícil, porque estamos atestiguando el altísimo índice de periodistas asesinados en lo que va del año, del sexenio, del siglo. Las denuncias de los periodistas van en dos sentidos: por agresiones por parte de agentes del Estado y por agresiones por parte de grupos criminales. 

En las grandes ciudades, como la Ciudad de México, es más difícil que uno pueda ser víctima de la delincuencia organizada. Donde se constata la soledad y la vulnerabilidad en que se encuentran los periodistas es en la frontera, en las sierras, en las ciudades pequeñas. En muchos pueblos donde se ejerce el periodismo los periodistas están completamente indefensos, afrontando una circunstancia absolutamente inusual y tremenda: no pueden confiar en las autoridades porque conocen sus vínculos con los grupos del crimen organizado  y no pueden confiar en sus jefes ni en sus compañeros porque no saben qué compromisos tienen con los grupos delictivos. Es algo que he descubierto a lo largo de 17 años, gracias a colegas de distintas regiones del país que han vivido esta situación de asesinatos en contra de periodistas y de amenazas y agresiones a diversos colectivos periodísticos. En estos momentos de la vida de México nadie sabe dónde está parado.

De todos los temas posibles que se pueden investigar, ¿por qué elegiste el de la delincuencia?

Héctor de Mauleón – Yo me dedicaba a la crónica; era lo que me interesaba. Ya tenía publicados algunos libros de crónica cuando la palabra narco invadió el vocabulario de México. Antes sólo se podía hallar en las páginas de la nota roja, pero posteriormente saltó a las primeras planas de los diarios, aproximadamente en 1983. A partir de ese momento, ya no nos dejó. Desde que fue descubierto el rancho El Búfalo y se establecieron las conexiones de Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto, el gran escándalo que acompañó la detención de estos dos personajes, y todo lo que siguió después, se produjo la invasión de esa palabra, amoldándose a todas las que usábamos en la vida cotidiana. Entonces comenzamos a hablar de narcoarquitectura, de narcoeconomía, de narcoperiodismo, de narcocorridos, de narcoEstado, de narcoestética. Lo anterior expresó una realidad que estaba teniendo un fuerte impacto en la vida diaria. Cuando comenzaron los grandes escándalos, como el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, la lucha entre Joaquín el Chapo Guzmán y los hermanos Arellano Félix, los conflictos entre Amado Carrillo, el jefe del Cártel de Juárez, y los Arellano Félix y una parte del Cártel de Sinaloa; cuando todo eso comienza a convertirse en parte de la conversación nacional y aparecen los primeros entambados, encobijados y acostalados; cuando los noticieros de televisión empiezan a hablar de ejecuciones y violencia extrema, creí que era necesario hacer crónica para dejar testimonio de lo que empezaba a vivir México. Lo primero que publiqué sobre el tema en la revista Nexos en 1998 fue acerca de Amado Carrillo y la forma en que había logrado infiltrarse en las grandes esferas del poder (cómo compró a generales y gozó de su protección). A partir de ese suceso, le fui siguiendo la pista a la evolución de los grupos del crimen organizado para poder narrar lo que habían hecho de este país. Ya pasaron más de 20 años de eso.

De acuerdo con tu experiencia, ¿qué riesgos implica darle seguimiento a estos temas?

Héctor de Mauleón – Tiene que ver con la geografía. Si se escribe al respecto desde Tijuana, Nuevo Laredo o Reynosa, existe un altísimo grado de riesgo de que algo le pase a uno o a su familia. Quienes escribimos desde la Ciudad de México y trabajamos para un periódico de circulación nacional nos hallamos un poco más blindados. Eso no quiere decir que no recibamos amenazas. Lo que ocurre a diario llega a ser muy grave en términos de ataques, amenazas y mensajes violentos. Pero eso no tiene nada que ver con las amenazas electrónicas y las amenazas materiales que padecen muchos periodistas de todas las regiones del país. En las entidades federativas están pasando cosas brutales: ataques sistemáticos desde la cúspide del poder.

En el caso de la Ciudad de México le has dado seguimiento a algunos temas delictivos. Por ejemplo, a las denuncias que se hicieron, en la Condesa, por un predio que había sido tomado por personas que se dedicaban al narcomenudeo. Tu trabajo coadyuvó a que las autoridades tomaran una decisión en relación con ese predio. 

Héctor de Mauleón – Se trataba de una bodega que usaba la Unión Tepito para surtir droga a los antros del corredor de Condesa-Roma-Polanco. Ese grupo de narcotraficantes se había asociado con invasores de predios y franeleros y cooptaron esa zona, de manera que había un sistema de extorsión y de halconeo, que los vecinos notaron y denunciaron. Por eso, cuando publiqué algunos artículos sobre ese tema, era de tal magnitud el escándalo que las autoridades no tuvieron más remedio que actuar.

Cuando te involucras en estos temas tan sensibles para la seguridad, tanto propia como de los colegas, así como de la de la sociedad en general, ¿con base en qué decidas qué debe publicarse?

Mi criterio es que no sea algo que pueda hacerle daño a una persona. Hay veces que uno tiene acceso a información delicada que puede poner en riesgo la seguridad de la gente. Aunque hay formas de manejar la situación, casi invariablemente procuro evitar involucrar a terceros, porque uno nunca sabe las consecuencias que tiene publicar información de esa naturaleza. Mi prioridad es no poner en riesgo a nadie.

A la luz de los riesgos a los que están sujetos los periodistas en México, ¿qué deberíamos hacer para mejorar su situación?

Héctor de Mauleón – Hay una cosa terrible: el gremio está muy desunido. Es un gremio muy mezquino. La mayor parte de las veces es un gremio dividido, que se odia, que se mira con recelo, que compite. En estos tiempos de polarización, unos están a favor y otros en contra; no se pueden ver. Existe la percepción de que cada vez que le sucede algo a un periodista fue porque estaba involucrado en algo ilegal. Se ha sembrado la idea de que se ejerce cierto tipo de crítica porque se replican los intereses de alguien a cambio de un pago. La repetición de esta idea, a lo largo de tanto tiempo, y ahora diariamente, tiene un efecto que abona al drama que vive el periodismo en México. Uno se puede estar jugando la vida, la seguridad, la integridad física, y la de su familiares más cercanos, cuando publica algo, y en torno de esta labor se siembra la noción de que uno lo hace porque alguien le está pagando.

Y hay impolutos que nadie puede tocar, porque son los moralmente superiores, los que tienen la justificación histórica de estar donde están, y cada vez que uno toca algo que daña sus intereses, la justificación es que uno lo está haciendo por un sueldo. Y eso empantana la discusión. Hay muchísimas cosas criticables. Este sexenio ya está entrando en su quinto año. No logró nada de lo que prometió; por el contrario, dejó mucha destrucción, daño, dolor, muerte; durante la pandemia sembró pobreza y destrucción en la economía, la salud y la educación. Ahora es más urgente que nunca denunciar y revelar lo que está pasando en México. En los años que he ejercido el periodismo, no recuerdo una ofensiva de una naturaleza tan agresiva en contra del periodismo y de los periodistas en México. Es algo inédito. Escandaloso e inadmisible.

Ya tenía publicados algunos libros de crónica cuando la palabra narco invadió el vocabulario de México. Antes sólo se podía hallar en las páginas de la nota roja, pero posteriormente saltó a las primeras planas de los diarios, aproximadamente en 1983. A partir de ese momento, ya no nos dejó.

Héctor de Mauleón

En el contexto tecnológico y de la posverdad, ¿qué fuentes confiables de información deberíamos consultar?

Es un asunto muy complejo por la manera en que se ha desvanecido el sentido de la verdad. La humanidad le rindió culto a la verdad durante mucho tiempo hasta que la desgastó y perdió significado como palabra. Perdió sentido, al grado de que alguien puede decir hoy una cosa y mañana negar lo que dijo. Hemos visto que eso ocurre muchas veces en este gobierno y que alcanzó niveles de escándalo en Estados Unidos durante los cuatro años de gobierno de Donald Trump. La mentira como herramienta política, algo que a los griegos les hubiera fascinado reflexionar. Las fuentes son escurridizas, toda la información se traslapa; hay muchos intereses en coyunturas de polarización política como la que vivimos y todo se vuelve complejo. Todo se vuelve complicado. Fuentes que no han fallado, de repente nos dejan colgados de la brocha y no se entiende bien por qué. En términos de la información que yo manejo —que en general está oculta, encriptada— nadie quiere dar su nombre, por los riesgos que corre su vida o su empleo. No obstante, hay circuitos de información en los que se maneja ese tipo de datos sensibles, que de otro modo permanecerían ocultos, y que la gente debe conocer.

De lo que se trata es de confirmar la información, aunque en estos momentos, aun de lo confirmado, cualquier persona puede salir a declarar que no es cierto, y el poder de quien lo dice es tal, que aun lo que parece cierto puede parecer falso. Es un momento muy complicado para ejercer el periodismo.

¿Cómo se puede combatir esa situación?

Tenemos que volver a las bases originales del periodismo: confirmar, confirmar y confirmar, hasta donde sea posible, a pesar de los obstáculos que presenta la realidad de la que te he hablado. He conocido casos en que, incluso, algunos grupos de narcotraficantes filtran información para ofrecer su versión de los hechos. Desde luego, yo no publico eso. Esto es, no de manera consciente, a partir de que alguien se me acerque y me diga que posee determinada información. Si no verifico la fuente, no la publico. Por otra parte, se ha vuelto común el tráfico de boletines de prensa de algunos grupos de narcotraficantes a través de periodistas y de diversos medios, a quienes muchas veces les lleguen en forma de exclusivas, pero esos periodistas no se dan cuenta de que lo que están haciendo es convertirse en portavoces de esos grupos criminales.

Recientemente publicaste La ciudad oculta. Asimismo, con Veka Duncan, diriges El Foco. Platícanos sobre el trabajo cultural que realizas. ¿Pueden las revistas culturales ayudar a pacificar al país?

Es un oasis en medio de este mundo oscuro de violencia desbordada —homicidios, feminicidios, desapariciones forzadas—, en medio de todos los horrores que uno puede encontrar en la cotidianidad y que ya forman parte natural de nuestro imaginario. Es un oasis: pasar de un mundo de sombras a uno de luz. Investigar aspectos de la Ciudad de México durante el Virreinato o del siglo XIX, literarios o culturales, que nos remiten a una época de México en que la conversación no giraba en torno de las muertes cotidianas y de Andrés Manuel López Obrador, y de la derecha y de la izquierda. Hubo un momento en que la conversación se podía permitir el lujo de girar en torno de las revistas literarias del siglo XIX y del impacto que tuvieron en la sociedad y de la influencia de la poesía en la vida cotidiana de México.

Tuve mucha suerte porque, cuando era niño, me tocó atestiguar la construcción del Metro en la calzada México-Tacuba, por donde huyeron los españoles en la Noche Triste, y cuando se realizaron algunas excavaciones de la obra apareció todo lo que había estado enterrado durante cuatro o cinco siglos, en medio del fango. Entonces pareció emerger el pasado y nos envolvió a quienes fuimos testigos de ese descubrimiento; todas las conversaciones giraron en torno de lo que iba apareciendo: una ciudad que había permanecido oculta bajo nuestros pies durante cientos de años. En ese momento no me di cuenta cómo esa experiencia estaba determinando mi futuro y me estaba abriendo las puertas de la vida, porque me produjo una fascinación que me proporcionó una forma de mirar y de habitar la Ciudad de México, la cual se fue afinando con el paso de los años. Podía detectar un misterio y abrirle paso a la fascinación cuando me encontraba frente a alguna cosa relacionada con el pasado. Me he dedicado a esa parte de la cultura durante muchos años, gracias a muchos libros. Ahora debo cerrar esa página para escribir la columna que hago de lunes a jueves en El Universal y que aborda los horrores que vivimos de manera cotidiana. 

En cuanto a si las revistas culturales pueden ayudar a pacificar el país, lo veo cada vez más difícil. Ya es tal el abandono que ha habido de la cultura en la actualidad que su poder, el que sea que haya tenido, cada vez es más limitado. Va a costar mucho trabajo y tiempo volver a imbuir la cultura en el espíritu de una generación que creció sin ella, una generación que se ha relacionado con otras formas de entender el mundo.

En algún momento alguien sentirá curiosidad y volverá a mirar hacia el pasado en busca de saber de dónde vino y por qué está aquí, e inaugurará una nueva generación que escudriñará en el ayer, en ese ayer que le da sentido al presente de México.

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