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Juan Jaime González: La SCJN y los espacios diversos

Juan Jaime González, secretario de estudio y cuenta de la ministra Margarita Ríos Farjat, ha trabajado en diversos espacios de la SCJN. En esta entrevista, realizada en colaboración con Upstanders, comparte su experiencia en el tribunal constitucional y su reflexión, desde su identidad, sobre los espacios diversos.


Juan Jaime González Varas es licenciado en Derecho por la Universidad Anáhuac, maestro en derechos humanos y democracia por la FLACSO México, en derechos humanos y garantías por el ITAM, y en derechos fundamentales por la Universidad de Génova, Italia. Se ha desempeñado en la labor jurisdiccional en la SCJN, ocupando diversos cargos desde hace más de dos décadas en la presidencia y ambas salas. Actualmente es secretario de estudio y cuenta coordinador de la ponencia de la ministra Ana Margarita Ríos Farjat.


¿Siempre quisiste ser abogado? ¿Por qué estás en el Poder Judicial?

Juan Jaime González – La experiencia sobre el descubrimiento de mi vocación profesional ha sido un camino largo. No siempre quise ser abogado. De hecho, aún cursando la preparatoria quería ser médico; me gustaban mucho las ciencias biológicas y de la salud y las matemáticas. 

Sin embargo, cuando culminé la prepa, lo primero que hice fue estudiar ingeniería en sistemas computacionales y electrónica. Allí duré un semestre. En ese vaivén, me fui involucrando con temas más sociales y humanísticos que tienen que ver con conocer gente y sus intereses. Tal vez por eso me gustaba la medicina, porque comparte con la abogacía un perfil de servicio humanitario, de estar con la gente, aunque son profesiones totalmente distintas. Y de ahí nació mi interés por el Derecho, porque creo que es una carrera multidisciplinaria, multifacética y en la que hay muchas áreas de oportunidad.

La verdad, no tenía claro en qué área del Derecho me iba a desempeñar: si iba a ser litigante, si iba a trabajar en el Poder Judicial, si iba a ser político: un actor político; lo que me lleva a recordar que me gustaba mucho la actuación, pues también quería ser actor. Eso ya lo sabe la ministra. Pero al final, elegí Derecho por el perfil social y para estar cerca de la gente, abonando a la sociedad, construyendo un Estado de Derecho.

Cuando uno tiene 18 años de edad no sabe bien a qué se tiene que dedicar. Uno sigue corazonadas e intuiciones. Entonces, con mi intuición, elegí Derecho porque me convencí de  que con esa carrera podría moverme después en el ámbito de lo social, de lo político, de lo jurisdiccional, para ser litigante.

¿Has encontrado un punto en el que se encuentren el Derecho y la ingeniería?

Juan Jaime González – No, pero con las matemáticas desde luego sí. Ahora trabajo muchísimo más con derechos humanos, pero después de estudiar Derecho también estudié contaduría y me especialicé en Derecho fiscal. De hecho, llevo muchos años trabajando con derechos humanos, pero empecé en la Corte atendiendo asuntos financieros, fiscales y de competencia económica. Al final, con el turno de asuntos, a mí me tocaba revisar todo lo que tenía que ver con números, o sea, temas fiscales y financieros y leyes de ingresos.

Esto es interesante porque aquí en la Corte abordamos temas constitucionales y yo empecé a darme cuenta de que muchos problemas de los criterios en materia de constitucionalidad estaban relacionados con el hecho de que las personas abogadas no dimensionan ni aterrizan los criterios en la realidad. Es decir, los temas constitucionales no son ajenos de la legalidad y al final es lo que impacta en la vida diaria de las personas. El Derecho constitucional está arriba, pero no es una cosa suprema, no es una cosa alejada, desvinculada totalmente, ni de las personas ni de su ámbito de aplicación. Justamente en estos problemas fiscales empecé a percatarme de que era muy fácil hablar de que una norma violaba la proporcionalidad tributaria. Y cuando te das cuenta, esas personas ni siquiera tenían idea de cómo se llevaba, por ejemplo, una contabilidad, o cuál era el impacto financiero que iba a tener en las empresas, o cuál es el impacto que tiene en la realidad. ¿Cómo, entonces, se puede evaluar, desde el ámbito de la Constitución, la proporcionalidad de una medida si no sabemos cuál es el impacto que tiene en la realidad?

Entonces, esa parte me ayudó muchísimo a escarbar y a aprender. Tanto, que antes de estudiar contaduría estudié una especialidad en impuestos para contadores. No para abogados, sino para contadores; porque justamente quería ver cuál era el impacto de las decisiones jurisdiccionales en la vida real y eso lo vi desde la perspectiva de las matemáticas y desde la perspectiva del Derecho fiscal. Y esto no es ajeno  al tema de los derechos humanos ni tampoco al tema de los criterios jurisdiccionales.

En general, la Corte está aprendiendo a reconocer que la decisión en materia de constitucionalidad no es aislada: no son nada más estudios dogmáticos, no son nada más temas desvinculados, ni de la realidad de la gente, ni de la aplicación de las normas.

Me parece interesante que digas que el Derecho es multidisciplinario y multifacético. ¿Crees que esta perspectiva ha cambiado desde que eras estudiante de Derecho hasta la actualidad?

Juan Jaime González – Claro, ha cambiado y debe seguir cambiando. De hecho, empecé mi carrera profesional trabajando en un instituto de investigación, en el área de Derecho a la Información, Transparencia y Corrupción. Me dedicaba a la implementación de las leyes en materia de transparencia y acceso a la información, y trabajaba mucho con periodistas y con medios de comunicación. Mi labor consistía en  enseñar a utilizar las herramientas jurisdiccionales para generar contenido con un sustento periodístico al momento de emitir notas, el lenguaje que deben utilizar y la manera de comunicarlo a la gente. Ahí se aprende de las dos partes. El abogado tiene que aprender a comunicar de manera sencilla, pues las sentencias no tienen que ser incomprensibles. En la ponencia de la ministra Margarita Ríos Farjat tenemos un compromiso muy firme con la justicia abierta. Ella ya lo ha dicho y parte de mi labor de coordinador es respetar y hacer cumplir esos objetivos, pero eso es sumamente difícil. 

Por ejemplo,  me doy cuenta, por la formación de los abogados y de las abogadas que han pasado por la ponencia, que a veces, cuando intentan escribir sus sentencias, lo más difícil es escribir y transmitir las ideas porque uno las lee y no las entiende. Eso ha sido un reto grandísimo durante esta ponencia, sobre todo como coordinador. Tratar de contar y de transmitir la narrativa de los hechos —que más que hechos son historias— es muy complicado, porque es un problema formativo que viene desde atrás y por eso digo que debe cambiar. Esta ponencia tiene el compromiso muy firme no sólo de hacer sentencias comprensibles para todas las personas a través de un principio de justicia abierta, sino también de acercarnos a la sociedad y a la gente. Hemos tenido la posibilidad de escuchar tanto a autoridades como a la sociedad civil; por ejemplo, tenemos muchos amparos que están bajo una perspectiva de litigio estratégico abordadas por la sociedad civil y escuchamos tanto a la parte peticionaria como a la autoridad. La idea aquí es siempre sacar mejores resoluciones en  pro de la justicia.

La ministra tiene un doctorado en política pública y entiende muy bien la trascendencia de una decisión judicial y creo que hacemos buen equipo de trabajo. Yo fui bailarín y quería ser actor, y ella, poeta. Tenemos un sentido muy amplio de la proyección de la estética y de la comunicación, porque hacer sentencias es un arte y creo que por eso formamos un buen equipo porque tenemos un perfil multidisciplinario.

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Tú llevas más de 10 años en la Corte. ¿Cómo surgió la colaboración con la ministra Margarita Ríos Farjat y cómo es la relación de trabajo con ella?

Juan Jaime González – Efectivamente, llevo más de 10 años en la Corte y creo que la vida nos propició nuestro encuentro. Estoy agradecido por el reconocimiento a mi trabajo, y a ella, porque creo que hemos hecho un buen equipo de trabajo. Me parece que fue casi el destino, pues hacemos un buen equipo porque compartimos principios e ideales. Yo siempre he estado muy contento en la Corte pero han sido dinámicas de trabajo muy distintas. He colaborado con buenos titulares, pero desde luego es necesaria esta dinámica de comunicar las historias que hay detrás de las sentencias y los hechos que son importantísimos. A veces, por la formación de la abogacía, nos cuesta muchísimo trabajo comprender los hechos de una sentencia. Entonces tenemos sentencias de hace 10 años que nos enseñan que hubo un juicio familiar inicial y que luego hubo una segunda instancia y después un amparo y nos señalan que los conceptos de violación en materia de constitucionalidad son dos y los agravios en éstos y se contestan, pero uno lee la sentencia y entiende el criterio jurisdiccional y luego uno dice: “¿De dónde salió todo esto?” La ministra Ríos Farjat ha tenido todo este compromiso de visibilizar, de entender y de hacer nuestras las historias, porque las historias de las personas son las que dan cuenta de la necesidad de la implementación y de los criterios jurisdiccionales que está tomando la Corte.

Además nos entendemos muy bien en principios y en valores. Tengo experiencia en temas de transparencia y comunicación con medios y entiendo esta necesidad de hacer sentencias sencillas, comprensibles y con historias y sustento, no sólo con criterio jurisdiccional.

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Los estudiantes de Derecho vemos a las ministras y a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, pero casi nunca nos ponemos a pensar en el equipo que hay detrás de ellas y ellos. ¿Qué hace un secretario de Estudio y Cuenta, por ejemplo?

Juan Jaime González – Todos los ministros y las ministras tienen secretarios de Estudio y Cuenta. Estructuralmente, hay otros niveles de secretarios; por ejemplo, aquí les llaman secretarios auxiliares. Para hacer una analogía, la gente entiende el diseño de la administración pública federal porque es mucho más visible y hay un titular del Ejecutivo, que es el presidente, quien tiene secretarios de Estado que atienden diversas materias y con eso se integra una especie de gabinete en el Poder Ejecutivo que le da cuenta de los temas y los asuntos del orden público en función de cada materia. 

Aquí funciona de manera similar, pero no idéntica. Claro, la presidencia también tiene un jefe de oficina de la presidencia o un coordinador de asesores. Aquí hay un secretario de Estudio y Cuenta coordinador y varía mucho la administración porque cada ministro o ministra decide si todas las personas secretarias van a atender todas las materias o si hay especialización por secretaría. Pero finalmente hay alrededor de ocho o 10 secretarios de Estudio y Cuenta y estas personas son las que hacen un proyecto de materia, hay un turno de asuntos, se distribuye la carga de trabajo entre esas personas, revisan los expedientes, hacen una propuesta para la que la ministra la pueda ver, revisar, corregir, cambiar, estudiar, etcétera.

El coordinador de ponencia, que no deja de ser secretario de Estudio y Cuenta, lo que hace también varía por cada ponencia, pero en general realiza una distribución general de la carga de trabajo entre esas personas para que puedan dar cuenta y cuidar los principios y los valores elementales de la titular.

A mí los secretarios me entregan los proyectos y yo no puedo pasarle a la ministra algo para su revisión si yo sé que no cumple ciertos estándares. Entonces, hago una especie de administración de trabajo, un control de calidad, una especie de filtro, y coordino muchísimas cosas. La idea es que se comuniquen los criterios y las sentencias y estar al pendiente de las sesiones del pleno y de las salas. Al final se trata de un acompañamiento permanente, aunque al final las decisiones judiciales son de los ministros y de las ministras, pero la labor de un coordinador es de acompañamiento en la discusión.

En conclusión, está la ministra, coordinador de ponencia, luego una estructura de secretarios de Estudio y Cuenta que hacen tanto proyectos como opiniones de otros proyectos de otros ministros y ministras (a eso se le llama dictamen), pero también hay que elaborar una opinión de eso. Luego tenemos secretarios adjuntos, secretarios auxiliares, que también son secretarios formados, pero por la distribución del trabajo a lo mejor atienden asuntos menos complicados o un poquito más sencillos, más y abajo todavía hay una base muy grande de personal operativo que apoya con muchísimas cosas relacionadas con la revisión de expedientes, incluso redactando algunos documentos. Ahí es donde uno empieza su formación como secretario o secretaria.

Aún existen historias de estudiantes que muestran cierto temor por formar parte de este gremio jurídico por su orientación sexual. ¿Cómo ha sido tu experiencia como parte de la comunidad LGBT+ ejerciendo la profesión de la abogacía?

Juan Jaime González – Cuando estudié la licenciatura en Derecho tuve cuando menos dos profesores —os recuerdo muy bien porque eran magistrados federales— que me dijeron que una persona homosexual no podía ser juzgadora porque estaba vedada de sus sentidos. Claramente es un tema que duele y afecta. Una cosa es que uno siga esforzándose y otra cosa es que, en su momento, me hayan lastimado. En la universidad no dije nada; me callé, pero continué y agarré fuerzas para entender que hay momentos para hablar y que hay un poco de esperanza.

Entiendo la pregunta desde la perspectiva de que puede preocupar el que hecho de uno no siempre se puede mostrar al mundo como es. En aquel entonces, hablar de orientación sexual o de la identidad de género personal en un contexto legal era casi un suicidio profesional. Entonces uno hacía un ejercicio de ponderación sobre si mostrarse a sí mismo o seguir un desempeño profesional aceptable. Mi primera terapia, que así la llamo yo, consistió en estudiar una maestría en derechos humanos. Fue hasta ese momento cuando empecé a discernir y construir, cuando me percaté de que estaba siendo doblemente inconsistente: primero, con quién soy; segundo, con lo que defiendo. No podía ser así.

Lo entendí y agarré la fuerza para mostrarme al mundo; desde luego, entiendo que mi contexto puede ser más favorable que el de muchas otras personas, pero también que gracias a éste, tengo la responsabilidad de mostrarme como soy para generar esperanza y abrir los caminos para las personas que no pueden hacerlo. Aun cuando la entendí desde 2011, con una de mis maestrías, no fue inmediato. No recuerdo exactamente cuál fue el momento en que empecé a hablar abiertamente de mi orientación sexual. No tuve una salida del clóset oficial, pero estoy seguro de que no fue cuando entré a la Corte.

Internamente, la Corte no puede ser inconsistente entre lo que defiende, lo que proyecta y la calidad de vida de las personas que trabajamos aquí. Cultural e internamente, las personas que trabajan aquí fueron abriéndose a la diversidad y al respeto. Desde luego, ayuda mucho trabajar con una ministra como con la que yo colaboro, que siempre busca la felicidad personal para que uno pueda defenderse y desempeñarse de la mejor manera posible en su trabajo. Actualmente no sólo me siento feliz, sino que también me siento pleno mostrándome como soy, donde estoy, con lo que hago.

Le digo a las personas que dudan estudiar Derecho: nadie está obligado a salir del clóset; no duden por eso estudiar esta profesión. Todas las personas deberían tener la posibilidad de hacerlo cuando lo quieran hacer. A veces es complejo porque el contexto social genera estigmatización y cierra muchas puertas. Sigan su camino, sigan trabajando, sigan esperanzados en que las cosas están cambiando; eso es un hecho. El contexto, no sólo jurisdiccional sino culturalmente hablando, también a través de decisiones jurisdiccionales, se está transformando. 

Van a encontrar espacios en los cuales puedan mostrarse como son y espacios donde no. En algún momento entenderemos que los espacios diversos, los espacios respetuosos, son los espacios verdaderamente valiosos; los espacios cerrados, estereotipados y estigmatizadores pierden peso frente a éstos. No podemos pensar en la evolución del Derecho como principio de orden social sino como un Derecho pensado desde la diversidad. Ese es justamente el gran problema: el Derecho se ha pensado, interpretado y legislado a través de una visión del hombre blanco, hetero, cisnormado, patriarcal y machista.

Los espacios diversos son transformadores y responden a la esencia del Derecho. Hay que transformar la manera de entender, aprender y enseñar la profesión. Pensando en los profesores a quienes aludí antes, ellos tenían una gran responsabilidad en lo que estaban diciendo; en retrospectiva, encuentro penoso que hayan sido magistrados federales, pues estaban hablando de derechos de las personas y tenían una visión muy limitada del Derecho, de quién podía aplicarlo y de quién podría interpretarlo, y estaban formando a otras personas.

Al final, la invitación es a transformar espacios con mucha fuerza. Me da mucho gusto estar aquí porque la ponencia de la ministra Ríos Farjat es un espacio moderno y transformador y es una ponencia que tiene todo ese compromiso por hacerlo.

¿Hay alguna lección que hayas obtenido de tu experiencia en la ponencia de la ministra y que haya transformado tu perspectiva, ya sea profesional o personal?

Juan Jaime González – Me ha transformado en el sentido de nunca perder de vista las historias, la narrativa de lo que está pasando atrás. Siempre sentimos curiosidad por tener muy claro qué está pasando e investigar. Un ejemplo claro es que muchos amparos directos en revisión, a veces aquí se fallaban sólo por inconstitucionalidad de normas y por dos bloques de papeles, donde en uno solo estaba la demanda de amparo y en el que estaba el recurso de lo que se estaban quejando. Siempre teníamos el juicio principal; lo que es el principal es donde casi siempre viene la historia de vida, ahí están las cuestiones probatorias, las cuestiones que generalmente la Corte ha visto de legalidad, pero ahí se va mucha información de la narrativa del caso que estamos resolviendo. Y ahora integramos expedientes, inclusive con el juicio principal. En el mejor de los casos, hay veces que la demanda de amparo transcribía muchas cosas del juicio de origen, y sí, es cierto que no siempre es necesario para resolver la constitucionalidad de una norma, pero siempre es necesario para entender la historia de las personas, porque ahí es donde está todo. Parece sorprendente ahora entender que se resolvían cosas sin entender ni siquiera por dónde empezar.

De manera personal, soy alguien que tiene mucha confianza en lo que hace. Me siento muy pleno en el lugar donde trabajo, haciendo lo que hago, siendo como soy, mostrándome como soy al mundo y con la tranquilidad de que hago un buen equipo con la ministra y que puedo ser yo. Ella sabe que siempre voy a ser yo porque en el momento en no sea así éste no será mi lugar de trabajo. He luchado mucho por ello y no estaría dispuesto a dar ni un paso atrás.

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