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El Proceso: Kafka en los ojos de Orson Welles

Josef K imaginado por Welles subraya las líneas escritas por Kafka: el burocratismo, la culpa, el absurdo, el ascetismo, la ansiedad. Y agrega otros más: un erotismo que linda en la perversidad.


En 1915 Franz Kafka publicó el relato “Ante la Ley” en la revista Selbstwehr. El breve texto es una alegoría, la semilla de El proceso, novela inconclusa del escritor, publicada en 1925 de manera póstuma por Max Brod, amigo de Kafka. 

Orson Welles había dirigido en 1958 Sombras del mal (Touch of Evil) y seguía enfrentando los problemas que los estudios de cine le causaban: la imposibilidad de disfrutar plena libertad en sus proyectos.

En 1962, más de 20 años después de El ciudadano Kane, Welles encuentra un espacio de libertad y los recursos para llevar ca abo El proceso, su versión de la novela de Kafka.

Welles decide comenzar su película con “Ante la Ley” como prólogo. Las ilustraciones de Alexandre Alexeieff y Claire Parker proporcionan el fondo para la voz de Welles que lee fragmentos del relato de Kafka:

“Ante la Ley hay un guardián que protege la puerta de entrada. Un hombre procedente del campo se acerca a él y le pide permiso para acceder a la Ley. Pero el guardián dice que en ese momento no le puede permitir la entrada. El hombre reflexiona y pregunta si podrá entrar más tarde.

”—Es posible —responde el guardián—, pero no ahora”.

El proceso es la historia de Josef K, un ciudadano acusado por funcionarios del gobierno de cometer un delito que nunca se define y que el protagonista y el lector ignoran. Kafka escribe: “Alguien tenía que haber calumniado a Josef K, pues fue detenido una mañana sin haber hecho nada malo”.

Orson Welles tardó seis semanas en escribir el guión de la película. Presenta a un Josef K (interpretado por Anthony Perkins) que parece despertar de un sueño incómodo a una pesadilla, asombrado por su circunstancia, una realidad que lo acusa. K es otra versión de Gregorio Samsa en La metamorfosis, quien despierta transformado en insecto. 

El mundo de Josef K imaginado por Welles subraya las líneas escritas por Kafka: el burocratismo, la culpa, el absurdo, el ascetismo, la ansiedad. Y agrega otros más: un erotismo que linda en la perversidad; la oscuridad, la soledad y el patetismo del individuo en la sociedad.

La gran puerta de la Ley, el acceso vedado a esa otra realidad, la culpa como pecado original, la acusación absoluta y sin definición, hacen de El proceso de Welles una obra maestra que en su momento fue celebrada por la crítica europea y desestimada en Estados Unidos.

Contada en la lógica de un sueño que toca los bordes de la pesadilla, El proceso puede verse ahora como una revisión que el genio de Welles aportó a la novela de Kafka: la expansión de los “kafkiano”. Welles, por cierto, decía que en realidad El proceso era una comedia. 

El personaje de “Ante la Ley” le pregunta al guardián de la puerta la razón por la cual durante todos los años que estuvo ahí sin lograr entrar nadie más se acercó a ese lugar, si la Ley debe ser para todos. El guardián le responde: “—Ningún otro podía haber recibido permiso para entrar por esta puerta, pues esta entrada estaba reservada sólo para ti. Yo me voy ahora y cierro la puerta”.

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