Proteger el cielo

Still, there are mysteries below our sky:
the whale song, the songbird singing
its call in the bough of a wind-shaken tree.

We are creatures of constant awe,
curious at beauty, at leaf and blossom,
at grief and pleasure, sun and shadow.

And it is not darkness that unites us,
not the cold distance of space, but
the offering of water, each drop of rain,

each rivulet, each pulse, each vein.
O second moon, we, too, are made
of water, of vast and beckoning seas.
In Praise of Mystery: A Poem for Europa (fragmento)
Ada Limón, Library of Congress

Se avecina el gran eclipse mexicano —denominado así por la comunidad científica que considera que las condiciones climáticas para su observación las tendrá México—; se trata de un eclipse solar total que se podrá ver en los tres países de Norteamérica. La Tierra, el Sol y la Luna se alinearán y esta última se interpondrá entre los primeros dos astros, generando una sombra que tornará al día en noche. El cielo, espacio común, se convertirá en el escenario de un fenómeno que reunirá a las personas bajo su techo apolítico con un mismo fin.

El eclipse no es, sin embargo, nuestro único motivo de interés por el cielo en esta época. En estos momentos, la comunidad planetaria está interesada en posar la huella humana sobre la de Neil Armstrong nuevamente, y la National Aeronautics and Space Administration (NASA) está preparando una misión a Europa, el sexto satélite natural de Júpiter, a través de la misión Clipper, en cuya sonda se incluyó el poema de Ada Limón que usamos como epígrafe. El motivo, en ambos casos, es el mismo: la búsqueda de agua.

Ver al cielo, por cualquiera de los dos motivos, brilla con el reflejo de dos preocupaciones que nos aquejan en México y en las que vale la pena reparar en este mes en el que celebramos el Día Internacional de la Madre Tierra: las sombras que opacan nuestros días y la escasez del agua. Veamos.

Pareciera que el eclipse llegó antes a México, ante la mirada de una sociedad fragmentada por la inseguridad y la falta de justicia. Sobre la primera abundaremos en las siguientes ediciones de la revista; en cuanto a la segunda, hemos dicho mucho en esta publicación. Cabe mencionar, sin embargo, que la conjugación entre ambas nos regresa (sí, en términos lineales) a un sistema social inquisitivo en el que, sin normas, procedimientos e instituciones preestablecidas, la comunidad ejerce su poder punitivo inmediato sobre aquellos a quienes determine, arbitrariamente, culpables. La falta de seguridad y de justicia genera una ingobernabilidad que fractura al Estado —que, de por sí, ya no puede llamarse de derecho—.

Diversas entidades federativas —como Sonora, Sinaloa, Aguascalientes y la Ciudad de México, entre otras— están siendo azotadas por las sequías en el territorio nacional. Esto, aunado a la incapacidad de numerosos gobiernos para atender la situación en plena carrera por acaparar espacios de poder, conlleva la afectación de múltiples derechos de las personas (vida, salud, paz, entre otros) pero, por encima de todo, de sus estilos de vida.

Este mes que se celebra el Día Internacional de la Madre Tierra constituye una invitación a “proteger el cielo”, como dice Julieta Fierro en la conversación que tuvimos con ella, pero entendiéndolo como nuestro espejo. Procuremos, bajo nuestro techo celeste, entender los misterios que se esconden en el canto de las ballenas, sabiendo que no es la oscuridad la que nos une (como afirma Ada Limón), sino la vida terrestre. Bienvenidos sean a esta segunda edición de nuestro cuarto año en la que invitamos a tomar conciencia sobre la importancia de involucrarnos con nuestro entorno sociopolítico. Ahí podemos construir el planeta habitable que tanto buscamos en el espacio exterior.